Carmen Álvarez y el dogma de fe

Editorial SD, Sanlúcar Digital

SD.-Que España es un estado aconfesional es algo que desinteresadamente se olvida por los que promueven un «Mundo feliz» posterrenal y por aquellos que compran este discurso celestial para la obtención de los réditos políticos que los mantengan cerca de la silla aun conociendo la «anormalidad» de sus actos contra natura como ha estado sucediendo hasta el pasado 28 de junio. 

La separación entre la Iglesia y el Estado es un principio fundamental que busca asegurar que las instituciones religiosas no ejerzan un control indebido sobre las decisiones políticas y gubernamentales, y viceversa. En este sentido, la decisión de la alcaldesa de Sanlúcar, Carmen Álvarez, de no asistir a un pregón, no solo está respaldada por su derecho a la libertad de creencias, sino también por el respeto a la separación entre las esferas religiosa y política. 

La alcaldesa de Sanlúcar tiene sus propias convicciones religiosas, políticas o filosóficas y el derecho a expresarlas o no expresarlas, sin temor a discriminación o represalias, lo cual incluye la decisión de no participar en actos o eventos religiosos si sus convicciones se lo impiden.  

Todos los alcaldes socialistas o populares fueron abducidos por el mundo cofrade porque el quid pro quo deja contento a ambos para que todo siga igual, pasando por alto la Carta Magna y volviendo a reiterar, con sus intenciones, que la Constitución española es solo una declaración de intenciones, dúctil y maleable como el mejor metal, pero muy quebradiza ante cualquier objeción contra sus creencias.  

El respeto a sus dogmas de fe y a la libertad religiosa no se pone en duda por cuanto la patrona de Sanlúcar saldrá como todos los años el 15 de agosto para alegría de todos los que comparten esos sentimientos y lo hará con la cooperación, ayuda, apoyo institucional, logístico y económico del ente público local como les informó la alcaldesa en reunión el pasado 4 de julio. La presencia de Carmen Álvarez es irrelevante por cuanto su ausencia no desluce un ápice un pregón o el desfile de la patrona por las calles de Sanlúcar.

La presunta falta de respeto de la primera edil sanluqueña, que el pregonero pontifica en su diatriba, es contra la institución cofrade y su advocación mariana por la ausencia de la edil en el mitin cofrade.Otro exabrupto de aquellos que quieren hacer comulgar con ruedas de molino a quien en su programa electoral deja claro su laicismo y el de la organización política a la que pertenece. 

Pretender que Carmen Álvarez se pliegue a sus liturgias religiosas es una coacción a su libertad, que ella como alcaldesa, sin embargo, no recomienda a los hombres y mujeres de fe para que asistan a sus actos públicos y menos aún afearles su ausencia. 

La alcaldesa de esta ciudad está obligada a «cumplir y hacer cumplir la Constitución como norma general del estado» y no hay un renglón en esa Ley que le recomiende, inste u obligue a asistir a eventos de una comunidad religiosa o cofrade sea cual fuere el credo.  

Carmen Álvarez necesitará la ayuda de todos los sanluqueños y sanluqueñas y otros organismos estatales, regionales o provinciales para llevar a cabo su labor sin la asistencia del «altísimo» o su madre. Si al cabo no lo consiguiera, no será ninguna divinidad quien decida su futuro sino el pueblo de Sanlúcar dentro de cuatro años, incluidos los que conjeturan la bondad infinita de la alcaldesa perpetua de la ciudad.

Cada uno en su casa y dios en la de todos que quieran dejarlo entrar. 

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