Mudanzas y rescates
Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».- Listas,listos y lastres
Una vez, hace ya muchos años, intervine en un debate de esos que se organizaban en una asociación muy añorada por lo que tuvo de alternativa, de democrática y de radical en esta bella tierra nuestra. Como hubo testigos que aún siguen por los caminos tortuosos de la revolución (que ya está casi) seguro que alguno se acuerda.
Uno de la banda, había invitado a unos chicos y chicas vascos. Todos ellos abertzales y de amabilísimo trato. Nos gustaban Barricada y Fermín Muguruza y creíamos que estaba todo fatal y que había que darle un buen meneo al estado. Las revoluciones acompañadas de muchos quintos de cerveza y de porros a tutiplén, parecen cosa de coser y cantar.
En realidad, nos buscábamos los unos a los otros para echar el rato, por no andar de marginados solitarios, por una ciudad lolailo y capillita, pero eso no nos lo íbamos a decir a la cara entonces.
Si, de paso, aprendíamos algo, o hacíamos alguna actividad en pos de la justicia y la salvación de los indios del Amazonas, pues mejor que mejor. Como yo, además, era guitarrista rockero y poeta canallita, enseguida hice migas con la alegre y combativa muchachada batasuna. Claro que estas migas duraron hasta que nos pusimos a hablar en serio.
Y allá que se fue uno al debate, como iba uno entonces a los sitios, esperanzado y deseando contarle al mundo su verdad.
Los de la ETA y sus adláteres habían ganado las calles y, en cierta medida, la opinión pública de la Euzkadi profunda, con su mezcla de misticismo revolucionario y su aldeanismo paleto de ikurriñas y txapelas montañesas. Y mis amigos vascos, oh melancolía, se habían comido el sapo entero. Con el asesinato (ejecución, acción y otros eufemismos, lo llamaban ellos) incluido.
Yo les dije que a mi la patria vasca me importaba más o menos lo que la patria andaluza. Por no hablar de la madre patria, la España de los Españazos. También les dije, que lo de matar a otras personas y poner bombas en los supermercados me parecía un crimen horrible, vinieran las bombas del cielo, en una diarrea de muerte sobre el pueblo inocente de Irak (o de Gernika) viniera el asesinato de la pistola legal de un picoleto, o de la clandestina de un Gudari de barriada.
Yo, notaba que me estaba quedando más solo que la una en aquella reunión e iba mirando, casi implorando, la complicidad de alguno de mis paisanos que eran bien radicales y todo eso.
Apelé a nuestra indignación contra la pena de muerte en Texas, para apuntalar mi decidido compromiso con la vida y la justicia. Anda que no habíamos perorado nosotros sobre esa infamia de las ejecuciones y la pena capital, hasta exposiciones y charlas habíamos montado. Pues nada, con lo de descerrajarle un tiro a un guardia civil de veinte años (o a un periodista, o a un catedrático de derecho institucional) en nombre de un fin hermoso y arcádico de Leninismo a la vasca (como la merluza) no había manera de conseguir, no ya aplausos y vítores a mi discurso, sino una mísera mirada de complicidad, que éramos colegas, coño.
Mis paisanos no decían nada. Ni mu. En realidad, se había creado tan buen rollo con la escuadra vascuence, que pensarían algunos que ya estaba el Gallardo (todavía no era Gallardoski) metiendo la pata con lo bien que iba todo, como pasó cuando vino el de Cuba (un cónsul me parece) y me soltó que yo, tras ponerle algunas objeciones al paraíso marxista, en la Habana no sería más que lumpen. Como aquí, ya ves qué triste destino el de uno…
Finalmente, una de las chicas, me advirtió:
-Tú, en Rentería no tienes huevos de decir lo que estás diciendo aquí.
Quise, entonces, seguir argumentando que precisamente era ese, a mi juicio, el problema; aquel comisariado político que estaba haciendo tanto daño al pensamiento y que como manera de acabar con él, con el pensamiento, justificaba la contundencia del tiro en la nuca.
Revisionista, españolista, cateto, desinformado, tú no entiendes lo que pasa realmente. Tú no sabes el gran sufrimiento del pueblo vasco por la ocupación, la monserga justificativa al punto, y yo les decía: pero si habláis con consignas y panfletos. Y ellos, dirigiéndose ahora a uno de mis amigos:
-Cuidaros de elementos como este en vuestras organizaciones, producen fatiga y desmoralizan en la lucha.
Y mi amigo en vez de decirle que se fueran a freír ikurriñas por ahí, se ponía de perfil y tranquilizaba al visitante:
-Es que es poeta y ya sabéis cómo son; extravagantes, buscando la controversia, unos peñazos, vamos.
Para colmo les anuncié que yo tenía un gran amigo Guardia civil, y eso fue como si dijera en un cónclave de beatas que era amigo de la niña del exorcista.
A partir de ahí, ni me dirigieron la palabra, no fuera a ser yo (un pringadillo de un barrio, como en la canción de Celtas Cortos) un espía de la inteligencia del estado, valga el oxímoron.
¿Por qué, dirán ustedes, cuento esta batallita?
Porque, ese proceso de normalización democrática e institucional tan esperanzador que estaba viviendo EH Bildu durante toda esta legislatura, se empieza a joder de veras, tras la inclusión en sus listas de unos cuantos, no sé si son seis o siete, da igual, con uno sería suficiente para hacer daño, candidatos a las municipales condenados por delitos de sangre.
Podrían haberlo evitado ¿no teníais a otros, cojones? Pero no, lo han hecho y producen dolor y desasosiego en las víctimas, a las que- por cierto- EH Bildu- les dijo, pensaba yo que con gran sinceridad y emoción:
El pasado no tiene remedio: Bildu lamenta el dolor de las víctimas que nunca debió haberse producido.
Entonces, si sabíais lo que esta absurda provocación iba a suponer ¿para qué? ¿una broma macabra? ¡Para bromas estamos!