Apuntes de Historia CCCXC
Sanlúcar y la manzanilla en Armando Palacio Valdés (VII)
Manuel Jesús Parodi..-Venimos prestando atención desde hace ya algunas semanas en estas páginas que dedicamos a la divulgación histórica y patrimonial desde hace casi diez años a la novela del asturiano Armando Palacio Valdés (nacido en la localidad astur de Laviana en 1853 y fallecido en Madrid durante la guerra civil española, en el año 1938) titulada “La hermana San Sulpicio”.
Esta obra fue publicada originalmente en el año 1889 y llegaría a contar con una muy alta popularidad -durante largo tiempo, además- entre los lectores españoles, hasta el punto de que, es de entender que merced a dicha popularidad, sería llevada al cine hasta en tres ocasiones entre los años 20 y 50 del siglo pasado, con una jovencísima Carmen Sevilla como protagonista femenina en la última de dichas tres versiones.
Como saben los lectores de esta serie, hemos venido fijándonos de manera especial en los contenidos de dicho libro (y no son pocos, de lo que da testimonio la propia duración de esta serie, que cumple hoy con su séptima entrega) que de una u otra forma guardan relación con la ciudad de Sanlúcar de Barrameda y con la manzanilla.
Como también veníamos señalando en los anteriores artículos que hemos dedicado a este tema (algo que conviene hacer, puesto que de esa manera se fijan las referencias a las páginas, lo que de otro modo quedaría en el aire al darse referencias de páginas sin especificar la edición a la que pertenece el volumen y por añadidura a la que pertenecen dichas páginas mencionadas), la edición de la novela que manejamos es la publicada por la editorial Orbis-Fabbri en Barcelona en 1994 (con ISBN 84-402-1663-7 y Depósito Legal B-523-1994).
Esta edición del libro que empleamos, confeccionada en tapa dura y con lomo curvado, cuenta con un total de 286 páginas, siendo que el texto en sí de la novela comienza en la página número 5 de la referida edición barcelonesa que viera la luz hace ahora casi tres décadas.
La mayoría de las referencias que presenta esta obra en las cuales se puede rastrear directa o indirectamente a Sanlúcar de Barrameda tienen -de un modo u otro- que ver con la manzanilla, vino que aparece en diferentes pasajes de la novela, mostrándose escenarios de muy diferente rango y nivel económico y social y en contextos geográficos así mismo diferentes y lejanos entre sí, tanto dentro como fuera de los límites de Andalucía, bebiéndose manzanilla (de acuerdo con lo mostrado en las páginas de este libro) en ciudades -capitales- como Sevilla, como Madrid o como Barcelona.
Es de señalar, empero, que en el caso de esta última ciudad no habría de tratarse de un consumo habitual de manzanilla, sino de un caso y un contexto puntuales, relacionados con la celebración de una exposición internacional (la Exposición Universal de Barcelona -lo que está implícito en el texto del libro- celebrada en 1888, justa y precisamente el año anterior a la publicación de la novela, lo que da muestra de cómo el autor incluye referencias reales y cuestiones de la actualidad de su momento, consideración que puede ser aplicable a los apuntes que hace sobre la manzanilla…) y con un stand de dicha muestra promovido por el Ayuntamiento… de Sevilla.
En el sentido de lo anterior, recordaremos que -como decíamos en nuestro precedente artículo- Armando Palacio Valdés escribe sobre la manzanilla con conocimiento de causa para unos lectores que es de pensar serían de ámbito nacional (de toda la geografía española) y que es de considerar que comprenden aquellas cosas, cuestiones y matices que el autor de la novela escribe, un público lector que es de entender que comprende y acaso conoce (al menos parte de dicho público) las cosas que este escritor asturiano cuenta sobre la manzanilla (y los jereces) muy entrada la segunda mitad del Novecientos.
Hemos hablado con anterioridad de cómo Palacio Valdés construye un paisaje de imágenes conceptuales en el que la “caña”, el vaso de caña, cuando es mencionado de manera independiente en su texto evoca directamente a la manzanilla, de la que se convierte en sinónimo.
De esta forma, el continente (el vaso de caña) no sólo evoca al contenido (la manzanilla) sino que lo nombra y lo representa, como sucede en no pocos pasajes de la obra, lo que pone de manifiesto que los lectores del libro (cuando fue escrito, a finales del siglo XIX), muy posiblemente, comprendieran el mensaje lanzado por el autor y supieran que “cañas” venía a significar “manzanilla” en las páginas de Palacio Valdés, más aún cuando al hablar de los jereces el asturiano deja claro que se servían en copas, y no en vasos de caña que quedan vinculados de manera exclusiva a la manzanilla.
De este modo volvemos a encontrar dicho binomio “cañas”-“manzanilla” en los párrafos de Palacio Valdés en sucesivos momentos entre las páginas 237 y 241 de esta edición, donde hasta en ocho ocasiones (y en diferentes contextos de asueto y esparcimiento social en la acción de la novela) se mencionan términos y expresiones como “cañita” (páginas 237 y 239), “caña” (página 239), “cañas” (páginas 239 y 240), de nuevo “cañas” (página 240), “cañas y más cañas” (página 241), una vez más “caña” (página 241 igualmente) o “bolo”, término del que en el mismo texto y entre paréntesis se señala su significado: un “bolo” no es ni más ni menos que “una caña llena” (página 241).
En este sentido Luis Montoto, en su obra “Costumbre populares andaluzas” (manejamos la edición de la misma hecha por Renacimiento en 1998, en Sevilla; ISBN 84-89371-51-2; Depósito Legal Se-2880/98), señala: “El tabernero vende el vino por botellas; en vasos que, por su cabida con relación a la unidad (cuartillo) se llaman ochos y medios; y por cañas, que son vasos de cristal entrelargos y cilíndricos, en los cuales se sirve la manzanilla (…)”.
Y tras punto y aparte, el mismo Luis Montoto y Rastentrauch continúa diciendo sobre este particular: “Cuando se llena el vaso hasta la gola pierde el nombre de caña y toma el de bolo” (L. Montoto, obra y edición citadas, página 41).
Es significativo este apunte de Montoto, por cuanto dicho autor sevillano es enteramente contemporáneo de Armando Palacio Valdés (1853-1938), habiendo nacido el primero en la capital hispalense en 1851 y falleciendo en la misma ciudad en 1929, unas fechas contemporáneas a las del asturiano Palacio.