Antonio Fernández González, hijo de Manuel y Marina, 82 años después

Cultura, Historia

Historiadores José María Hermoso y Rafael Montaño.

Hace unas semanas salió publicado en el último número de la revista “Cartare” del Centro de Estudios de la costa noroeste de Cádiz, el artículo “Un sanluqueño en el Valle de los Caídos. La historia de Antonio Fernández González”. Casi simultáneamente, el programa de Canal Sur radio “La memoria” dirigido por Rafael Guerrero, daba a conocer la noticia del hallazgo de los restos de uno de los fusilados durante la Guerra Civil, Diego López Prat. 

Ambos descubrimientos, tienen un nexo común; el trabajo de investigación que están realizando desde hace un lustro los investigadores Rafael Montaño y José María Hermoso sobre este cruento período en la ciudad y que saldrá plasmado en un libro. De esta manera, ambas noticias nos demuestran que a nivel local queda aún mucho por conocer sobre la guerra en Sanlúcar y la posterior represión.

En el caso del sanluqueño Antonio Fernández González, la investigación de ambos autores les condujo a descubrir que éste había fallecido en enero de 1939 en la campaña de Lérida en las cercanías del pueblo de Tremp. El punto de partida para encontrar al sanluqueño, fue descubrir que, en la cripta del Valle de los Caídos, había sido sepultado un joven jerezano llamado Manuel Rodríguez García. Esto los llevó a consultar la base de datos sobre las inhumaciones allí realizadas desde la década de 1950 hasta principios de los 80. Casualmente, encontraron la referencia a Antonio Fernández, del cual y gracias al director del archivo de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, supieron de donde procedía; había sido trasladado desde el cementerio del pueblo de Tremp a principio de los 60. ¿Pero quién era este soldado anónimo que había terminado engrosando con sus huesos el mausoleo construido por el franquismo?

Por la ingente documentación que Montaño y Hermoso llevan estudiando desde hace años, pudieron reconstruir parcialmente la historia del sanluqueño. Antonio Fernández González, era un anarquista que, para salvar la vida como tantos otros, se vio obligado a ingresar en el ejército fascista. Según la ficha policial de la Comandancia militar de Sanlúcar, Fernández González, conocido como «el Hijo de Marina» era hijo de Manuel Fernández y de Marina González, casado y de profesión hilador, con domicilio en la calle Trasbolsa nº 51. Gracias al testimonio de su familia, sabemos que Antonio Fernández conocido como “el Cuco” por su talento para el cante flamenco, así como por su inteligencia, fue acompañado por su madre a la estación de ferrocarril que lo conduciría a ser alistado. De igual forma, su pertenencia a la CNT, como explicaba en las cartas a su madre, le canjeó la desconfianza de sus compañeros de armas. Según la partida de defunción, consultada por los investigadores, el sanluqueño falleció el día 7 de enero de 1939 en acción de guerra, siendo atendido en el hospital habilitado en la población leridana. Oficialmente, la familia solo recibió un escueto telegrama donde se informaba: Su hijo Antonio Fernández González muerto en combate entre Tremp y Sort. Condolencias» sin que jamás llegaran a conocer donde fue sepultado. De esta manera, gracias al trabajo de los investigadores, después de más de 80 años, sus descendientes han podido por fin conocer donde reposan sus restos y así poder honrarlo. 

En el caso de Diego López Prat, la investigación tuvo un punto de casualidad. Montaño y Hermoso, consultando los libros de enterramientos del viejo cementerio de la ciudad, documentaron donde se encontraban los restos de este guardia de campo asesinado por los falangistas en noviembre de 1936. Como nos explica José Mª Hermoso, historiador y profesor de secundaria. “Un día en clase, uno de los alumnos, le comentó que todos los años, él y su tía abuela, depositaban flores en el monumento dedicado a las víctimas de la guerra civil en memoria de su bisabuelo.” El profesor Hermoso interesado, le preguntó quién era su familiar y el porqué de llevarle flores allí, a lo que el niño respondió que no sabían dónde lo enterraron, a lo que el docente respondió que él conocía donde estaba su tumba. Esta información, como pueden imaginarse, impactó a la familia, que rápidamente se puso en contacto con los investigadores, para conocer todos los datos sobre el paradero de su antepasado, al que llevaban buscando desde hacía 60 años.

Detención de Diego López Prat (ilustración)

Cómo afirman los investigadores, la historia de Diego López Prat, es sin duda una de las más trágicas de las acontecidas durante la guerra civil en Sanlúcar. Por los datos extraídos de los miles de documentos analizados, Diego López Prat, que ejercía como guardia de campo, fue detenido en la prisión del castillo de Santiago el 10 de agosto de 1936. Contaba con 37 años, había perdido a su esposa meses antes, y debido a que no se unió a los guardias sublevados después del golpe fue detenido. Permaneció en  la prisión del castillo de Santiago hasta el 7 de noviembre, cuando en la madrugada de ese día, junto con siete presos más, fue conducido en un camión, para ser fusilado cerca de El Puerto de Santa María. Sin embargo, Diego López Prat, momentos antes de ser asesinado, conseguiría escaparse en medio de la noche ocultándose en los campos. 

Muerto de frío y hambriento, un grupo de falangistas darían con él dos días después. Antes de ser asesinado, el guardia les pidió un último favor a sus verdugos: “Matadme cerca de Sanlúcar, para que mi familia pueda enterrarme”. Así y como documentan los investigadores, Diego López, a diferencia de otras víctimas de los fascistas, no terminó en una fosa común, ya que su enterramiento quedó recogido en los libros del Campo Santo de la ciudad. Así, una simple anotación, ha servido para que una familia pueda 80 años después, recuperar los restos de su abuelo cruelmente asesinado. 

De esta manera la investigación que están realizando Rafael Montaño y José María Hermoso, está posibilitando que algunas familias puedan al fin encontrar los restos de sus familiares desaparecidos durante la guerra y poder cerrar las heridas aún abiertas por un conflicto que, tras más de 80 años, siguen sin quedar cerradas. 

NOTA DEL EDITOR DE SD

Pepe Fernández, editor y responsable de SD agradece a los dos historiadores su buen hacer por este logro que para las familias de siete hermanos y nosotros, sus sobrinos descendientes, ponen punto y final a un doloroso recuerdo que duró más de 8 décadas porque finalmente sabemos que en el columbario 7774 del Valle de los Caídos reposan los restos mortales de nuestro tío Antonio.

Cuando leí el trabajo de investigación en la Revista Cartare publicado en este medio pudimos, al fin, recomponer la memoria histórica de nuestro tío Antonio Fernández González. DEP.

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