Del repertorio mafioso de Almería al déficit de Sanlúcar: El PP, atrapado en su propia contradicción
SD.-La derecha política española vive instalada en una paradoja que ella misma alimenta. Rabiosa, e in crescendo la violencia verbal, por alcanzar el poder, se enfrenta a una realidad aritmética que le resulta insalvable: los números no dan para una moción de censura. Esa impotencia se traduce en una estrategia de desgaste constante contra el actual gobierno de coalición, al que se intenta deslegitimar día tras día desde la tribuna, desde la calle y los exabruptos de sus dirigentes, cuando no sus bulos y mentiras ad hoc.
No es casual que se convoquen manifestaciones bajo la bandera de la lucha contra la corrupción del PSOE, mientras se ocultan o minimizan los casos que afectan directamente al Partido Popular. Desde Almería ( 18 de noviembre de 2025: la Guardia Civil detuvo al presidente de la Diputación de Almería, Javier Aureliano García, y al vicepresidente Fernando Giménez, ambos del PP.Se investigan casi 20 empresas y cinco planes de obras vinculados a adjudicaciones irregulares durante la pandemia.
La UCO aprecia delitos de cohecho, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, corrupción en la contratación pública y blanqueo de capitales.
En registros se hallaron incluso dinero negro, armas y obras de arte escondidas, lo que algunos medios calificaron como un “repertorio mafioso”.) hasta decenas de juzgados en toda España, los procesos pendientes dibujan un mapa de irregularidades que la derecha prefiere ignorar. La indignación selectiva se convierte así en un arma política, más útil para agitar que para construir.
Además, aunque algunos son de muchos años atrás, el PP aún tiene casos de piezas sueltas de su pasado más corrupto como el Caso Gürtel (2009–actualidad): trama de financiación ilegal y adjudicaciones amañadas. En 2018 derivó en la moción de censura contra Mariano Rajoy. Todavía hay piezas separadas en instrucción.
Caso Púnica (2014–actualidad): red de corrupción en contratos públicos en Madrid y otras comunidades, con decenas de imputados.
Caso Lezo (2017–actualidad): corrupción en el Canal de Isabel II, con el expresidente madrileño Ignacio González como principal acusado.
Caso Kitchen (2018–actualidad): espionaje ilegal a Luis Bárcenas, ex tesorero del PP, para ocultar pruebas de financiación irregular.
Mientras tanto, los indicadores económicos muestran que España atraviesa uno de los momentos más sólidos de las últimas décadas. Crecimiento sostenido, empleo en cifras históricas y estabilidad en sectores clave contrastan con el relato catastrofista que se intenta imponer. La realidad económica desmiente la narrativa de crisis permanente que algunos pretenden instalar.
El problema es que, en su desesperación, la derecha se deja arrastrar por los cantos de sirena de la ultraderecha, la anti política. Esa alianza tácita, disfrazada de pragmatismo, no solo erosiona su credibilidad, sino que amenaza con arrastrar al conjunto del bloque conservador hacia posiciones extremas que poco tienen que ver con la tradición democrática y mientras se critica la mayoría parlamentaria del Congreso de la que forman parte, entre otros, Esquerra Republicana, Bildu (ETA, dice la destemplada Isabel Díaz Ayuso ) Junts o PNV, el desnortado PP pacta, asumiendo sus postulados negacionistas y trumpistas, con la formación de ultraderecha Vox . El riesgo es evidente: en lugar de construir una alternativa seria y responsable, se opta por la radicalización y el ruido y usa en vano el nombre de España y su bandera.
España necesita debate, propuestas y soluciones. Lo que no necesita es una oposición que, incapaz de sumar mayorías, se limite a sembrar crispación y a abrazar a quienes hacen de la confrontación su único proyecto político.
El principal partido de la coalición gubernamental está, igualmente, inmerso en casos de corrupción que ha afectado a sus principales dirigentes políticos como sus secretarios generales y aunque la presunción de inocencia debe prevalecer en estos avatares no es menos cierto que hasta que no lo desmienta la Justicia, la corrupción no tiene indicios que sea estructural o sistemática aunque desde la cárcel los principales protagonistas de este episodio, que afecta gravemente a la política española, han encendido el ventilador contra el PSOE, el mismísimo presidente del gobierno y su esposa.
En España solo el PP ha sido condenado por corrupción a título lucrativo, lo que les costó el gobierno con una moción que alejó de la Moncloa a M. Rajoy. Su misma sede en la Calle Génova de Madrid, trituradora de discos duros, se remozó con dinero negro. El control del Senado y el viento a favor de la judicatura conservadora les da alas para creer que agua pasada no mueve molino y que los días de Sánchez en el gobierno de la nación están contados.
Pero la paradoja no se limita al ámbito nacional. En Sanlúcar, el Partido Popular ganó las últimas elecciones municipales pero, al igual que su líder Feijóo en Madrid, no supo articular la mayoría necesaria para gobernar. Una Carmen Pérez y un PP local que se jactan de su disfrute por la fruta mientras exhiben una violencia verbal explícita que airean con frescura en redes sociales y sus filas, olvidando que poco pueden aportar a una ciudad que todavía arrastra un remanente negativo de tesorería de millones de euros convertidos en deuda bancaria, un lastre que se traduce en más de 106 millones de euros de deudas, herencia de aquella época de supuesto “esplendor” bajo el PP nacional, que terminó arrastrando a la propia ciudad a una situación financiera crítica y que todavía hoy se sigue pagando con sus intereses a la banca.
La oposición faltona y cavernícola, como nunca antes vimos, así como su retórica incendiaria no sustituyen a la gestión responsable. Ni en Madrid ni en Sanlúcar, la derecha ha demostrado capacidad para construir mayorías sólidas ni proyectos de futuro. España necesita menos crispación y más soluciones reales; necesita gobiernos que miren hacia adelante, no partidos que se pierdan en sus contradicciones y en sus propias sombras del pasado acompañados, ahora, por los herederos directos e ideológicos de los que escribieron la Historia más negra de España que no dudarían en repetirla cuando las urnas, y el apoyo del PP, les den la mayoría necesaria: la sangre obliga. Solo es cuestión de tiempo, y la izquierda volverá a cometer el error de no fraguar mayorías que impidan el avance del fascismo.
