Apuntes de Historia CCCXLI
Pensando Sanlúcar (IV)
Es muy fácil hacer discursos amables cuando nos encontramos ante circunstancias amables, ante ocasiones en las que sin ambages ni paliativos nos hallamos ante unos hechos que a todos satisfacen, a todos unen y a todos ponen de acuerdo en torno a un determinado hito histórico, como es el caso, ahora que en estos últimos (y próximos) años nos unimos en torno a la Conmemoración de la Primera Vuelta al Mundo, la Primera Circunnavegación de la Tierra, que tuvo en Sanlúcar de Barrameda su epicentro, su alfa y su omega.
Celebrar una efeméride, como es el caso, tan positivo como merecido, es una de esas ocasiones amables en las que se aúnan voluntades, se coronan esfuerzos, y se redondean faenas y líneas de trabajo que reúnen a tantas instituciones, entidades, organizaciones públicas y privadas, fundaciones, asociaciones, colectivos y, en fin de cuentas, a tantas personas que trabajan en pro de un objetivo común, de unos fines comunes que sólo han de redundar en beneficio de todos, en el beneficio común, que es el mejor y mayor de los beneficios.
El caso que nos cita a todos hoy aquí, precisa y justamente, tiene todo que ver con todo lo señalado, con el reconocimiento de unas virtudes comunes, de una hermandad de pueblos tan distintos, tan iguales, y tan unidos por una Historia milenaria que habla de construcción de identidades, de Cultura, de trabajo, de Arte en todas sus manifestaciones, y también de esfuerzo, de trabajo, de generaciones de personas a todo lo ancho del planeta que se han esforzado por contribuir a que este mundo fuera un lugar mejor para todos, que han hecho todo lo posible porque las barreras se quebrasen, incluso las geográficas, construyendo entre todos unos horizontes mucho más amplios, un espacio común y global en el que todos tuviéramos cabida, en el que todos tuviésemos, tengamos, modo y manera de ser sin perder nuestras señas de identidad y, al mismo tiempo, fundiendo cuantas influencias positivas han llegado de la mano de esa ruptura de barreras, de esa exploración del Mundo en la que andaluces y vascos han sido pioneros y militantes desde los más remotos tiempos.
La Primera Vuelta al Mundo es, decidida y definitivamente, uno de esos momentos estelares de la Humanidad (parafraseando al austríaco S. Zweig, biógrafo de Magallanes) que no sólo resultan definitorios para la evolución de la Historia, sino que marcan un antes y un después en dicha evolución de la Humanidad, en la construcción del futuro de nuestra Historia común.
La gran aventura de la Primera Vuelta al Mundo fue, además, un hito cosmopolita, multicultural, en el que personas de muy diferentes orígenes se reunieron para conformar las dotaciones de aquellas cinco naves, las naos Victoria, Trinidad, Santiago, Concepción y San Antonio, que se lanzaron a la mar desde Sanlúcar de Barrameda un 20 de septiembre de 1519, volviendo como sabemos a nuestras playas un seis de septiembre de 1522, tres años después de comenzada la aventura, solamente la nao Victoria, con 18 supervivientes de la expedición original, culminando de ese modo una de las mayores aventuras de la Historia de la Humanidad.
Una expedición comenzada por un portugués de Guetaria, Magallanes, impulsada por un rey-emperador nacido en Flandes, Carlos V, hombre de sangre paneuropea (un abuelo austríaco, una abuela flamenca, el otro abuelo aragonés y la otra abuela castellana…), culminada por un vasco de Guetaria, Juan Sebastián de Elcano, narrada por un italiano, Antonio Pigafetta, y medida por un griego, Francisco Albo, y en la que personas procedentes de tantas regiones diferentes distintas y distantes (de Andalucía, entre otros territorios) tuvieron un peso determinante, y que daría paso a un mundo nuevo y distinto, demostrando que las distancias eran reales, enormes pero abarcables, por enormes que fueran, y que personas muy diferentes, procedentes de unos horizontes culturales no siempre tan cercanos podían, si querían, hacer posible lo imposible.
Sanlúcar debe ser hoy día epicentro de una conmemoración, y su peso y papel en la Historia de esta hazaña queda de manifiesto en la propia historia de la I Vuelta al Mundo, de aquella “Armada de la Especiería” de Hernando de Magallanes y de la nao Victoria de Juan Sebastián Elcano, una historia que hermana asimismo, a través del río Guadalquivir, del litoral del Golfo de Cádiz y de los océanos, a territorios imposibles de entender unos sin los otros como son los que compusieron la geografía de la Monarquía Hispánica a lo largo y ancho del todo el Orbe terrestre.
El Golfo de Cádiz y el Guadalquivir son ejes de ese gran ámbito de comunicación y de relaciones que fue la Monarquía Hispánica, con el viejo río Betis (el Guadalquivir) y el Litus Curense (el ámbito del Golfo gaditano) de los romanos como espina dorsal de las navegaciones oceánicas de época moderna, espacios hermanados por su común Historia y por el hito histórico tan significado de la Primera Vuelta al Mundo, que se fraguó en estos escenarios del Sur peninsular gracias al concurso de personas, horizontes e instituciones de medio mundo y que tuvo en Sanlúcar de Barrameda el vértice de ese “Cosmódromo de la Modernidad” (de ese Baikonour, de ese Cabo Cañaveral…) que, como venimos señalando desde hace años, se localiza en el antedicho eje del Golfo de Cádiz y el río Guadalquivir.
La difusión del conocimiento, la socialización de los valores de nuestra Historia, son (y deben ser siempre) cuestión esencial en nuestro horizonte de trabajo: sólo conocer mejor nuestra Historia, nuestro pasado, nos hará mejores como individuos y como sociedades.
En estos últimos tiempos venimos tratando de poner en valor una realidad que tiene todo que ver con los méritos de nuestro pasado y que se articula en torno a la Conmemoración de un hecho fundamental para la Humanidad como fue la Primera Vuelta al Mundo, donde tantos dieron lo mejor de sí mismos para que este planeta fuera, aún más, un espacio común para todos y de todos.
Es justo y cabal que lo celebremos, y que lo hagamos tomando en consideración las piedras centenarias de los monumentos de Sanlúcar contemporáneos de la I Circunnavegación, como las del Palacio Ducal de Medina Sidonia, iglesias como las de la Trinidad, San Jorge, Regina con su convento o La O, sin olvidar al no menos histórico Castillo de Santiago, unas piedras y unos monumentos que conocieron de primera mano la proeza de Magallanes y Elcano hace ahora 500 años, hace ahora medio milenio.
Y seguiremos defendiendo y propugnando que la Historia es un espacio común para todos y de todos, como demostraron nuestros valientes antepasados, españoles, portugueses, italianos, griegos, gentes de tantas procedencias, cuya hazaña inmortal nos ha traído hoy aquí, cinco siglos después, a ver cómo se funden en un inmortal abrazo ciudad, río y oceáno, a la luz de Sanlúcar de Barrameda.