Apuntes de Historia CCCXLIX
Pensando Sanlúcar (II)
Manuel Jesús Parodi.-Sucede a veces, en la consideración del pasado de una comunidad, de una ciudad, que pueden existir “losas historiográficas” difíciles de levantar. Como ejemplo de la existencia de dichas aparentes “losas” cabe reseñar cómo hace no demasiado tiempo había quienes marginaban el pasado islámico del territorio sanluqueño, poniendo incluso en tela de juicio la relevancia del mismo como fase significativa dentro del conjunto global de la Historia de nuestro solar local.
El tiempo, evidentemente, no les ha dado la razón: los avances de la investigación que se han producido en estos últimos años han venido a despejar las posibles dudas y reticencias que todavía pudieran existir en algunas mentes, y sin duda ello será aún más patente merced a los próximos avances de la mencionada investigación en materia histórica en lo que atañe a los períodos antiguo y medieval del territorio sanluqueño.
Es bien cierto que estas “dudas” pueden corresponder a un enfoque conservador de cierta Historiografía local, a un relativo inmovilismo, contrario a la integración en el volumen total de nuestra Historia de los nuevos datos que van configurándola a medida que se producen.
No es menos cierto, además, que el estudio continuo de los nuevos datos que nos brinda el antedicho avance de la investigación puede representar un esfuerzo notable que no todos están dispuestos a asumir, pero ello no debe llevar aparejado el descarte sistemático de una época o épocas determinadas del conjunto de nuestro pasado histórico local, como consecuencia aparente de lo que podríamos considerar una cierta “parcialidad” por parte de algunos a la hora de afrontar el estudio de la Historia de la ciudad.
Esta circunstancia de un enfoque “conservador” o “tradicional” de nuestra Historia ha podido acarrear la configuración en algunas épocas de una suerte de “pasado oficial”, una Historia establecida como tal y poco sujeta a reconsideración, a re-estudio y re-análisis, al contraste con los nuevos avances (especialmente en el campo concreto de la Historia Antigua, la Prehistoria y la Arqueología) de la investigación, algo que felizmente estamos convencidos pertenece a un pasado cada vez más alejado del hoy.
Una de las formas acaso más indudablemente claras, nítida y ciertamente más luminosas, de nuestra identidad como pueblo, de nuestra identidad como conjunto social e histórico, como grupo humano en el tiempo y el espacio, viene a estar constituida por la expresión de nuestras señas identitarias -culturales e históricas- más propias y por ello y por tanto más íntimas, como venimos señalando en estos párrafos y en los publicados con anterioridad.
Las formas de relación e interacción de los colectivos humanos entre sí y con otros (formas de relación internas, esto es, entre los integrantes de un grupo humano dado, y externas, esto es, de los colectivos humanos con elementos exteriores a los mismos, sean elementos naturales, medioambientales, paisajísticos, o bien se trate de individuos aislados o de otros colectivos humanos), de las sociedades humanas consideradas en su devenir diacrónico (esto es, en su caminar por el tiempo y el espacio), son multiformes, poliédricas, y hasta cierto punto y en buena medida, variables precisamente debido a la riqueza de colores que el paso del tiempo imprime a la paleta de ese pintor que es la Historia.
Así, lo que en un momento específico es de una forma, respondiendo a las necesidades y los principios (y la realidad contemporánea) de un cuerpo social determinado en un momento histórico dado, una realidad “presente”, habrá de conocer una evolución merced, justamente, a las cambiantes y progresivas necesidades (culturales, económicas, morales…) y oportunidades de ese mismo cuerpo social a partir del cual se generan las manifestaciones culturales que lo caracterizan y definen, que lo identifican.
La Historia es, precisamente y además, el reflejo, el fruto y la consecuencia de la evolución de las expresiones culturales (estéticas, ideológicas, religiosas, económicas, sociales, patrimoniales…) de un cuerpo social determinado a lo largo del tiempo, y amén de ser maestra de la experiencia la Historia es así mismo el crisol y el corolario de nuestras señas de identidad culturales, de cómo somos, de quiénes somos, de lo que nos es propio y de lo que nos identifica como una realidad integrada y homogénea en el tiempo y en el espacio, como una sociedad rica y fecunda, que ha dejado su honda huella a lo largo del tiempo en este contexto geográfico de la Baja Andalucía.
Y ello desde los tiempos de las navegaciones fenicias y los riquísimos reyes tartesios hasta nuestros días, pasando por el Imperio romano, por las navegaciones vikingas, por los emires y califas Omeyas y por la huella de aquellos marinos que forjaron los caminos de los Nuevos Mundos que alumbraron la Modernidad tras la proeza de la I Vuelta al Mundo que desde Sanlúcar y Sanlúcar Andalucía (y por ello desde España y hasta España) -y entre 1519 y 1522, en puertas del Renacimiento europeo y con todo ello del cambio hacia la Modernidad- daría forma a una realidad histórica distinta y fecunda de la cual son deudoras nuestras formas de ser actuales, nuestros horizontes culturales como occidentales, como andaluces, como españoles y como europeos del siglo XXI.
Entre nuestras señas de identidad propias y características como sanluqueños, como andaluces, como españoles, acaso una de las más sólidas e inequívocas sea la donación del señorío de la entonces villa en las postrimerías del siglo XIII por la Corona de Castilla a Guzmán El Bueno, un hito histórico que viene a constituir uno de los elementos de referencia esenciales y más propios de nuestra forma de ser como cuerpo social.
La presencia en nuestro pasado de un hito tan significado, de una suerte de punto de inflexión esencial como realidad identitaria, como Sanlúcar de Barrameda, en este entorno de la desembocadura del Guadalquivir es una cuestión consustancial a nuestra memoria y a nuestra identidad en y desde esta comarca del Suroeste europeo de tanto peso histórico. Conviene que lo tengamos presente para mejor comprender nuestra Historia y con ello para contar con una mejor y más amplia consciencia de nuestro ser como comunidad en el tiempo y el espacio, en el devenir histórico, como seguiremos viendo y considerando ad futurum.