Turismo: Solución o problema

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Fernando Cabral.-Para algunos el turismo es la solución, para otros, el turismo es el problema. Lo que nos lleva a afirmar sin temor a equivocarnos, que el turismo es problema y solución a la vez. Sin embargo, son cada vez más los que piensan que es el problema.

No son pocas las ciudades en las que ya se están dando la voz de alarma acerca de un turismo desbocado y sin control, y en algunas se están tomando medidas, aunque cierto es que de forma muy timorata en relación con las consecuencias económicas y sociales del turismo masificado que se sufre. Hay comunidades autónomas como Canarias y Baleares y ciudades como Barcelona, Valencia y Sevilla, en las que la población civil se está movilizando exigiendo medidas contra el turismo masivo descontrolado que padecen.

En Sanlúcar de Barrameda, dada su peculiaridad económica y social es un buen ejemplo en la que el turismo ni siquiera llega a ser solución y se ahonda en el problema que conlleva.

Según un recién estudio realizado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), Sanlúcar ocupa el segundo puesto de ciudades de más de 50.000 habitantes con menor renta por persona, encabezando en pobreza y exclusión social. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), el desempleo es del 24% y entre la población juvenil en edad de trabajar ronda el 40%. La tasa del paro entre las mujeres duplica a la de los hombres. 

Como los sectores productivos primarios no son suficientes para absorber la demanda de empleo se apuesta de forma casi monolítica por el turismo en la localidad, hecho que no está teniendo efecto apreciable en aumentar la riqueza en la ciudad y, por ende, mejorar las cifras del paro, de pobreza y exclusión social. El turismo local, por tanto, no es la solución y panacea de la que algunos se enorgullecen y hasta alardean. Sin embargo, sí es el problema en el presente y mucho más aún será en el futuro próximo, de no regularse y controlarse desde el propio gobierno local. Algo que no se hace, a pesar de tener mecanismos para ello.

Se quiera reconocer o no, tal como dijo aquel, el turismo es una industria de poco valor añadido  impregnado en la temporalidad y la precariedad laboral y las cifras ofrecidas por FEDEA y la EPA así lo demuestra en Sanlúcar. Además, es una industria muy volátil, sujeta a modas y sensible a cambios sociales y medioambientales. 

Más allá de los fenómenos de la turistificación y la gentrificación, el turismo masivo provoca un aumento desmedido de la oferta de alquiler de vivienda de índole turístico, lo que origina, a su vez, un encarecimiento del alquiler de vivienda para fines no estacional. En Sanlúcar ya son más de 2.500 los pisos turísticos censados legalmente. Esto hace que, descartada la compra por razones obvias como los bajos salarios y las condiciones leoninas de los bancos, acceder a una vivienda en Sanlúcar en alquiler sea muy difícil, por no decir imposible. 

Para los jóvenes y no tan jóvenes sanluqueños, con la tasa de desempleo y de pobreza, acceder a una vivienda digna es una quimera y ello añadido a que desde hace décadas no se construye una sola vivienda de carácter social, la quimera se convierte en ensoñación inalcanzable. Salir de la ciudad para poder trabajar en algo que no sea la hostelería aceptando puestos de trabajo en precario cuando no fuera de la regulación laboral o para poder acceder a una vivienda digna es el prometedor futuro para los jóvenes sanluqueños.

La proliferación de pisos turísticos y el fenómeno consentido de la conversión de locales comerciales en viviendas turísticas es una realidad que no presagia nada bueno para ese modelo de ciudad amable de visitar y vivir que algunos defienden. Desde la Gerencia de Urbanismo en lo de la proliferación y en lo de la conversión de locales en pisos turísticos miran irresponsablemente para otro lado o hacen oídos sordos.

No hay que olvidar que la masificación que origina el turismo desmedido, provoca un deterioro en los servicios municipales al manifestarse insuficientes, cuyos efectos los residentes sanluqueños lo sufren y padecen todo el año.

Por otra parte, el turismo masivo provoca también una mayor demanda de los productos básicos de la cesta de la compra, y como sabemos, a mayor demanda mayor subida de precios. Una consecuencia que también sufren los residentes sanluqueños. La desestacionalización del turismo que algunos presentan como solución, y que nunca se logra, tampoco lo sería dado el modelo de turismo instalado, porque hace que las consecuencias estacionales del turismo se den a lo largo del todo el año. 

Desde el gobierno local, más allá de enorgullecerse, deberían mirarse en el espejo de muchos municipios que empiezan a tomar medidas contra el desmedido turismo, se debe poner las premisas necesarias para regular el turismo en todas sus facetas: la económica, la social y medioambiental. Apostar por los eventos lúdicos, festivos y religiosos en exclusividad no es la mejor manera. El turismo de borrachera está cerca, si no es ya una realidad en la ciudad. Si no se controla, luego vendrá las lamentaciones y las medidas coercitivas para los que gusten de este turismo, que también lo serán para los lugareños.

Es obligación de los poderes públicos, sobre todo el local, implicarse en regular racionalmente el turismo y no quedarse en las cifras que en muchos lugares como en Sanlúcar no dan para mejorar la escasa renta media por persona ni para paliar algo la pobreza y la exclusión social y si para engordar los ingresos de unos pocos. 

No se trata de renunciar al turismo, todo lo contrario. Se trata de regularlo y controlarlo para que el beneficio económico de unos pocos y el rédito político de algunos que no llegan a saber proponer medidas alternativas, no sea el problema del presente y del futuro de la inmensa mayoría.

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