El Resucitado de la Hermandad del Santo Entierro de Sanlúcar de Barrameda: una escultura sevillana inédita de hacia 1600
Óscar Franco Cotán, Antonio Romero Dorado, José Manuel Moreno Arana
En esta ocasión presentamos una nueva obra de arte, perteneciente al patrimonio cultural de Sanlúcar de Barrameda, que hasta el momento ha pasado inadvertida para la Historia del Arte y el público en general. Se trata de una escultura de bulto redondo, realizada en madera policromada, de 175 cm de altura; una imagen religiosa cuya iconografía corresponde a la de Jesús Resucitado y que es propiedad de la Hermandad del Santo Entierro. Esta obra -de laque no existe registro gráfico o historiográfico alguno-, ha permanecido custodiada por dicha corporación en su sede canónica, en la antigua Iglesia Conventual de San Francisco de Asís, retirada del culto y oculta para fieles y estudiosos. Afortunadamente, hace dos años tuvimos la ocasión de verla, gracias a la gentileza de la Hermandad. Con ello, enseguida percibimos la antigüedad y el interés que tiene la escultura, circunstancias que eran totalmente desconocidas por sus propietarios, quienes mostraron la mejor disposición para facilitar su estudio y difusión. En este sentido, trascurrido este tiempo, se ha gestionado el depósito de la obra en el Museo de la Iglesia Mayor de Sanlúcar, donde permanecerá como “obra invitada” por tiempo prorrogable, para que la puedan disfrutar los visitantes e investigadores que lo deseen. Para ello, se ha dispuesto en la sala principal de esta Jesús Resucitado, Hermandad del Santo Entierro, colección permanente frente a la excelente escultura manierista del Niño Jesús Triunfante sobre la Muerte, estableciendo un parangón estético y temático. Asimismo, con el fin de completar el sentido iconográfico de la imagen durante la presente exhibición, se le han colocado unas potencias procedentes del tesoro de la parroquia y una sencilla cruz metálica que ha sido realizada ex profeso. Desde el punto de vista estilístico, observamos que se trata de una escultura de escuela sevillana, realizada hacia 1600, dentro de los postulados clasicistas imperantes en la metrópolis andaluza, en aquellos momentos de finales del siglo XVI y principios del XVII. Sus ojos almendrados, el modelado del cabello y las uñas en forma de teja, son algunos de los elementos que delatan ese origen geográfico y cronológico. Asimismo, los dos mechones en forma de tirabuzón que se forman a ambos lados de la cara, resultan un rasgo especialmente peculiar, que a nuestro juicio nos habla de un escultor anónimo, cuya estética no está demasiado lejos de maestros conocidos de aquellos años, como por ejemplo Andrés de Ocampo en el relieve del Descendimiento de la iglesia de San Vicente de Sevilla (1603-1605), o de obras tales como la Inmaculada de la Parroquial de San Andrés de Sevilla, tallada por Andrés de Castillejos a partir de un modelo de Gaspar Núñez Delgado (1587). El detalle del largo tirabuzón sobre el hombro también está presente en el Resucitado de la Hermandad dela Quinta Angustia de Sevilla, creación de Jerónimo Hernández (1582-1583). Aunque se trate de una pieza de un mayor manierismo, pudo ser tomada como modelo iconográfico a nivel de composición general para este tipo de representaciones en la escuela sevillana, como ocurre en la talla sanluqueña. En cuanto a su estado de conservación, resulta evidente su precariedad. Además de un tosco repinte generalizado y de pequeñas zonas en las que se aprecia una necrosis superficial, la imagen presenta una considerable pérdida de volúmenes, especialmente visible en el hombro derecho, así como en los dedos de la mano izquierda. De igual manera, se aprecian grandes faltas de color, en las que aflora una policromía subyacente y zonas doradas en el sudario. Por su parte, la mano derecha se trata de un añadido posterior, realizado en estuco, alambre y madera, que además presenta un gran deterioro. Asimismo, parece que parte de la anatomía ha sido rehecha, usando yeso o pasta de madera, algo que resulta más evidente en la parte inferior de las piernas, especialmente en la zona trasera.
Aunque de momento no tenemos datos al respecto, creemos que esta imagen pudo crearse para la Procesión de la Resurrección, un cortejo de cuya celebración en Sanlúcar tenemos noticias desde al menos 1575, en el testamento de la Condesa de Niebla.
También conocemos la existencia de esta procesión por un documento de 1623 referido a la fusión de las hermandades de las Cinco Llagas y Nuestra Señora de la Soledad. Por él consta que la primera de estas cofradías salía, además del Jueves Santo, el Domingo de Resurrección, acordándose en ese momento mantener esta última salida.
Opinamos que en este contexto debió de encargarse la talla que nos ocupa, la cual puede fecharse, efectivamente, en torno al periodo comprendido entre los dos citados años de 1575 y 1623. Por ahora, no han sido localizadas más alusiones documentales ni a esta salida procesional ni a la imagen con posterioridad. Esperemos que en el futuro la investigación en los archivos -incluido el de la Hermandad-, pueda arrojar luz sobre este asunto. Para terminar, desde estas líneas agradecemos a la Hermandad del Santo Entierro la generosidad mostrada con este préstamo y desde aquí animamos a su Junta a que incluya la restauración de esta obra entre sus proyectos de futuro. El VI Centenario de la fusión de la Hermandad de las Cinco Llagas y de la Soledad, que se cumplirá en 2023, quizá sería un buen momento para afrontar una recuperación histórica que hemos querido iniciar con este pequeño texto.