Volviendo a la isla. El siglo pasado
Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».- Si escuchábamos hablar de Jimi Hendrix, podían pasar dos años antes de que supiéramos cómo tocaba la guitarra eléctrica aquel negro maravilloso. Así era la vida. Yo admiraba a Hendrix antes de haberlo escuchado. ¿Parece raro? No lo era tanto entonces.
Ahora el conocimiento puede ser instantáneo como el café. Bastará con escribirlo en el buscador de nuestros teléfonos inteligentes y tachín…Ahí tienes todo lo que necesites saber sobre ese u otro personaje cualquiera.
Puedes escribir el mismo día que lo conoces- a Hendrix, por ejemplo- un bonito artículo sobre su destreza musical, sobre su vida y su muerte prematura por mor de la adicción a la heroína.
Equiparable a la imprenta es esta maravilla cotidiana de internet.
¿Qué otros prodigios nos deparará la tecnología? ¿Nos parecerá dentro de unos años obsoleta toda la parafernalia contemporánea, del mismo modo que ahora nos lo parecen los mensajes de texto, los faxes, los chats de ligoteo, los Compac disc o la prensa escrita?
El esfuerzo para conseguir nutrientes intelectuales es mucho menor, eso está claro. Los enciclopedistas del siglo de la razón son ahora una legión generosísima de personas que comparten sus saberes por la red.
Se dirá que las incursiones aquellas al diccionario-el cementerio, lo llamaba Horacio Oliveira, en la Rayuela de Cortázar- tenían su no sé qué de romanticismo, el hallazgo casual de una palabra cuando buscábamos otra, el agobio de los tachones en los manuscritos, el típex para borrar las cagadas literarias, el sonido de la máquina de escribir testimoniando el rapto poético cuando escribíamos.
Todo eso pertenece ya a un mundo del que en diez o veinte años apenas se acordarán unos pocos, que veremos en las películas como vemos hoy el cine en blanco y negro, o los vinilos con los que soñamos de jóvenes.
Pero había un esfuerzo muy bello para los que trataban de formarse en la provincia infame y no recibían más estímulos que pachangas rocieras y bandas de tambores y cornetas.
Mirábamos mi amigo Santi y yo durante horas el escaparate de la única tienda de discos que había en el pueblo (por cierto, ahora ya no queda ninguna) los singles allí expuestos. Emi, Ariola, Hispavox. Y los artistas posando; Bosé, Michael Jackson, la ELO, Status Quo. Los singles, siempre los mismos, o bien se llevaron allí expuestos unos tres años o a mí el tiempo, la época de la pre adolescencia me parece detenido y soy ya incapaz de ponderar lo cierto y lo imaginado.
Por eso: ¡Qué maravilla irse al rastro de Madrid y venirse al pueblo con el On Stage de Raimbow en un casete pirata (otro dispositivo perdido como los dinosaurios) que mi hermano escuchó durante todo el trayecto Madrid- Jerez, en unos walkmans (también desaparecidos, como los pedales MXR de distorsión con dos someros botones) hasta conseguir que la cinta pirata se ensuciara con mi consiguiente cabreo. O se ensuciaban los cabezales, quién lo recuerda…Ahora mismo, recordando aquel viaje a Madrid en autobuses nocturnos que duraba diez horas, he buscado el disco de Raimbow en you tube y en cuestión de segundos están sonando la guitarra de Blackmoore y la voz de Coverdale en mi ordenador, a esto me refiero cuando constato cómo ha cambiado todo y lo bien que se pueden aprovechar estos cambios a poco que no estés obsesionado con cascártela mirando a personas haciendo acrobacias con sus genitales y sus cuerpos en una página pornográfica o leyendo porquerías mucho más pornográficas aun en Ok diario.
Reza un adagio de broma en una página que se llama “yo fui a la E.G.B” que de vez en cuando miro para cerciorarme de que todo ese mundo existió y nos conformó como lo que hoy somos, que ellos “no son nostálgicos, porque ya no hay nostalgias como las de antes”
Yo creo que en general hemos ido a mejor, quitando lo de VOX y la desvergüenza y la mansedumbre generalizada y la caradura y la tontería y la frivolidad y el olor a chamusquina de los políticos y quitando a Donald Trump y al juerguista primer ministro británico, y al Brexit y a Bolsonaro y a Risto Mejide y al programa Sálvame y al programa Equipo de investigación, y al programa OT o lo que haya ahora para que canten sus karaokes dóciles cantarines sin la rebeldía y el arrojo y la angustia creativa de, pongamos, un Jimi Hendrix. En aquella época el arte tenía su marchamo de rebeldía y de cuestionamiento del mundo y si escuchábamos hablar de Jimi Hendrix, podían pasar dos años antes de que supiéramos cómo tocaba la guitarra eléctrica aquel negro maravilloso. Así era la vida. Y que si quieres que te cuente el cuento de la buena Pipa…