
Gestión del statu quo sanluqueño
Fernando Cabral.-Statu quo es una locución latina que se refiere a cómo están las cosas en un momento específico. La frase completa en latín es in statu quo, que significa “en el estado en que (las cosas) estaban antes”.
Su origen se remonta a los tratados políticos de la Antigua Roma. La expresión se popularizó en el ámbito diplomático durante el siglo XVIII, en los acuerdos internacionales en los que se buscaba restablecer o mantener las condiciones previas a un conflicto o disputa.
Su uso es muy común en contextos políticos, sociales, económicos, culturales y legales, en los que se enfatiza la tendencia a mantener las condiciones actuales.
Un gobierno puede decidir mantener el statu quo en relación con una política específica, lo que significa que no realizará cambios significativos en esa área.
En debates sobre reformas sociales, las personas pueden argumentar a favor o en contra de mantener el statu quo, según crean que el sistema vigente funciona adecuadamente o no.
En el ámbito económico, mantener el statu quo implica la preferencia de no alterar las prácticas económicas o comerciales existentes para conservar la estabilidad y evitar riesgos peligrosos.
En el cultural, el statu quo se refiere a la preservación de las normas y valores existentes, y a la resistencia de cambios que podrían alterar los patrones establecidos.
En el contexto legal, mantener el statu quo significa preservar la interpretación actual de una ley o un precedente judicial, evitando cambios que podrían crear incertidumbre o inestabilidad jurídica.
Un statu quo preserva el poder y su ejercicio real en unos pocos en menoscabo de la transparencia, la participación y la democracia.
En Sanlúcar, desde hace décadas estamos inmersos en un statu quo político, social y económico. Los sucesivos gobiernos nada han hecho para cambiar ese estado de las cosas, ni siquiera las distintas crisis políticas en los gobiernos locales han servido para plantear cambios necesarios. Todo lo contrario, han servido para ahondar y fundamentar más ese estado de las cosas. Los sucesivos gobiernos locales y sus gobernantes ocasionales tan solo se dedican a gestionar ese statu quo, ni siquiera se han parado a cuestionarlo y de ahí que, gobierne quien gobierne, todo sigue igual.
Muchos creyeron que el nuevo Gobierno surgido del acuerdo IU-PSOE era una oportunidad para terminar con ese statu quo que atenaza a la ciudad desde hace décadas. Pero pronto se dieron de bruces con la realidad.
Del mismo modo, la ruptura del acuerdo de Gobierno, algunos la concibieron como una oportunidad para abrir las puertas a nuevas realidades. La salida del PSOE del Gobierno local podía permitir a otros actores políticos y sociales que cuestionaban el statu quo, proponer alternativas de gestión basadas en la transparencia, la participación ciudadana, la sostenibilidad y la preservación del patrimonio histórico y medioambiental. Estos grupos podrían jugar un papel clave en la configuración de un nuevo modelo de gobernanza local que rompa con las estructuras tradicionales y promover un cambio real en la política municipal. Pero, igualmente, se dieron de bruces con la realidad con la triste consecuencia de que algunos de esos grupos han terminado asumiendo el statu quo, cuando no reforzándolo o blanqueándolo bajo el trampantojo de un Gobierno para todos.
La impronta creada durante años sigue vigente y, por ello que, por incapacidad, desinterés o miedo a los cambios, se han dedicado a tan solo gestionar el statu quo que se pone de manifiesto en deficiencias estructurales, pérdida en la calidad democrática y la inercia o parálisis institucional. Lo primero perpetúa las carencias en infraestructuras; lo segundo, una influencia desproporcionada de las élites sociales y económicas; y lo último, resistencia al cambio cuando es evidente la necesidad de reformas.
Este cambio ofrecería una oportunidad para repensar la política municipal y explorar nuevas formas de gobernanza que respondan a las necesidades y expectativas de la ciudadanía, más allá de los oportunos eslóganes. La capacidad de los actores políticos y sociales para adaptarse a esta nueva realidad determinará el futuro político de la ciudad.
En el recién celebrado Pleno Extraordinario sobre el Estado de la Ciudad pudimos comprobar cómo todas las partes aceptan, por acción u omisión, el statu quo de la ciudad.