La democracia y la ley del embudo

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Enrique Romero Vilaseco.- Desde el pasado 17 de junio tenemos nuevo equipo de gobierno en nuestro Ayuntamiento. En realidad no es un   equipo de gobierno, sino dos. Y tampoco tenemos un  alcalde, en esta ocasión alcaldesa, sino dos: la alcaldesa de IU y el otro alcalde del PSOE. Y esto es así, no porque yo lo diga, sino porque cualquiera que sea  un poco observador se habrá dado cuenta de lo aquí expuesto. La prueba de lo que digo es palpable basta con seguir la política sanluqueña. Pero si aún tiene dudas le pongo un ejemplo. Hace pocas fechas se cumplieron 100 días de gobierno del pacto de IU/PSOE, y como suele ser habitual se hace balance de la gestión llevada en esos 100 días que llaman de cortesía. Pues bien, en un equipo de gobierno normal saldría el portavoz del mismo a realizar dicho balance en nombre de todo el gobierno, sin embargo, en nuestra querida ciudad han comparecidos y por separado la alcaldesa, Carmen Álvarez Marín, haciendo su propio análisis y, por otro, Víctor Mora Escobar, realizando su reflexión. Es decir, un equipo de gobierno bicéfalo en donde nadie quiere perder protagonismo. Y dicho todo esto paso al tema que quiero tratar en este artículo.

                 La democracia es el mejor de los sistemas políticos, por lo menos eso dicen. Pero, la auténtica, esa democracia pura y quizás por ello utópica, esa no la percibo. Conocerán ustedes en qué consiste la ley del embudo, ese dicho tan utilizado en nuestra tierra cuando queremos definir las ventajas que tienen unos a costa de los otros. Ese artilugio tan necesario a veces para no derramar ni la más mínima gota de cualquier elemento líquido. Ese sencillo instrumento que tiene una parte estrecha y otra más ancha, lógicamente, nos la apropiamos nosotros. Pues bien, ese ritual tan a la orden del día en nuestra convivencia cotidiana alcanza sus cotas más altas cuando analizamos el “mundillo” de concejales, alcaldes, diputados, gobernadores, presidentes varios, etc. En esta  democracia que nos ha tocado vivir, vemos innumerables ejemplos de corrupción, de abusos de poder y demás ilícitas actuaciones, que sería largo y aburrido citar. Son los escándalos a gran escala y a nivel nacional que todos tenemos en la mente. Sin embargo, sin dejar el mismo tema, quiero quedarme en las pequeñas “actuaciones y tratos de favor” falta ética y de estética. Esas pequeñitas cosas que vemos cada día revoloteando por nuestro alrededor y que para la gran mayoría pasan desapercibidas. Cosillas como son los privilegios de los que gozan los susodichos políticos enumerados anteriormente y que el resto del personal más que disfrutar de ello, sufrimos la carencia de los mismos. Ejemplos: las tarjetitas de los aparcamientos oficiales, no siempre utilizados en los fines para los cuales fueron inventados; los pases de favor en conciertos, corridas de toros, partidos de fútbol, carreras de caballos, y demás actos sociales y culturales, sin abonar las correspondientes entradas; los viajes en barcos para hacer turismo ecológico gratuito; el libre y rápido acceso para cualquier dependencia del Ayuntamiento o en demás edificios oficiales sin soportar colas o tener cita previa; los regalitos y obsequios que a veces suelen caer sin uno esperárselo; la tranquilidad de cobrar las asignaciones y sueldos sin temor al retraso ni a la incertidumbre de créditos bancarios, gracias a los cuales cobran todos ellos.  La lista podría seguir, pero creo que es un buen botón de muestra.

           Cuando los concejales juran o prometen sus cargos como representantes de los ciudadanos, lo primero que reciben es una medalla con el escudo de la ciudad. Podéis llamarme ingenuo, carajote, tonto o gilipollas, pero que sin haber demostrado tu valía, te impongan una medalla me parece una ofensa al sentido común. Las medallas se deben ganar y no que te las regalen.

          Cuando la clase política que nos representa asimile en su gran mayoría que está para servir al ciudadano y no para servirse del ciudadano, entonces nuestra democracia habrá alcanzado la mayoría de edad. “Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen. No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera subir, sea servidor vuestro y el que quiera ser primero, sea esclavo vuestro. Igual que este Hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir…” Mt, 20, 25-28. Hasta que este mensaje no se haga realidad seguiremos asistiendo atónitos a espectáculos tan desagradables y nefastos, como los que acontecen en el Congreso, Senado, Parlamentos o Plenos. Ejemplos que hemos presenciado: un escupitajo a un diputado en el Congreso; una parlamentaria que apunta con el dedo a modo de pistola a una presidenta; otro parlamentario que le da tres cachetitos a un presidente…

          Por otro lado, están los privilegios  de toda la clase política, prebendas que no tienen límite, pues cada vez surgen otras nuevas para  una casta que cada vez se aleja más del ciudadano. El diputado por el hecho de serlo ya tiene un buen sueldo, pero si esto no fuera suficiente, reciben otras “pequeñeces sin importancia” como: un IPhone de última generación, un iPad y a todo eso recientemente se ha aprobado que cada diputado tenga un asistente  personal: Es decir, si en el Congreso hay 350 diputados habrá 350 asistentes, al margen de los que ya existían por cada grupo político. Vamos, una especie de mayordomo o criado que estará al servicio exclusivo de cada diputado.  Que yo sepa, ningún partido político ha renunciado a este nuevo privilegio y nadie ha abierto la boca. Y es que ya se sabe que los políticos españoles viven en otro mundo, en su propia burbuja, para ellos no hay crisis ni penurias. Pero usted, querido ciudadano no se enoje ni rabie, todo lo hacen por el bien del país y para mejorar nuestras vidas.

         En fin, la ley del embudo, ellos siempre tendrán la parte ancha y el pueblo la estrecha. ¡Hay que joderse con esta democracia!

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