Mudanzas y rescates
Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».- Tertulianos
Vienen ya siendo carne de parodia, cada vez parecen más ridículos, tendenciosos y vendidos a ese sucedáneo del argumento que es el “argumentario”
De cada uno, sabemos por dónde irán sus desahogos ideológicos, de cada uno y cada una de ellos y ellas, conocemos perfectamente a qué voz responden. A esa, sí, claro, a la voz de su amo, apropiándose para tan peregrino cometido, del bellísimo nombre de la marca de gramófonos. Qué porquería.
Y todos conocemos a los amos, o por lo menos a sus tentáculos más evidentes que atenazan la opinión en forma de plataformas, grupos de comunicación y opinadores al peso. Por diez kilos de mierda dialéctica contra Irene Montero, un contrato para ir a rascarte los huevos los sábados por la noche a algún ”salsa rosa” de la política patria.
Los defensores de la ministra, de esa o de cualquier otra, otro u otre.. tampoco te creas que son unas lumbreras. Dan tirria, casi al mismo nivel de tirria o de fatiga, aunque no pueda uno sustraerse de la carga ideológica y vea más brillo y más ganas de sangre en los colmillos de la otra trinchera que en los de la propia.
Yo creo que llegará un día en el que se sientan tan grotescos, que ni por los buenos euros que cobran, se irán a repartir su manojo de doctrina por los platós televisivos.
Tuvieron su momento y tendrán ahora, con lo de las elecciones, un rato de gloria opinadora, pero tengo esperanza- todavía- en la especie y llegará el luminoso día, como en los himnos, en que los ciudadanos entiendan que las cosas no son blancas o negras, que hay matices, que hay razones del otro que pudieran estar dictadas por la cordura y hasta por la decencia (quitando a Vox, claro) que hay atenuantes en este o en aquel comportamiento, que el enemigo de hoy- pregúntenle a Pedro Sánchez y sus célebres insomnios en campaña- puede ser un compañero de viaje pasado mañana.
Entonces, cuando ese puro amanecer- seguimos con el himno- nos sorprenda a todos y pongamos la radio y escuchemos soltar culebras, insultos y escarnios a los locutores locos y a su cohorte de aduladores bobos, la humanidad, liberada de dogmas y ordenamientos morales, cambiará de canal para escuchar tranquilamente la música de Nina Simone, y serán mejores.
Y si tienen el cuerpo guerrillero esa mañana, se calmarán un poco. Y si es en la televisión desde donde saludan a las huestes los tertulianos, quitarán los compatriotas esa cadena y verán una vez más una película de Capra, o Sopa de Ganso, de los hermanos Marx , o La regla del juego, de Renoir.
La humanidad por fin liberada de estridencias y bocazas, apagará todos los aparatos domésticos y se sentarán un hombre y una mujer, cada uno en su sofá, para leer a los poetas.
Y, parafraseando a uno de ellos, Julio Vélez, veremos a la gente llena de músicas, salpicaditas de palabras y rescoldos. Y el silencio, que es una opinión como decía otro, temblará sus aires como las banderas del viento.
Yo creo que todo esto, con la edad que tengo, lo veré. Estoy casi seguro.