Apuntes de Historia CCCLX
Paseando por la Sanlúcar de 1519 (V)
Manuel Jesús Parodi Álvarez.- Seguimos ahora con el paseo que nos hemos propuesto en torno a algunos de los principales hitos y referencias monumentales de los tiempos de la Primera Vuelta al Mundo, acercándonos ahora a otro de los principales monumentos históricos de la localidad.
Desde las alturas de la Barranca sanluqueña -que es decir desde las alturas del Tiempo- el Palacio Ducal de Medina Sidonia, hoy en día sede de la Fundación Casa de Medina Sidonia, se asoma a la desembocadura del viejo río Guadalquivir como un blanco espejo de Historia y cal en el que los siglos se hacen visibles en las estructuras de este monumento de nuestro común Patrimonio, así como en el tesoro documental que alberga, el Archivo General de la Fundación Casa de Medina Sidonia, el archivo de los Guzmanes.
Una vez, hace acaso más de mil años, este Palacio fue ribat árabe (o, mejor dicho, donde hoy se encuentra el Palacio hubo un ribat…), allá por los los tiempos en que los señores de Al Andalus respondían a la a veces imperiosa llamada de los moecines.
Así, en los tiempos en que los emires almorávides alzaban banderas en esta orilla septentrional del Estrecho de Gibraltar, los muros del Palacio Ducal de Medina Sidonia contaban ya en esos entonces viejas historias de normandos, de vikingos llegados desde las brumosas aguas del Norte de Europa para asaltar el valle del Guadalquivir, el Gran Río del Sur, cabalgando las aguas de este curso sobre sus drakkares.
En el Palacio se abrazan tiempo y memoria, fundidos en la forma de evocadoras estructuras, de muros, arcos, puertas, ventanas hurtadas a la vista, torres escondidas, que remontan su existencia a muchos siglos atrás, de modo que desde el ribat islámico, ese espacio consagrado a la oración y la defensa del territorio, hasta las actuales hechuras del monumental edificio, pasean por las páginas de su Historia los muchos episodios vividos a lo largo de los siglos por la residencia de los Guzmanes, espacio fortificado sobre la Barranca y el río, anterior al castillo de Santiago y sede de la Casa Ducal durante siglos.
Y en las alturas del Palacio Ducal, el tesoro documental constituido -como hemos mencionado- por el Archivo General de la Fundación Casa de Medina Sidonia y conformado por millones de documentos históricos que contienen páginas y páginas de una Historia aún por conocer, un tesoro documental testimonio y prenda de nuestro pasado.
Un legado de los señores de Sanlúcar de Barrameda y de una Historia que trasciende de la propia Sanlúcar de Barrameda salvado para la posteridad y para todos nosotros gracias a la labor de la XXI duquesa de Medina Sidonia, Doña Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, quien consiguiera hacer del Archivo una realidad al servicio de los investigadores y por ende de toda la ciudadanía, un legado custodiado y puesto en valor en Sanlúcar de Barrameda.
En el conjunto del Palacio se aúnan Patrimonio Histórico de naturaleza Mueble e Inmueble, Patrimonio Documental, Patrimonio Artístico, y sus históricos jardines, testigo aún hoy, ya en pleno siglo XXI, de la Barranca sanluqueña, del espacio de estas costas hace siglos, todo lo cual forma parte de una misma realidad histórica y patrimonial, un legado de siglos atrás preservado para el bien común.
El Palacio es un verdadero tesoro de nuestra Historia, testigo directo de la Primera Vuelta al Mundo, del gran Viaje de Hernando de Magallanes y Juan Sebastián de Elcano, quienes debieron conocer la residencia de los duques de Medina Sidonia, que eran señores de Sanlúcar de Barrameda desde finales del siglo XIII, allá por aquellos aún primeros años del siglo XVI, en los días últimos del hoy día tan remoto verano de 1519 cuando la Expedición al Maluco se hizo a la mar desde las riberas sanluqueñas.
Quizá los oficiales de la Armada de la Especiería subieron desde la orilla del Guadalquivir, en el Arrabal de la Ribera de la ciudad (entonces aún villa), desde ese entonces bullicioso entorno de la calle Ancha de los Mesones y la calle Bretones hasta las cimas barrialteñas del Palacio por la calle Jardines, de la que hemos hablado en artículos precedentes de esa serie y de la cual se recuperó no hace mucho el pequeño tramo conservado por el tiempo…
Un pavimento que dataría de principios de la Modernidad, por poco tiempo anterior a la llegada a esta -entonces- villa de las naos de Magallanes, una calle flamante, con una solería nueva, que habría podido sustentar los pasos de las caballerías a la grupa de las cuales Hernando de Magallanes y los altos oficiales de la Armada del Maluco quizá subieron a presentar sus respetos a los señores de la villa sanluqueña.
Allí habrían conocido los distintos espacios de este antiguo ribat reconvertido en alcázar “viejo” de Sanlúcar, tanto los exteriores como el Patio de Armas (hoy mutado en los hermosos y acogedores jardines del Palacio) como los interiores, como los espaciosos y nobles salones y crujías del complejo palacial, sin pasar por alto las torres que acaso entonces se dejaban ver con más nitidez que en nuestros días y que ponían de manifiesto la funcionalidad defensiva de la sólida estructura del Palacio, sin tampoco obviar los arcos de origen medieval islámico que una vez fueron las puertas del antiguo ribat de la Barranca y que aún son apreciables hoy día.
Ese mismo entorno de las actuales calle Bretones y calle Trascuesta (a los pies del Palacio Ducal), cabe decir que tan transformado desde hace quinientos años, tan cambiado respecto a lo que debió ser hace ahora medio milenio, pero que -pese al paso del tiempo- conserva aún las esencias de lo que debió ser cuando las naos Victoria, Trinidad, Concepción, San Antonio y Santiago, las naves de la Armada de la Especiería, zarparon desde las aguas sanluqueñas bajo el mando del portugués al servicio de Castilla Hernando de Magallanes rumbo a los lejanísimos mares del Extremo Oriente en busca de islas y especias…, navegando una ruta secreta que llevaría a los expedicionarios mucho más lejos de lo que de seguro imaginaron: a dar la Primera Vuelta al Mundo, desde Sanlúcar hasta Sanlúcar a lo largo de los tres años que iban desde el 20 de septiembre de 1519 hasta el 6 de septiembre de 1522.