Apuntes de Historia CDV

Manuel Jesús Parodi

Manuel Jesús Parodi.- Sobre los Guzmanes en la obra de fray Pedro Beltrán (I)

La figura de Alonso Pérez de Guzmán “el Bueno” (1256-1309) habría de servir como inspiración -y como piedra de toque- para la construcción de la estética del poder de la Casa de Medina Sidonia desde el mismo y tan lejano siglo XIII que viera vivir al personaje en sí. 

Desde hace ya tiempo venimos considerando los ciertamente poliédricos perfiles de este personaje envuelto en la mítica del Poder y la Gloria, así como la construcción de su imagen heroica desde las filas de la propia Casa de Guzmán a lo largo del tiempo (acerca de lo cual hemos tratado en diversos trabajos publicados con anterioridad), tratando de acercarnos a la comprensión de la construcción del icono fundacional de la Casa, el propio personaje de Guzmán “El Bueno” y al mismo proceso de dicha construcción iconográfica, que sería procurada e impulsada activa e históricamente desde el Palacio Medina Sidonia de Sanlúcar de Barrameda por los descendientes del fundador de la Casa.

El profesor Miguel Ángel Ladero Quesada, maestro de maestros, dedicaría a este tema (entre otros párrafos de su feraz obra) varios trabajos de los que nos consideramos deudores. 

En la Historiografía contemporánea local son de señalar estudios, pioneros y realizados además desde la particular perspectiva de la adscripción al linaje y un profundo conocimiento de causa, de la XXI duquesa de Medina Sidonia, Dª. Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura. 

El profesor Fernando Cruz Isidoro, por su parte, se ha aproximado fundamentalmente a los aspectos estéticos de la construcción de la imagen del “icono guzmano”, sin desatender a las cuestiones relativas a las fuentes escritas y la Historiografía sobre el personaje en diversos trabajos desarrollados esencialmente en la última década.

La profesora María del Carmen Rodríguez Duarte a su vez ha considerado diversos aspectos del mecenazgo guzmano especialmente en relación con las fundaciones religiosas femeninas, atendiendo al referido mecenazgo como mecanismo e instrumento de expresión de la Casa de Guzmán.

El profesor e historiador Antonio Romero Dorado se ha acercado así mismo a esta cuestión, mientras sobre el ingente tema del mecenazgo guzmano (al que se ha acercado igualmente quien suscribe estos párrafos) se ha producido recientemente una tesis doctoral de manos de María de la Paz Pérez Gómez, realizada bajo la dirección del profesor Luis Méndez, de la Universidad de Sevilla.

Partiendo de las premisas expuestas en nuestros anteriores trabajos sobre Guzmán el Bueno (desde aquí sin comillas) como héroe de frontera (como los publicados en los años 2019 y 2020), hemos querido acercarnos a algunas de las principales fuentes historiográficas que trabajando desde la órbita propia Casa de Medina Sidonia se han ocupado de una u otra manera, en uno u otro momento, de la construcción de la figura de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y, a través del elogio al héroe fundador, de la construcción igualmente de la imagen hagiográfica de la misma Casa de Guzmán.

En este sentido y de cara igualmente a la visión hagiográfica, clásica, de la figura de Guzmán el Bueno y del “fecho de Tarifa” cabe señalar que puede por ejemplo consultarse la obra de P. Barrantes Maldonado, “Ilustraciones de la Casa de Niebla” (en edición de F. Devís), en edición publicada por la  Universidad de Cádiz en 1998; también puede contemplarse la obra (adscrita al siglo XVI) de Pedro de Medina titulada “Crónica de los duques de Medina Sidonia”, en su edición clásica publicada en la serie “Colección de documentos inéditos para la Historia de España” por los señores marqueses de Pidal y de Miraflores y D. Miguel Salva, Individuos de la Academia de la Historia. Tomo XXXIX. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1861.

Resulta esencial la construcción de esas imágenes, de esos símbolos que ayuden a desarrollar elementos simbólicos que a su vez funcionen como agentes de cohesión, como aglutinantes para el cuerpo social, como elementos que favorezcan la cohesión de un cuerpo social, con vistas a presentar referencias a la masa

Unos símbolos cuya relevancia va más allá de lo puntual, incluso de lo concreto y que para poder triunfar y calar en el imaginario colectivo deberán no sólo salvar el aciago obstáculo de lo temporal (no desapareciendo en un lapso de tiempo demasiado breve como para que puedan llegar a calar en la memoria de la gente, a formar parte del imaginario colectivo de la masa).

Los símbolos deberán necesariamente vencer también obstáculos tales como el recelo o el descreimiento (individual y, sobre todo, colectivo) ya que puede decirse que la fe es materia fundamental para los símbolos, de modo que sin fe en el símbolo, no hay símbolo.

De ese modo sucede que los elementos simbólicos deben ser plenamente aceptados y reconocidos por un cuerpo social determinado (aquel al que pertenecen) como referentes válidos, cargados de fuerza, o caso contrario no funcionarán, a la misma vez estos elementos simbólicos deben ser aceptados a lo largo del tiempo, sin lo cual no se sostendrán, no perdurarán.

Para ello habrán de vencerse el posible recelo, la posible falta de confianza (o de fe, que es decir lo mismo o más) así como también el desconocimiento general de la masa social, ya que si el cuerpo social no llega a alcanzar unos ciertos niveles de conocimiento al tiempo que de aceptación de dichos símbolos (no se trata solamente de aceptar: se trata, previamente, de conocer, pues sólo se acepta lo que se conoce), los mismos no servirán para nada.

De este modo, si no se conocen y no se aceptan, los símbolos no servirán para alcanzar y cumplir los fines para los cuales han sido creados; los símbolos, es de tener en cuenta, se apoyan unos sobre otros para su construcción, su afianzamiento y su proyección.

Y así, existen elementos simbólicos del pasado que ayudan y sirven para la construcción de nuevos símbolos en la Historia, de forma que prestarán su ayuda para la construcción de nuevas imágenes del Poder y reforzarán la continuidad -y el crecimiento- de los elementos de referencia que una sociedad considera “morales” (acordes con su costumbre, con sus tradiciones, con sus usos como sociedad elevados a categoría).

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