Cartas de una sombra
Camino del olvido
José Antonio Córdoba.-Si algo está relativamente claro es que los adoptados hemos aprendido a lo largo de nuestra vida a olvidar, bien consciente o inconscientemente.
Pienso que el camino que todos y todas los/as adoptados/as de ciertas generaciones ha sido el camino del olvido. Un camino que en ningún momento hemos pretendido tomar por propia voluntad, pero al que nos hemos visto arrojado por los adultos adoptantes, aunque sinceramente, más justo sería decir por los adultos. Un camino que nos ha llevado a convertirnos en supervivientes.
Hoy leí un post, que personalmente y como adoptado, me ha resultado en cierta forma incómoda. Este post dice así: “Para mí la adopción es una medida de protección para la infancia y un privilegio para los adultos” Quien lo firma dice o así lo expone en su perfil de Intagram, ser profesional en esto de la adopción además de adoptada. Me imagino que esta persona habrá pasado una infancia entre cojines de pétalos de rosa. Pero desgraciadamente, para muchos de los adoptados no ha sido así.
Un adoptado (él o ella) no es un televisor de plasma que compras con opción de devolución por Amazon. No es un perro que “adoptas” para dejarlo en la terraza de tu piso haga frío o calor con un cazo de agua.
Recuerdo, que es mi opinión, la opinión de un niño que fue adoptado con seis años, muy consciente del mundo a su alrededor aunque no entendiera nada. Crecí a la sombra del silencio, del olvido, convertido en mero mueble que no saben dónde colocar, porque no encaja en ningún lugar. Nadie, ningún adulto –como dice la señora del post- se ocupó en vez de buscar un lugar, de hacerme un lugar para mí.
La adopción NO PROTEGE a ningún niño, NO ES, ni debe de ser UN PRIVILEGIO para los adultos. Pienso que esta señora, debería de leer menos leyes, menos artículos y mirar más dentro de sí, aunque habiendo leído esta demagogia de post, podría convencerme de que jamás se ha escuchado a sí misma. Es como esa persona que se pasa todo el día posteando mensajes de felicidad, amor y paz, clamando a los cuatro vientos lo que ni ella misma se cree, pero cara a la galería queda cool.
La realidad de los adoptados es más dura de lo que los profesionales de salón o de redes sociales nos pretenden vender. Nuestra realidad es vivir entre las llamas de un infierno al que no quisimos descender, pero que una vez en él nos quedaban dos opciones: Arder entre las llamas o caminar por ellas. Hoy caminamos por ellas como quien camina por entre las olas rotas de la playa.
Adoptar a un niño o niña, jamás se debe de ver como un privilegio para los adultos, porque el adulto, Señora mía, es consciente de lo que hace (bueno no siempre), pero un niño o una niña, ¡NO! Un adulto decide adoptar, el niño no grita a voces ser adoptado, no le da una patada a su madre biológica para que lo de en adopción.
Así que los adoptados de ayer y los de hoy, lo que menos necesitamos son lectores de leyes y propagandas demagógicas, necesitamos de más personas que sepan llegar a nuestro infierno, acomodarse en él y pasear junto a nosotros. Pero para hacer esto, primero se debe de haber descendido al infierno propio, cortarse las alas con la incógnita siempre de si volverán a crecer o no…