Volviendo a la isla

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El brujo y la esperanza

Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».-Una vez fui a ver a un brujo. Acompañaba a una persona mayor que creía en esas cosas y ese es el primer paso para que un brujo practique sus encantamientos: la buena disposición del creyente, también conocido como “cliente”

Había para ver al brujo una cola considerable. Gente sencilla que fiaba su suerte a las estampitas y a los escapularios y que, a pesar de las milagreras imágenes, seguramente necesitaba algo más rápido que el Juicio Final y el perdón de los pecados. Acaso unas predicciones expresas que les permitieran conservar, si ya no el criterio y la cordura, al menos la esperanza.  

No le servía a esa legión de derrotadas (casi todas eran mujeres) las bienaventuranzas tan antiguas del cura de la parroquia, ni esas homilías donde el sacerdote les echaba muchas veces la bronca por ser…seres humanos.

 Con el brujo les iba mucho mejor, porque además se ocupaba de tres asuntos fundamentales, como en la copla: Salud, dinero y amor. De hecho; cuando entré con aquella mujer en la guarida del brujo, lo primero que preguntaba el elemento era eso;  que por qué venían si por salud, por amor o por dinero. 

Había que contestarle rápido, porque el brujo tenía un humor de perros, y había que decidirse por alguno de aquellos dones tan esquivos de la fortuna. Lo mismo el lote costaba más caro. 

La mujer, a la que acompañaba dijo que venía por lo del amor, mirándome a mí un poco avergonzada. 

Yo tendría que haberme quedado en la cola donde como dije la gran mayoría eran mujeres y los pocos hombres que la  poblaban hacían visajes muy  afeminados o eran directamente mariquitas, de los de antes, humildes también; sin gimnasios ni cuidadas depilaciones laser.

 Con lo que ya sabía de padecimientos y quebrantos de aquella hilera de la esperanza infundada, podría haberme montado yo mi propia consulta y ofrecer un tres por uno, como promoción. Yo les ofrezco mis queridas embrujadas el lote completo; Salud, dinero y amor,  porque una cosa sin la otra muchas veces es imposible. 

Me habría gustado que el malhumorado caradura, ya puestos, le hubiese añadido  un poco más de teatro y fanfarria al timo, pero qué va. Cobraba el fullero cinco mil pesetas de las de antes, cincuenta euros de los de ahora, y despachaba rápido, ponía unos segundos los ojos en blanco como única muestra de que había un más allá insondable que sólo él conocía porque de chico tuvo una meningitis y se quedó hecho polvo, pero con un don y, por fin,  echaba sobre la mesa camilla con más mierda que una cuadra  (sería por ofrecer un  atrezo de cochambre, que las brujas han sido siempre muy descuidadas para la higiene, creo) echaba sobre la mesa camilla, decíamos, cuatro o cinco cartas de cualquier manera y cogía al buen tuntún la primera que le salía de los huevos y mirando fijamente a la creyente/cliente le soltaba alguna sandez, algún lugar común, alguna patraña con la que iba haciéndose una idea de sus tribulaciones, acotado ya el terreno de sus alquimias en el bello amor. 

Y pese a todo, pese a la pachanga, la monserga, el engaño absoluto y más burdo y mentiroso  que una rueda de prensa de Santiago Abascal o alguno de sus democráticos secuaces, la gente salía de aquella cueva de Alí Babá más contenta que unas pascuas. Confortada y sobre todo ilusionada con los poderes determinantes que tendría este hechizo, aquel augur…para recuperar el amor, la salud o el dinero (salvo las diez mil pesetas, cincuenta euros contemporáneos, que esas ya las tenía ingresados el brujo en su cartilla de la Caja Rural) 

Quiero decir que probablemente la mujer a la que yo acompañaba y toda la larga cola que espera su turno para contarle al castizo taumaturgo sus desdichas, no buscaban otra cosa que una promesa de optimismo para el incierto futuro.

 ¿Y quién es uno para censurar a ninguna de ellas y menos a mi custodiada, tan querida? Al brujo sí, al brujo había que correrlo a garrotazos por el  negocio que había montado con los sueños de sus paisanas.  Todos necesitamos esperanza. 

Por eso Pedro Sánchez no se echa el tinte para las canas cuando sale a conformarnos por la tele como a los niños chicos. ¿Veis como yo también envejezco y sufro? Pues eso compatriotas y compatriotros;  que esto ya va de paso, que ya vamos a  recuperar nuestra salud y nuestra libertad, venga hombres y mujeres…

Si nos creemos sus brujerías la economía se anima, el consumo se intensifica y el dinero circula. Ni él, ni ninguno de ellos va a arreglar una mierda, pero como el brujo de mi historia, consuelan. Y nos hace falta. Consuelo y fuerza.

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