Apuntes de Historia CCCLXXXIV
Manuel Jesús Parodi.-Sanlúcar y la manzanilla en Armando Palacio Valdés (IV)
Continuaremos en estos párrafos de hoy desgranando los contenidos relacionados con la manzanilla y con Sanlúcar de Barrameda que jalonan las páginas de la novela “La hermana San Sulpicio”, de Armando Palacio Valdés (nacido en Laviana, Asturias, en 1853, y fallecido en Madrid en plena Guerra Civil, en 1938), una obra literaria cuya primera edición viera la luz en el año 1889, hace ahora la friolera de 132 años.
Esta obra constituye un notable ejemplo y un más que destacado exponente de la literatura costumbrista y naturalista española del siglo XIX y gozaría de un muy sensible éxito entre los lectores del momento, hasta el punto de que la misma sería llevada a las pantallas cinematográficas en tres producciones diferentes entre los años 1927 y 1952.
Como señalamos en cada uno de los artículos que estamos dedicando a este argumento, la edición de esta novela con la que nos que manejamos es la Orbis-Fabbri de 1994, publicada en Barcelona en dicho año (ISBN 84-402-1663-7; Depósito Legal B-523-1994); como venimos apuntando, el texto propiamente dicho de esta obra comienza en la página 5 de esta edición de Orbis-Fabbri de 1994 y concluye en la página 285 de la misma.
A medida que íbamos leyendo esta novela pudimos reparar en que en la misma es posible encontrar diferentes, no precisamente pocas, referencias -ya sean directas o indirectas- a Sanlúcar, lo que nos movería detenernos a considerar dichas referencias para finalmente traerlas a estas páginas de divulgación histórica, con la intención de que a través de dichas referencias sea posible llevar a cabo una aproximación a cómo habría podido ser la imagen de esta ciudad en la España de la segunda mitad y los finales del Ochocientos de la mano de las palabras escritas en esos momentos por el asturiano Armando Palacio Valdés.
Acaso de esta manera y por este mecanismo podremos quizá acercarnos de algún modo al que pudiera haber sido el peso y el papel de Sanlúcar de Barrameda en el imaginario colectivo de los lectores de novela realista y costumbrista en la España de la Restauración Canovista.
En buena medida, gran parte de las referencias que aparecen en esta novela y que guardan relación con Sanlúcar giran en torno a la manzanilla, vino cuya mención aparece en diversos momentos de la obra, generalmente en un contexto de marcado tenor social y vino que a finales del XIX (momento en que se escribe la obra y en el que se desarrolla su acción) trasciende de las divisiones sociales e incluso geográficas en España.
De esta forma la manzanilla se muestra degustada por las élites económicas de la España de la época así como igualmente por personas extracción social más popular y con menor renta.
Al mismo tiempo la manzanilla es consumida tanto dentro como fuera de los límites geográficos de la región andaluza en esos tiempos, como hemos tenido ocasión de señalar en párrafos anteriores de esta serie, tanto en Madrid como en Barcelona, por ejemplo.
Retomamos en la página 124 de la edición que manejamos la consideración de las referencias directas e indirectas a Sanlúcar en la novela “La hermana San Sulpicio”; en dicha página encontraremos una mención del padre de la condesita de Padul, a la que citábamos la pasada semana, la joven aristócrata sanluqueña que es uno de los personajes principales de esta novela.
Pues bien, en esta página 124 del libro se señala que el conde de Padul (quien es de origen sanluqueño, como su hija) se llama Jenaro (con “J”) Montalvo; de este modo conseguimos conocer nombre y apellido de este ilustre y extravagante (en la novela) aristócrata sanluqueño afincado a caballo entre su localidad natal de Sanlúcar de Barrameda y Sevilla.
La siguiente referencia de interés la encontraremos en la página 169 de la obra, cuando se habla, literalmente de “…una batea de cañas de manzanilla”, la cual sería ofrecida al protagonista de la novela como gesto de cortesía por algunos de los clientes de un “establecimiento de bebidas” en el que éste se encontraba, en la ciudad de Sevilla.
En la misma página y unas pocas líneas más adelante se nos presenta a este mismo personaje “…apurando una caña…”, una caña sin duda perteneciente a esa antedicha “batea” o bandeja que le había sido ofrecida un momento antes, en una invitación que no sólo es un gesto de amabilidad: respecto del mismo se informa al protagonista, gallego de origen, que “…aquello en Andalucía (…) era un acto de cortesía y franqueza que debía agradecerse”, especificándosele igualmente que haber rechazado aquella invitación podría haber traído consecuencias negativas para el convidado.
Señalaremos que una vez más, también, podemos ver aquí la tan estrecha asociación existente entre los vasos de caña y la manzanilla: como hemos venido apreciando (y podremos volver a apreciar más adelante en el texto de Palacio Valdés), las cañas (los vasos de caña) eran los vasos por excelencia para el consumo de la manzanilla en los momentos en que se sitúa la acción de la obra, hasta el punto de que en diversas y no pocas ocasiones se menciona a dichas “cañas” incluso sin hacer referencia directa a la manzanilla, pues en la propia mención explícita de las cañas se encuentra la mención implícita a la manzanilla que las mismas contienen por excelencia.
En la página siguiente, la 170, encontraremos otra asociación “clásica” de la cultura enológica y gastronómica de Sanlúcar de Barrameda, la existente entre la manzanilla y los langostinos: de este modo, en esa misma taberna sevillana y un poco más tarde en el día de la acción, el protagonista del libro encontraría a quienes le habían convidado un rato antes comiendo “…alcaparras y langostinos, remojándolos con tragos de manzanilla”.
Retomaremos la serie en el próximo artículo a partir de este mismo momento del libro y de esta misma referencia, que no termina aquí y que estamos seguros de que merece una mayor consideración y un mayor detenimiento por nuestra parte y por parte de todos los lectores.