Mudanzas y rescates
Juan Antonio Gallardo “Gallardoski”.-Tenía muchas ganas de ponerme delante del ordenador. He pospuesto el fregado- mira que te dije veces que comprásemos el lavavajillas, pues nada-
He dejado a un lado la lectura que me tiene ensimismado. Se trata de un libro de Gonzalo Puente Ojea, “La andadura del saber” Es uno de esos libros que te conducen a otros, por la cantidad de referencias a la historia clásica, a los evangelios, a la genealogía de las religiones y las creencias, casi siempre absurdas con que ha ido el hombre conviviendo. Y la mujer, que no se diga, que aquí el bobo lo ha hecho todo el mundo.
Lecturas que conducen, en una palabra, al conocimiento. Y, curioso impenitente como es uno, no paro de consultar en la Wikipedia datos, nombres, solemnidades de la iglesia católica, peregrinares de la fe, que a mi juicio- en contra de lo que piensa Puente Ojea- tampoco le ha hecho tanto mal a la humanidad.
Algunas veces, ha venido de lujo para soportar las vidas de mierda de muchos de nuestros ancestros. Una esperanza siempre está bien. Ya sea en la reencarnación de la carne- a ver cómo se resuelve ese paroxismo zombi, con la moda de las piras funerarias- Ya sea en la llegada de libertadores de variadas ideologías y pelajes. Ya sea en la transmigración de las almas, que eso pudiera ser más sencillo, más que nada porque quién va a comprobar que en el rostro bellísimo de de Ava Gardner, habitaba también el alma de un faquir mugriento de Bombay.
Son de una gran fantasía estos delirios de la reencarnación. Si es en personas: siempre gente de relumbrón o muy guapa, aunque, diga lo que diga el yogui come fuegos, no nos creamos ni una palabra. Si es en bichos: casi siempre en tigres de bengala o en aves dignas y hermosas. Nunca en una rata asquerosa. Jamás en un cochino de granja.
Y hablando de animales, también se me había ocurrido escribir un artículo contra la exclusión de algunas razas de perros de caza de la ley de bienestar animal. Es un tema que hasta hace poco tiempo me hubiese provocado un: ¡Estos sociatas siempre dejan a la mitad la vocación de justicia, lo cual equivale a una intrínseca injusticia! Y poco más hubiese uno pensado sobre el asunto.
Lo que pasa es que, mi hija tiene una perrita y, bueno, estoy desde hace unos meses tragándome cada una de las paridas que dije cuando no tenía vínculo afectivo con ningún animal. Ahora, qué cosas, leo el libro precioso que le escribió mi primo Jota Siroco a su perra, Cuba, y entiendo cada palabra y cada muestra de cariño que, entre ambos, escritor y animal, se testimonian en ese libro, insisto: hermoso.
Acabo de levantarme a leer un cacho de “Platero y yo” obra fundacional, canónica, para entender la comunicación entre animales y seres humanos.
Hay gente que sigue pensando, como yo hace nada, que darle tanto cariño a un bicho es antinatural. Y yo, ahora les digo que a lo mejor eso les pasa porque tienen poco cariño que repartir y por eso se les ve tan cicateros por la vida.
Venga, hombre, que hay cariño a espuertas dentro de nosotros, les diría uno a esos ahorradores del afecto, acaso de la misma manera que predicaría un cura en la parroquia, un santón en la orilla del Ganges, o un libertador de la humanidad en la sierra, tras haber fusilado a unos cuantos que, por lo que sea, no merecían esos amores.
Lo de marginar a los perros de caza de esa ley es una guarrada moral que desvirtúa todo lo demás que hayan escrito esos próceres de la patria. Dicho está.
Así que, tenía muchas ganas de ponerme delante del ordenador, como he dicho. Pero observo, a estas alturas del folio, que estoy haciendo eso mismo; tirándome el folio, confiando en ciertas destrezas del estilo, en algunos truquitos que me sé bien, porque lleva ya uno sus años perorando de esto y de lo otro.
Pero tampoco nos flagelemos más de la cuenta, que aquí, a lo tonto, a lo tonto, hemos hablado de cultura, de religión, de moral y hasta de perritos. Un ”todo a un euro, literario” como en los chinos.