Volviendo a la isla
¿Por qué no os portais bien?
Para Serigne Mbayé
Juan Antonio Gallardo «Gallardoski»Tenéis una manera de ser rayana en la extravagancia, cuando no en el delito.
Comprended que no es fácil mantener nuestras teorías sobre la superioridad racial y toda esa mierda cuando pontificamos desde nuestro metro sesenta barrigón, con lunares con pelitos, con las barrigas gordas y nuestras alopecias, vuestra inferioridad étnica.
Sois, para empezar, jóvenes y fuertes y dais un poco de cosa cuando aparecéis por las calles con esas ropas occidentales que os sientan divinamente a los chicos y las mujeres con esas Kangas de bellos estampados, algunos con leyendas y acertijos escritos en suajili.
Tan altos, tan saludables pese a las mil y una perrerías que os hicieron por el largo camino hasta la tierra de Jauja donde se os ha llegado a recibir con pelotas de goma desde las orillas del miedo y del rencor.
¿Cómo seguís sonriendo? ¿Cómo no os ha vencido la amargura? Ah, claro; porque lleváis años lucrándoos a costa de nuestra buena fe. O del buenismo progre, qué da hasta asco…
Asumid que pese a que la sabiduría popular nos previene de la melancólica inutilidad de poner puertas al campo, nuestro objetivo pasa por ponérselas, las puertas, al mar, al aire, a las montañas y al monte Gurugú, donde se os va la vida esperando la patera o el salto de la valla.
Con lo sencillo que es conseguir un visado de trabajo a través de alguna de las múltiples agencias de colocación en el Senegal, o en Kenia, donde habrá cantidad de amigos de la Europa blanca deseando ayudaros a subir al providencial avión que os traerá sanos y salvos a la prosperidad y al fabuloso mundo de los cotizantes en las arcas de la seguridad social.
Intentadlo, hombres y mujeres de la negritud. Plantaros en una de esas oficinas de cooperación internacional y expresad vuestro deseo.
Veréis qué risas. Se escuchará, me temo, la carcajada atroz del cinismo hasta en la sede de VOX en Almería, que allí, por ser vosotros tantos, se ha multiplicado la serpiente, por culpa vuestra, claro. Como todo.
¿No entendéis que es mucho más bonito bajarse en el aeropuerto español con vuestro permiso, vuestro Número de Identificación de Extranjeros y vuestro pedazo de contrato de trabajo, que arriesgar vuestras vidas por media África y soportar violaciones, torturas, angustias, miedos, embravecidas mareas y muertes por naufragio?
Sólo tenéis que tener un poco de paciencia y esperar vuestro turno. Llegará, seguro.
Ah, y otra cosa; no hagáis daño al modesto comerciante de baratijas con vuestro menesteroso tenderete de pulseras y bolsos de imitación. ¿No veis que esos comerciantes, como sigáis así, van a tener que cerrar sus negocios? ¿No tenéis corazón bajo esa piel negra y limpia como la noche?
Alquilad locales céntricos, mirad a los chinos, pagad los sellos del Régimen Especial de Autónomos. La seguridad social y el estado entero están ahí para ayudaros a emprender.
Preguntad a los nativos, ya veréis qué bien, qué rápido, qué barato y qué fácil. ¿Quién va a negaros un aval, un contrato de arrendamiento, un préstamo para que podáis iniciar alegremente vuestra actividad en nuestra gloriosa patria?
En definitiva, negritos y negritas:
¿Por qué no os portáis bien?
Si pudiésemos ayudaros con nuestras bendiciones y nuestras colectas del Domund como antaño, lo haríamos. Pero ahora la caridad está mal vista, estigmatizada por el relato pijo progre que no soporta que todo esto lo digamos, como hizo la señora Monasterio el otro día en la Asamblea de Madrid, con una luminosa sonrisa de beata sicópata.
Lo más triste es que esta gente, como el partido Nazi de Hitler, posee la legitimación democrática de los votos.
Lo desolador es que esos votos provengan, mayormente, porque de otra manera no se entendería, de gente humilde, aterrada ante la gente poderosa que lleva décadas convenciéndoles de que el peligro proviene del hambriento y del desahuciado.
Como dejó escrito el compañero Galeano: “Pobres contra pobres, como de costumbre: la pobreza es una manta demasiado corta, y cada cual tira para su lado”