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Apuntes de Historia CDLI 

Cultura, Historia, Manuel Jesús Parodi

Manuel Jesús Parodi.- Sanlúcar de Barrameda, vértice de un cruce de caminos histórico”

En más de una ocasión y de formas distintas hemos señalado que Sanlúcar de Barrameda se encuentra en el ápex de un cruce de caminos verdaderamente singular, en el vértice físico, material, geográfico, de un eje auténticamente fundamental en la Historia de la Humanidad. 

Sanlúcar se encuentra precisamente en el punto de encuentro de dos caminos históricos, fundamentales en lo económico y casi míticos -podría decirse- en lo cultural, pues nuestra ciudad está emplazada en el cruce entre el camino que lleva desde Constantinopla hasta el Caribe con el no menos mítico y acuático camino que lleva desde la luz del Golfo de Guinea y el África toda hasta los brumosos mares del norte de Europa.

No exageramos en absoluto cuando señalamos lo dicho, ya que en ese eje de coordenadas se encuentra la Historia toda del mundo, puesto que dicho cruce de caminos marca en buena medida los ritmos de la Historia económica y cultural de la Humanidad. 

Aquí se encuentran El Mediterráneo y el Atlántico, y con el Mediterráneo vienen de la mano el Mar Negro, el Mar rojo el Océano Índico y las amplias extensiones de Asia, mientras que con el Atlántico se asoman a la Historia del Viejo Mundo los territorios americanos y tras ellos la inmensidad del océano Pacífico descubierto por vasco Núñez de Balboa en 1513 y nombrado así por Hernando de Magallanes en el transcurso de la Expedición de la Primera Vuelta al Mundo que comenzase, como es sabido, su singladura marítima justamente en Sanlúcar de Barrameda y la culminase triunfante igualmente en estas orillas sanluqueñas del Guadalquivir.

En este vórtice de la Historia se encuentra también esa ruta que desde África y por vía marítima alcanzase las frías aguas del Mar del Norte y del Báltico como bien supieron aquellos navegantes fenicios que al servicio del faraón Necao II de Egipto circunnavegaron África varios siglos antes de Cristo…

…y como también supieron otros navegantes de la misma estirpe de marinos sidonios y tirios como Hannón e Himilcón quienes al mando de sus “caballitos”, esto es, sus barcos con mascarón de proa en forma de caballo, cabalgaron decididamente las olas de esta ruta “vertical” para llegar desde sus tierras proximoorientales, norteafricanas y andaluzas tan lejos como a las costas de Escandinavia también muchos siglos antes de que Hernando de Magallanes iniciara la I Vuelta al mundo desde Sanlúcar y la culminase Juan Sebastián de El Cano también, y cómo sabemos, en Sanlúcar de Barrameda.

No cabe duda de que -históricamente- hay muchos “centros del mundo”, tantos como horizontes culturales nos detengamos a considerar, puede decirse; así, China significa precisamente eso: “país del centro”, o “reino del centro”, o “centro del mundo”. 

De este modo e igualmente, para los griegos de la Antigüedad los santuarios de Delfos y Olimpia eran también dos “centros del mundo”, dos “ómphaloi kosmou”, mientras para los romanos su ciudad asentada sobre siete colinas constituía igualmente otro “centro del mundo” como de un modo u otro cantaron poetas clásicos como Virgilio y escribieron historiadores también romanos como Tito Livio, ambos al servicio del emperador Augusto.

Al hilo de lo que venimos apuntando, hemos señalado en numerosas ocasiones que Sanlúcar de Barrameda se encuentra en el centro de lo que hemos dado en llamar el “Cosmódromo de la Modernidad”, ese espacio fundamental para las navegaciones oceánicas que se configura esencialmente a lo largo del siglo XV y que está formado por el eje configurado por el litoral del Golfo de Cádiz y el río Guadalquivir.

De ahí, y lo hemos repetido hasta la saciedad de palabra y por escrito, partieron las “naves espaciales” de la época, es decir, las naos, carracas, carabelas y galeones que surcaron los océanos bajo el mando de marinos como Cristóbal Colón, los hermanos Pinzón, Hernando de Magallanes, Juan Sebastián de Elcano y tantos otros para dar forma definitiva a la redondez de la Tierra bajo las banderas de la Monarquía Hispánica.

Así pues, y como venimos apuntando, Sanlúcar de Barrameda ocupa un espacio de centralidad en dicho “Cosmódromo de la Modernidad” que no en vano se constituye sobre ese eje, sobre ese cruce de caminos histórico, casi mágico, al que hemos hecho referencia con anterioridad: el antedicho cruce del camino que lleva de Constantinopla hasta El Caribe con el camino que lleva desde el calor del Golfo de Guinea y las profundidades de África hasta los mares del Norte y los fríos de Escandinavia.

Estamos convencidos de no exagerar al señalar lo antedicho, al poner en valor la centralidad del espacio sanluqueño en ese cruce de caminos fundamental para la Historia de la humanidad, un rol histórico que sin duda alguna ha dejado una honda huella, una profunda impronta, en el carácter, en la identidad de los habitantes de esta ciudad, que ya en sus tiempos de villa guzmana aparecía como un espacio cosmopolita habitado por gentes de muy distinta y distante procedencia y origen…

…un núcleo urbano poblado por personas procedentes de varios continentes que daban forma a un espacio humano, a un cuerpo social, multiforme, poliédrico y cabe señalar que multicultural, en unos tiempos, hace más de medio milenio, en los que la monocromía era la tónica general a encontrar en pueblos y ciudades mientras que aquí, a la orilla del Guadalquivir, el cosmopolitismo y la multiculturalidad eran la tónica habitual.

Y nos aventuraremos a apuntar que en el carácter, en la forma de ser, en la idiosincrasia de los habitantes de esta desembocadura del Guadalquivir es posible encontrar las huellas y la herencia biológica y cultural, genética y memética, de tantas generaciones de personas de distinto origen, de distinta cultura, de distintas cosmovisiones, que han convivido a lo largo de los siglos en este espacio común que al menos desde hace un milenio, grosso modo, sabemos que se llamaba ya Sanlúcar de Barrameda. 

Y la semana que viene hablaremos sobre el libro que teníamos entre manos.

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