Volviendo a la isla

Cultura, Gallardoski

Pobre Jerusalém. Juan Gallardo «Gallardoski».-

El estallido de esta nueva  represión atroz- me niego a llamar guerra a una banda de pirados con tirachinas y cohetes enfrentándose a una banda de fanáticos bélico/religiosos que posee uno de los ejércitos más poderosos de la tierra- ha sido consecuencia de la orden  de desalojo contra decenas de familias palestinas en un barrio de Jerusalén Este.  

Nos negamos siempre a nombrar guerra a lo que hizo la ETA contra el estado español.  Mafia, terrorismo, lo que sea menos guerra, porque esa calificación dotaba de cierto prestigio a la banda armada. 

Ahora bien; cuando se sacan tanques, bombarderos y misiles al siniestro tapete del conflicto, enseguida nos apuraremos por llamar guerra total a esa infamia contra la población civil, porque en este caso llamar guerra a ese instinto genocida,  será una forma de justificar la inmoralidad y el desequilibrio. 

He llamado pirados, sí, a la resistencia heroica de los jóvenes palestinos frente al poderío y la impiedad del ejército judío. No lo hago por ofenderles, lo hago porque ya no sabe uno cómo llamarlos, porque ya no sabemos cómo catalogar a la dignidad de un pueblo que sabe que será otra vez masacrado. 

Ser líder de una de esas revueltas tiene que ser tremendo, saber a lo que llevamos a esos chicos, saber lo que van a hacerles, saber lo solos que estamos en el tablero internacional, saber por dónde se pasará Israel la nueva resolución de la ONU, saber cuánta hipocresía y miseria moral se van a destilar por los impolutos platós televisivos de occidente y por las redacciones del periodismo mercenario mundial. 

 ¿Cómo se atreven los líderes de Hamás a lanzar mierda religiosa sobre los cerebros de sus acólitos conociendo las consecuencias? ¿Qué esperan los marginados y sometidos palestinos de un estado islámico como el que pretende el puto delirio yihadista, nacionalista e islamista de estas lumbreras? Salir de Málaga para entrar en Malagón. 

Porque saben muy bien los barbudos Imanes del motín que tras estas escaramuzas lo que viene después es peor que lo que había;  peores y más humillantes los controles fronterizos, más duras las condiciones de vida en los territorios ocupados, más crueles las condiciones laborales, pues no se conoce que haya sionistas que sean, además de píos cumplidores de la Torá;  peones de albañiles, ni jornaleros del campo, ni camareros precarios. 

Tras las carreras, las ondas del David atribulado frente al Goliat que no cesa en su empeño de dominación, cada palestino tiene que acudir a su puesto de trabajo en Jerusalén, porque en la tierra Palestina como no sea haciendo túneles o ideando estúpidos cohetes que serán nueva causa de desgracia para los más débiles, poco curro hay. 

No parezca que hay equidistancia en estas palabras que escribo. Lo que tal vez sí que encuentres sea perplejidad ante la barbarie. 

Para que me entiendas; si te parecen muy justos los bombardeos a la población civil palestina, porque tienes una gran perspectiva socio política y no se te enternece el corazón como a una modistilla con las desoladoras imágenes, y además;  consideras que la afrenta del cohete criminal no merece otra respuesta que el horror justiciero, ya sé por dónde vas. Y a dónde quieres llegar. También sé dónde te mandaría yo de no ser una persona muy educada, como a mí me gusta creer que soy. 

Si obvias interesadamente que en Israel se vive un apartheid de facto que propicia que un día puedan bombardear tu casa, otro desalojarte de ella por el simple motivo de que tu parcela se la ha antojado al sobrino neoyorkino de un rabino, el siguiente día pueden detener a tu hijo de trece años una escuadra de diez tíos armados hasta los dientes, hercúleos y bien alimentados, meter a ese hijo tuyo de trece o catorce años en una cueva de vejación y torturas y no volverlo a ver en mucho tiempo. O jamás. Si obvias el origen de la bestia, sólo vas a poder emitir el mismo rugido que la bestia emite. El del odio. 

Pobre Jerusalén . La mezquita de Al Aqsa, el muro de las lamentaciones y el santo sepulcro. ¿Se perdería mucho? ¿Cuántas vidas ha costado esa afición a la vida eterna de todos estos y sus santos cojones? 

Pobre Jerusalén, debían darle nuevas tierras por esos desiertos de dios a todos los que allí viven, colonizar una extensión de terreno bien grande, como hicimos aquí con la colonia Monte Algaida. 

Una gran deportación humanitaria y tras ese movimiento histórico de contingentes humanos, cuando ya no exista posibilidad de que nadie salga herido, coger los aviones y los cañones y bombardear para siempre jamás la ciudad Santa, que por seguir con el delirio místico, parece haber estado siempre en manos del diablo.

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