Templarios.Mercenarios al servicio de…

Cultura, José Antonio Córdoba

José Antonio Córdoba.-Hablar de Templarios es sinónimo de hombres santos que dieron su vida por una causa divina.

Bueno, esa es la imagen que nos venden todas estas asociaciones NEOTEMPLARIAS que campan por aquí y por allí. Y cuyo fin es captar miembros.

Se denota una falta de base en sus argumentos leyendo cualquiera de sus publicaciones en redes sociales o páginas web, donde hacen alarde de una devoción religiosa, que ni el párroco más avezado en Teología, pareciera superar.

Pareciere que estos Nuevos templarios quisieran con esta corriente religiosa de postín y, ¡ojo!, ¡no es insultar!, pues la mayoría carece de una Cátedra en Teología, pues ponerse en bien con la Santa Sede para que les otorgue la venia y con ello equipararse a los auténticos Templarios. Por otra parte, algo muy alejado de la opinión del Vaticano, que al respecto, ha publicado en dos ocasiones que no tienen interés en reconocer a ninguna de las asociaciones neotemplarias, y menos aún, otorgarles el favor papal.

Algo en parte muy lógico, pues como cita el Jesuita Juan Nadal y Cañellas en LA ABOLICIÓN DE LA ORDEN DEL TEMPLE Y SU GESTACIÓN:Esta -La Orden del Temple- había sido terminantemente prohibida por Clemente V en su bula Vox in excelso y Juan XXII al principio de su Ad ea ex quibus lo reconoce expresamente: «Sabiamente nuestro predecesor de feliz recordación, Clemente V, impuso, por ciertas casas justas, a los hermanos, al hábito y al nombre de la en otro tiempo existente Orden de la Milicia del Templo de Jerusalén, en nombre del concilio de Vienne y aprobándolo este, una abolición irrefragable y perpetuamente válida, prohibiendo expresamente que nadie osase, de la manera que fuese, recibir o retener su hábito o comportarse como templario

Queda claro que no solo un Papa, sino dos, convergen en la disolución de la Orden del Temple. Aunque ahora esté de moda citar el pergamino de Chinón, que no tiene más validez que la de ser un documento antiguo, cuyo contenido es la reflexión de Clemente V sobre los acontecimientos vividos en la causa contra la Orden del Temple.

Es más, en la carta 28 del P. Benito Feijoo (1676-1764), sobre la Causa a los Templarios, deja bien claro, el porqué fue acertada la abolición de la Orden del Temple: «(…)por lo que mira a la mala fama de los Templarios, sobre los crímenes impuestos, que sus enemigos gritaron tanto, se debe advertir, que esa fama enteramente nació de la acusación, y procedimientos contra ellos. Antes no había mala fama. Y la prueba concluyente es el asombro con que todo el mundo oyó aquellos crímenes, cuando consiguientemente a la prisión todos los Templarios de Francia se esparció la noticia de ellos. Así la mala fama pudo nacer, y propagarse, sin culpa alguna de los Templarios. Pero aunque padeciesen inocentes aquella infamia, una vez ésta no se pudiese borrar por una convincente justificación de su inocencia a los ojos de todo el mundo, lo que muchas circunstancias hacían entonces imposible; la mala fama pudo concurrir como motivo, por lo menos inadecuado, para su extinción provisional (…)»

Feijóo también deja constancia de que Clemente V actuó condicionado por el rey de Francia, en tanto que este le ayudó a acceder al sillón de S. Pedro.

Si la historia es la que es, ¿qué es lo que buscan estas asociaciones NeoTEMPLARIAS?

Y lo más importante. No soy yo quien ofende a los Templarios, pues sintiéndome uno o empatizando con su historia, no salgo disfrazado como tal. No soy yo quien ofende a la historia o memoria de la Orden del Temple, sino aquellos que se aferran a la historia romántica de algún escritor del s. XVIII, cuna de este movimiento mal llamado “templario”.

Templarios. Mercenarios al servicio del Conocimiento. Por cierto, nada que ver con el “conocimiento” que nos venden estas asociaciones NeoTEMPLARIAS, por mucha pompa que pretendan mostrar en sus “ceremonias”

Los Templarios evolucionaron cual gusano en mariposa. Mientras hoy solo se adora el capullo…

Lo que no deja de ser respetable el esfuerzo y el folklore por mantener viva la memoria de aquellos lugares donde la Orden del Temple dejó su huella.

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