Volviendo a la isla

Gallardoski

¡Una noria y un proyecto de verano sanluqueñoNo le toques ya más, que así es la rosa!

J.R. JIMÉNEZ

Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».- Temeroso de que estropeen la rosa de la vida a base de manoseos y de intentar arreglar lo que por sí mismo fluye naturalmente, sin necesidad de intervenciones, casi siempre torpes y desafortunadas, presentaré este proyecto de verano sanluqueño en la oficina de asuntos inviables, donde tan bien se me conoce. 

Estimado Señor Delegado de belleza municipal y de íntimas melancolías:

Por la presente le comunico a su excelencia, o lo que usted quiera que use como tratamiento para dirigirme a su excelsa persona, que a mí se me da una higa esa formalidad : 

Que: 

Me gusta mucho la noria que levantan justo enfrente del paseo marítimo. 

Le da a este un aire de ciudad que espera algo, una fiesta. Y es bonita también así, sin fanfarrias y sin tumultos, como suele estar casi todo el tiempo; solitaria, detenida la noria en esa esquina,  como un animal mítico y melancólico que observara a los paseantes ir y venir por la playa. Con sus chándales, sus auriculares inalámbricos, sus perros , sus bicicletas y patines, sus mujeres solitarias mirando a la orilla, sus parejas de enamorados mirándose a sí mismos. Renoir habría pintado este paisaje encantado de la vida. 

Las norias cerca de las orillas yo creo que las ponen no por hacer negocio, sino por un prurito de poética fantasía. Esos empresarios saben que quedarán bonitas y se entregan a la belleza del paisaje y de la arquitectura efímera de las norias. La delegación de cultura seguro que tendrá en cuenta todo eso a la hora de la recaudación y de los peajes. Roguemos porque no la llenen de cartelones con fotos alusivas a las carreras de caballos, el mayor espectáculo de las playas del sur, como sabe todo el mundo. 

Los londinenses nunca entendieron la suya, su noria, como una atracción de feria, como un columpio. Para ellos era un mirador desde el que asomarse al Támesis.  

Por lo que respetuosamente EXPONGO: 

Que si no fuera por el vértigo que tengo y que como tantas otras neurosis personales que con los años van empeorando, me gustaría montarme una de esas tardes en las que el horizonte se guapea como diciendo:

 “Lo vais a flipar todos con el crepúsculo que os tengo preparado, se pararán las gaviotas en el mero aire por disfrutar, ellas también, de esta orgía de violetas, naranjas, amarillos y violentos rojos ahogándose en el mar” 

Y Añado, con la mayor de mis consideraciones:

Que si no fuese por este vértigo cabrón, anda que no iba yo a montarme con ella, mi compañera a la que no le da ni pizca de miedo, porque fue una de esas muchachas que cuando iba a la feria disfrutaba de cada cacharillo, de los bailes por sevillanas, de los churros al amanecer y de la sensualidad de la fiesta. 

No como uno, que era un lacio al que sólo fascinaban de la feria del pueblo los tenderetes con camisetas de AC/DC y de Iron Maiden y las muñequeras y todos esos abalorios del rocanrol que un pueblo como este eran, por los años ochenta,  inalcanzables y casi extraterrestres. Ella, como le informo, se lo pasaba pipa en las ferias y no como uno;  que no hacía otra cosa que ponerle motes y faltas a la alegría un poco montuna de las fiestas. 

Por todo esto y más, solicitó formalmente: 

Que haya una noria iluminada por la noche mientras la brisa refresca nuestro cansancio del día ante la canícula. 

Que sea obligatorio un chiringuito donde sirvan fría y rubia de espuma lúdica la cerveza y un conjunto de rock tocando en un pequeño escenario versiones en acústico de Eric Clapton.

Y que unos cuantos amigos le acompañen a uno en esas noches. 

Que contraten un barco mercante cruzando el Guadalquivir rumbo a puerto y haciendo sonar su bocina como un mugido en la desembocadura que anuncia; llegamos, estamos aquí, hola a los buques que navegan o fondean en la bahía. 

Que sirvan una tapa de alguna delicia fresca de la zona, que haya un niño jugando con su pala y su cubo todavía en la arena porque el día de playa han decidido los padres alargarlo casi hasta la madrugada.

Que permitan, animen y promocionen a una familia a lo lejos que ase sus sardinas debajo de una sombrilla inundando de un aroma a verano y a fiesta toda esta parte de la playa. 

Que coloquen a unos jóvenes tocando una guitarra más allá, que canten una canción de moda cuya interpretación colectiva  sólo interrumpan con las risas y los juegos de la seducción. 

Puede su excelencia si gusta, añadir también:

-Una pareja de guiris muy altos y muy delgados cogidos de la mano y mirando todo este mundo como si hubieran descubierto el único paraíso que existe; el paraíso perdido.

-Un escultor de arena creando de la nada una figura de Elvis Presley que casi mueve sus caderas y que recibe la admiración de la ciudad a través de monedas de un euro que se acumulan en el sombrero del artista. 

-Un africano ataviado con su kanga colorida como un emperador , una pareja de guardias municipales que saludan con respeto a los transeúntes y asesoran a dos japonesas que quieren comerse un buen lenguado a la plancha en un restaurante de Bajo de Guía. 

Hemos vivido noches así, no podría contarlo si no hubieran sido reales, que imaginación tiene uno poca. Sólo recuerda y espera que se repitan y que no vengan los malos, los torpes o los majaras, a estropearlo todo con sus maldades, torpezas y majaderías. Que nos dejen vivir, vamos. 

Es gracia que espera merecer de su dignidad, cuya vida guarde dios muchos veranos.

Atentamente….

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