Mis muertos, sus muertos
Pepe Fernández.-Cada 2 de noviembre, y hace ya 63 años, me sumo a la mayoría para «celebrar» este Día de los fieles difuntos según la tradición del santoral cristiano y lo hago con alegría doble: Una, porque al final de la década de los 50 nació la benjamina de mis padres que decidió hacerlo en ese día en nuestro hogar ubicado en la recién estrenada barriada de El Pino y porque, esta es la segunda, en ese día, como en cualquier otro a lo largo del año, recordamos a nuestros difuntos en sus momentos más recordados, aquellos que nos hicieron reír o compartimos su felicidad con ellos.
Supongo que el señor Feijóo, presidente del Partido Popular, hará lo propio con sus muertos y hasta puede que añore a algunos que no forman parte de su gens y olvide, con claro guiño electoral a sus seguidores conservadores y nostálgicos, los otros muertos que por miles cubren las cunetas y fosas comunes de toda España. Muchos de ellos fueron ejecutados, con la irrebatible evidencia histórica documental, por orden de Gonzalo Queipo de Llano cuyos restos han permanecido hasta ahora en la Macarena de Sevilla con el evidente enfado del líder popular que pidió paz para el descanso de los muertos.
No podía estar más de acuerdo, aunque solo fuera esta vez, con el patrón de la nave del PP en España, pero… (siempre hay un pero cuando el señor Feijóo responde a cualquier actuación del gobierno de coalición) … de todos los muertos y no hay mejor forma que aquella de darles sepultura, cristiana o civil, en un lugar donde sus familias puedan ir el Día de los fieles Difuntos a visitarlos y adecentar sus tumbas.
La familia del golpista que repartía «café, mucho café» nunca tuvo ese problema ni lo tendrá ahora que cumpliendo La Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática (BOE de 20 de octubre) se traslada al lugar que sus allegados hayan optado para que sus restos mortales sigan reposando en paz.
El pasado año, en la Revista Cartare, los historiadores sanluqueños José María Hermoso y Rafael Montaño publicaron un artículo de investigación en el que se contaba la historia de un soldado sanluqueño muerto en combate, probablemente, en la Batalla del Segre y enterrado en algún lugar entre Tremp y Sort (Lérida). Igualmente, los jóvenes historiadores al encontrar respuestas de un familiar del soldado Antonio Fernández González, que completaba la vida de este sanluqueño, publicaron otro artículo en SD el 24 de marzo de ese mismo año que añadía, si cabe, más dignidad a la memoria del joven de 27 años caído en la contienda civil y paz a los familiares al conocer que Antonio se encontraba en el columbario 7774 del citado Valle de Cuelgamuros.
Quien estas líneas escribe ya desde su más tierna edad conoció la rabia, el dolor y la pena de su madre, su abuela y siete tíos y tías que murieron todos sin saber dónde reposaban los restos de Antonio después de su muerte y menos aún el traslado en 1963 al valle de El Escorial ya que, además, fueron exhumados sin la autorización de su familia, de su madre «La Marina» que aún vivía en el mismo domicilio desde donde salió Antonio para no volver jamás.
El 1 de octubre de este año 2022 los historiadores citados anteriormente presentaron en el Castillo de Santiago el libro «Guerra civil y represión en Sanlúcar de Barrameda» y allí, con la foto que ilustra este texto, permanecerá por siempre en la memoria de su familia y de la Historia.
Él forma parte de mis muertos y no encuentro la razón por la que alguien pudiera estar en contra de recuperar la memoria de un ser humano 82 años después.
Sin embargo, haberlos haylos. El señor Nuñez Feijóo habrá tenido o tendrá a sus muertos bien cerca donde llevarles flores algo que no pudo hacer nunca la familia de Antonio, padres «La Marina» y Manuel y desde luego tampoco Manuel, Rafael, José, Marina, Rosario, Rosa, Carmen, sus hermanos.
Gracias José María, gracias Rafael por vuestro trabajo de investigación, por cerrar, ahora si, lo que abierto estuvo más de ocho décadas.