El Cádiz Club de fútbol y Julio Cortazar
Pepe Fernández.- Dos decepciones acaecieron ayer que afectó al que suscribe, que sin embargo, no quiero dejarlas pasar, más bien compartirla con quien le apeteciera conocerlas haciéndoles perder, seguramente, algunos minutos de su tiempo.
No pudo ser y el Cádiz volverá de nuevo a la segunda división del fútbol español, una liga muy competitiva en la que la chequera tiene que ver mucho con la posición que los equipos ocupan al final de la competición, salvo las honrosas excepciones como el Girona que con un presupuesto muy modesto se ha codeado con todos y le han hablado de tú a tú, en el capo de fútbol, a los más poderosos.
Me decepciona y apena, no tanto porque sea el primer equipo de mi provincia en la liga española, ni por mi mismo que soy futbolero lo justo, pero si por los miles de aficionados de Sanlúcar y el resto de grandes ciudades de Cádiz que para el próximo año no podrán acercarse al Nuevo Mirandilla a ver a los amarillos y a todas las grandes figuras de la liga que transitan cada quince días por fenicia y la trimilenaria ciudad. No hay mal que cien años dure, siempre quedará la esperanza de volverlo a ver con los grandes más pronto que tarde, a ser posible con un solo año de penitencia en segunda.
La otra decepción, subjetiva, es mi derrota irremediable, sin visos de revancha, en la pelea comprensiva con Julio Cortazar, el escritor argentino que ocupa ese lugar importante de los grandes de la lengua española.
No ha podido ser, lo he intentado, me he concentrado, releidas muchas hojas una y otra vez, pero no vi nada que me hiciera despertar, me entusiasmara, hiciera reir o llorar, pensar para llegar a una meta, un fin un por qué, un algo.Nada de nada…. y lo he dejado, RAYUELA volverá a la estantería de mi pequeña biblioteca después de mucho tiempo desde que la comprara.Una lástima, sí pero no me flagelaré para jactarme de haberlo leído.
No soy un lector empedernido, excepto cuando ejercía mi profesión embarcado como radiotelagrafista de la marina mercante, cuando los días no tenían fin ni las noches árticas tampoco, pero leo lo suficiente, ni más ni menos y aunque sienta especial predilección por la Historia, la ciencia ficción o los libros de aventuras no descarto ningún otro género que caiga en mis manos por el que sintiera curiosidad.
En mi vida solo he abandonado, antes de terminarlos, tres libros: Ulysses, La metamorfosis y éste último del que os hablo.Tres grandísimas obras, dicen, de la lengua inglesa, alemana y castellana así que la conclusión que ya pueden anticipar es que mi formación cultural o intelectual no está a la altura de estos maestros de la literatura universal, algo que, sin embargo, no me ha ocurrido con Cervantes y el Quijote o José Hernández y su Martín Fierro, por poner un ejemplo de otro argentino universal.
Cortazar me ha cortado el paso, hasta aqui hemos llegado, porque el argentino con sus licencias gramaticales y su arcaico español conjugando la segunda persona del singular o el característico «vos» no ponía obstáculo a seguir con su lectura, pero el uso y el abuso del francés me ha hecho estallar hasta sentirme un inadaptado en una novela escrita en mi propio idioma, que el autor o el editor no han tenido a bien traducir para todos aquellos ignorantes de la lengua de Molier que son legión en un teórico mercado de más de 500 millones de hispanos parlantes, una exclusión clasista para una plebe cultural que no pasa de un merci beaocoup o un bon jour en este idioma del país vecino.
Ni la Maga, ni Horacio Oliveira, ni Etienne o Roland, por nombrar algunos de los personajes de la magna obra de Cortazar, ni la caterva de pintores y escritores presentes o pasados mentados me han hecho sentir el más mínimo interés por seguir adelante con esta obra.Ni el mismo James Jame me emborrachó con sus personajes de Ulysses como el desaparecido argentino. Lo dicho: Será que los árboles no me dejan ver el bosque y mi formación académica o cultural tampoco. A ver que tal el Pérez-Reverte con «El italiano».