Hipocresía eclesial católica
Fernando Cabral.-Lo que está ocurriendo con esas monjas clarisas de un convento de la localidad burgalesa de Belorado tiene tinte de vodevil, ya saben ese tipo de comedia frívola, ligera y picante, de argumento basado en la intriga y el equívoco, que puede incluir números musicales y de variedades.
También podría servir como argumento de película de Berlanga, en el sentido de ser la situación resultado de una chapuza ética y moral característicamente ibérica, que pone en funcionamiento un determinado mecanismo formado por agobiantes tentáculos institucionales, sociales o políticos.
Un conjunto de monjas rebeldes haciendo negocio con la repostería que se declaran cismáticas respecto al Vaticano, un falso obispo adulador del dictador Franco tan trasnochado como sus carcomidas ínfulas de representante eclesial y un cura vividor coctelero todo envuelto en un jugoso pelotazo inmobiliario. Todo da para una serie de varias temporadas.
Lo que no da para equívoco alguno es la hipocresía que está sacando a relucir como nunca los prebostes eclesiásticos de la curia patria al respecto.
No hay día que algunos de ellos manifieste su preocupación por lo que está ocurriendo en el citado vodevil lamentando la erosión que está sufriendo la imagen de la Iglesia, esa que llaman Católica, Apostólica y hasta Romana, suponiendo un ejercicio de indudable y manifiesta hipocresía cuando menos.
Se preocupan por esta mala imagen, pero ni se inmutan por los cientos de casos de pederastia habida en el seno de la Iglesia que han intentado ocultar durante años y que han puesto todos medios posibles para impedir el esclarecimiento y la asunción de responsabilidades penales.
- El Defensor del Pueblo en un histórico informe estimó en 440.000 las víctimas de pederastia en la Iglesia española, convirtiendo a España en el país con la proyección oficial de víctimas más alta. Esto es, 1,13% de la población ha sufrido abusos en un entorno religioso y que un 0,6% han sido abusados por parte de un sacerdote. Las víctimas de este tipo de delitos son en un 17% mujeres y en un 6% hombres. Sin embargo, la prevalencia de las víctimas que son mujeres se invierte en el ámbito religioso, donde son los hombres quienes más han sufrido este tipo de abusos.
La Iglesia española lejos de escandalizarse por estos datos, se ha dedicado a negarlos y a quitar hierro a los mismos, así como, a descalificar el estudio realizado por el Defensor del Pueblo tildándolo de tendencioso y fuera de la realidad. La lentitud y, en algunos casos, el “desprecio” de algunos obispados a la hora de colaborar retrasó meses la investigación, que calcula, que el número de afectados será ocho veces mayor al que había reconocido la Conferencia Episcopal hasta ahora. Al parecer los obispos dieron instrucciones precisas para limitar la información que aportan a la Fiscalía sobre casos de abusos. La investigación también reveló la existencia de decenas de acuerdos extrajudiciales firmados entre denunciados y víctimas de pederastia.
Todos estos datos ofrecidos por el Defensor del Pueblo y las actitudes obstruccionistas denunciadas no supuso preocupación alguna en el seno de la curia por la imagen de la Iglesia española, todo lo contrario.
Sin embargo, ahora porque unas cuantas monjas y un par de vividores, con o sin razón, se hayan rebelado contra la Iglesia muestran seria preocupación por el daño que está ocasionando a la imagen de la Iglesia y su comunidad. Lo que supone un más que manifiesto ejercicio de hipocresía, solo al alcance de redomados desleales con la fe que dicen profesar, si alguna vez la tuvieron y la profesaron.
Desde el respeto a los creyentes en dicha fe religiosa aunque a veces cueste, este es un motivo más por los cuales la Iglesia Católica como institución, sus representantes y su cada vez más folclóricas manifestaciones públicas de fe religiosa no merecen la menor consideración y quienes les rinde pleitesía desde las instituciones públicas se lo deben hacérselo mirar.