Apuntes de Historia CCCLXXVIII

Cultura, Historia, Manuel Jesús Parodi

Sanlúcar en los apuntes de un viajero alemán de 1599 XII

En los artículos de esta serie que hemos venido publicando a lo largo de las últimas semanas en estas páginas hemos atendido al trato que dispensa a Sanlúcar de Barrameda un manuscrito sobre la España de fines del siglo XVI titulado “Tesoro Chorografico de las Espannas por el Señor Diego Cuelvis”, cuyo autor sería el Diego Cuelbis (o Jacob Cuelvis) mencionado en el título de su obra, un viajero alemán que se movió por España durante los comienzos del reinado de Felipe III. 

Como hemos venido constatando, dicho manuscrito fue escrito en español por su autor germano, conservándose el original del mismo en el British Museum de Londres, como parte del fondo de manuscritos españoles de dicha institución cultural (con la signatura Ms. Harl. 3822). 

También hemos hecho constar cómo en España, y gracias al historiador andaluz y miembro de la Real Academia de la Historia Pascual de Gayangos (Sevilla, 1809 – Londres, 1897) existe una copia del texto de Cuelbis desde el siglo XIX. 

Sería el mismo Gayangos quien se ocupase de que se hiciera una copia del manuscrito de Cuelbis, una copia que se conserva en Madrid, en la Biblioteca Nacional de España (BNE), pudiendo encontrarse la ficha de dicho manuscrito en la referida BNE en el siguiente enlace: http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000137435, y siendo su signatura en la misma Biblioteca Nacional la siguiente: MSS/18472 (a todas las cuales cuestiones técnicas dedicábamos los párrafos del anterior artículo de esta serie). En los trabajos que venimos publicando en estas páginas durante las últimas semanas -volveremos a señalar- seguimos el texto de Diego Cuelbis (o Cuelvis) en la edición que del mismo llevase a cabo Salvador Raya Retamero hace ya unas dos décadas. 

Raya Retamero se ocupó del periplo andaluz de este joven germano en su viaje por España en un volumen de noventa páginas y de título “Andalucía en 1599 vista por Diego Cuelbis”, libro que fuera editado en 2002 por la Junta de Andalucía(en una corta tirada de tan solo un centenar de ejemplares), siendo impreso en Benalmádena (Málaga) por “Caligrama Ediciones”. 

Cuelbis visita Sanlúcar en 1599, último del siglo XVI y primero del reinado de Felipe III (hijo, heredero y sucesor de Felipe II), y en tan solo una jornada de estancia en la ciudad fue capaz de impregnarse de algunas de las esencias de la Sanlúcar momento. 

Llegó este viajero a nuestra ciudad desde el Norte, desde Sevilla, surcando las aguas del río Guadalquivir, en barco, y dejó sus impresiones sobre diferentes cuestiones de su visita en las páginas de su manuscrito. 

De este modo menciona a Bonanza, a la que llama “Bonance”, refiriéndose en sus párrafos -si bien de manera escueta- a la condición portuaria de este marinero pago sanluqueño. En sus líneas mencionaría Cuelbis diversos datos tales como la distancia existente entre Sevilla y Sanlúcar de Barrameda por el río, que este viajero alemán cifra en un total de quince leguas, señalando asimismo que Sanlúcar de Barrameda se encuentra en la desembocadura del Guadalquivir y que en dicha época era (y cito literalmente) “…el más principal y famoso puerto de toda España”. 

Tuvo ocasión igualmente de considerar algunas de las fortificaciones que existían en aquellos momentos en la ciudad, provistas de artillería, así como haría mención de la particularidad de la existencia de dos zonas bien conformadas en el casco histórico de la localidad, los Barrios Alto y Bajo, cuando señala: “La villa de Sanlúcar está casi toda la mayor parte asentada al pie del collado…”, que es la forma que tiene este autor de poner de manifiesto esas dos zonas y esas dos alturas del casco sanluqueño, señalando además cómo a fines del Quinientos el Arrabal de la Ribera concentraba ya a la mayor parte de la población del casco urbano sanluqueño en detrimento del Barrio Alto. 

Entre otros monumentos de los existentes en la ciudad en esos entonces, Cuelbis citaría la parroquia de La O (la “Yglesia mayor de Santa María”), el monasterio de San Jerónimo (“…monasterio llamado de Barrameda, dentro del qual ay frailes de San Hierónimo”). De la misma manera mencionaría al palacio ducal de Medina Sidonia, sede de la Casay corte ducal, señalando que la villa (así la denomina) era “patrimonio del Duque de Medina Sidonia”. 

En el capítulo de los monumentos sanluqueños que tuvo ocasión de conocer, el autor mencionaría también el “Monasterio de San Francisco”, así como “…una casa bastecida como una Yglesia”, que se encontraba en Bonanza (citada de nuevo como “Bonance”).  

En sus párrafos este viajero originario de Leipzig dejaría constancia de algunas de las cuestiones que reflejaban la boyantía económica de la ciudad de Sanlúcar en la época, como la riqueza y buena provisión de sus abastecimientos (“…un pueblo bien proveydo de todos los mantenimientos: pan, carne salada de puerco, bonísimas longaniças, manteca de Flandes, pescado muy bueno, y uno que llaman Sollos, precioso, del que la libra vale dos reales”). 

Hablando de las provisiones y producciones sanluqueñas, deja constancia asimismo Cuelbis de la riqueza vinícola de la ciudad, de una parte cuando señala que en la misma existían “…muchos pipos de vina”, esto es, muchos barriles (botas, barricas, toneles) de vino, y de otra cuando apunta directamente al tipo de vino sanluqueño que habría gozado de mayor predicamento y fama dentro y fuera de la ciudad (“Ay aquí vino tinto que es bien renombrado por su excelencia: vino tinto de Sanlúcar”), un vino que habría contado con un buen mercado fuera de la localidad, como por ejemplo en Sevilla, donde según el germano Diego Cuelbis dicho vino se habría vendido a mayor precio que en la propia Sanlúcar de Barrameda, donde “Es más barato que en Sevilla…”). 

Entre otras cuestiones recogidas por este manuscrito en sus páginas se encuentra lo relativo a la existencia de la Barra de la desembocadura del río, accidente geográfico al que el autor denomina “Peñascos de Barrameda”, apuntando el peligro de la navegación por la desembocadura del Guadalquivir, que se habría contado innumerables buques, algo que también recoge el autor en sus párrafos (“…se ahogaron infinitos navíos grandes…”), los restos de los cuales, como el moderno “Barco del Arroz” habrían permanecido en su nicho marino como aviso a navegantes.

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