
La necesidad del miedo
José Antonio Córdoba.-Pese a que nos damos por los amos del mundo y parte del universo, en realidad no somos más que el perro acobardado que disimula esconder el rabo entre las patas.
Si en nuestros orígenes temíamos a lo que no comprendíamos, las tormentas, las fases de la luna, la caída de un meteorito o una erupción volcánica, hoy pese al “conocimiento” que poseemos somos muchos más temerosos, e hipócritamente pretendemos dominar el universo.
Del miedo a los fenómenos naturales, pasamos a temer a quienes nos dominan por el uso de la fuerza, de la religión y de los falsos profetas de salón que tanto vienen abundando a lo largo de nuestra historia.
Si una semilla ha sabido crecer en el miedo colectivo del ser humano, esas son las que germinan de las profecías.
Cada cultura ha abonado sus propias profecías, unas han quedado en meras leyendas, en cuentos para asustar en torno a una hoguera, otras se han seguido abonando y estando presentes a lo largo de los siglos.
Sin embargo, ha sido este primer cuarto del siglo XXI dónde se han rescatado del olvido profecías, que ciertos sectores han utilizado para infundir, o más bien, rescatar ese miedo colectivo de la sociedad.
En una sociedad moderna tecnológicamente, que se ha desprendido de su lazo con la naturaleza, el miedo colectivo ha ido acumulando polvo, a tal punto que apenas reparamos en nuestra inferioridad, salvo cuando ciertos fenómenos naturales nos recuerdan la fragilidad de nuestra especie.
Hemos pasado un 2024 dónde se ha buscado en profetas del pasado cualquier indicio de lo que ha sucedido, donde se han rescatado las letras incomprensibles de Nostradamus para dar explicación a la conducta de exacerbados políticos. Videntes que afirman ver el caos campando a sus anchas por el planeta, pandemias, guerras mundiales -que nos van a faltar números romanos para enumerar-, etc.
En definitiva, si miramos lo que nos venden no son más que calamidades, catástrofes, casi siempre con los mismos actores en diferentes escenarios, las grandes superpotencias. Porque profetizar que Andorra le declara la guerra a Francia o España, suena, bueno, no suena nada, no convence ni a los conspiranoicos. Todo sea por vender.
Sin embargo, pocas profecías presentan una evolución para mejor de la especie humana, ninguna pone fin a las guerras, a la hambruna, a las diferencias sociales…
Siempre lo he dicho, y me lo habrán leído, que el ser humano es la especie más agresiva, carroñera y asesina del planeta y universo conocido, quizás por eso las profecías no pueden ver un futuro despejado en la evolución de la especie humana.
Vivimos esperando que una civilización extraterrestre nos invada, con el sueño de que seremos los prota de “V” o “Independance day” y les haremos frente, siendo los machos alfas del corral.
Pero a fin de cuentas, las profecías no son más que presentimientos que reflejan una realidad que percibe un individuo en un momento y circunstancias en concreto. Si uno no puede hacer planes a largo plazo, voy a ser generoso, no más de un año, como se va a profetizar acontecimientos siglos más tarde. Es como predecir el tiempo a quince días, la predicción que se haga ahora, mañana es bien distinta.
Podríamos acogernos al carácter esotérico, al conocimiento universal del cual formamos parte, para afianzar la veracidad de quienes han profetizado, y no lo voy a negar, pero se produce el mismo fenómeno, las variantes que sufrirían dichas predicciones son incalculables, sin obviar, que somos una especie perecedera, y que el hombre de cuando Napoleón al actual no es el mismo, ni sus circunstancias, cultura o necesidades. Es más, incluso un cataclismo sería circunstancial, relativo e influenciado por innumerables variantes.
Sin embargo, la especie humana necesita de esa lista de profecías ambiguas para mantener ese miedo colectivo. Profecías que curiosamente afectan a un número determinado de la población. Profecías que se producirán en tiempos lejanos al profetizador. No he leído, que puede que la haya, una profecía la cual se produjese en vida del citado o citada. Es como, “estaros contentos que os vais a joder, pero yo no estaré”
Eso sí, estaros tranquilos que la III Guerra Mundial ya está en marcha, solo es cuestión de semanas.