Entre la espada y la Caridad
Teresa Barba Cornejo.-El debate en torno a la participación de la alcaldesa, Carmen Álvarez Marín, en los actos de celebración de la festividad religiosa de Nuestra Señora de la Caridad está hoy en las redes sociales.
Curiosamente su participación ha sido duramente criticada a derecha y a izquierda, unos por insuficiente y otros por excesiva.
No obstante, su cargo público no le exige ni más ni menos de lo que ha hecho, habiendo actuado, sin que sus críticos sean capaces de verlo, de la manera más profesional y rigurosa que una alcaldesa puede comportarse.
El origen de la Virgen de la Caridad de Sanlúcar de Barrameda, patrona y “alcaldesa perpetua” de nuestra localidad, se remonta al siglo XVII. Parece ser que a partir de una imagen que replicaba la Virgen de la Caridad de Illescas que en 1608 había traído a Sanlúcar Pedro Ribera Sarmiento, se produjeron una serie de milagros que hicieron que 10 años más tarde, en 1618, los Duques de Medina Sidonia la nombrasen patrona de sus tierras.
Algo más de tres siglos después, el 15 agosto de 1965, se produce la coronación canónica de Nuestra Señora de la Caridad, y el 1 de agosto de 1997 el templo fue categorizado como Basílica Menor por el papa Juan Pablo II, consolidándose así la devoción de los sanluqueños católicos hacia esta virgen que cada año atrae a su procesión a cientos de devotos.
La imagen actual de la Virgen es una obra que consta de dos piezas (Niño Jesús y Virgen) que data igualmente del siglo XVII, así como un templete barroco de gran belleza, valioso patrimonio artístico e histórico de la Hermandad de Nuestra Señora de la Caridad Coronada. El valor histórico y artístico que tiene esta obra y su procesión es por tanto innegable, independientemente de si uno es o no religioso o católico.
Lo que también es innegable es la aconfesionalidad del Estado Español, recogida en el artículo 16.3 de la Constitución Española, en el que se establece que ninguna confesión tendrá carácter estatal.
Esto significa que ningún representante público, en el ejercicio de su cargo, debería manifestar apoyo en nombre del Estado a un acto religioso, por más que se derive de una tradición o cuente con gran apoyo social. De ahí que siempre que un alalde de Sanlúcar ha salido en la procesión de la Virgen de la Caridad lo haya hecho a título personal y no como alcalde.
El Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda ha dado todo el apoyo logístico necesario para esta celebración y la alcaldesa ha mostrado públicamente el apoyo a la Hermandad de Nuestra Señora de la Caridad, ha visitado y participado en la reunión social que se deriva de esta tradición tanto en la confección de la alfombra de sal como en la propia sede de la Hermandad, en la que se interesó por todos los preparativos y por el buen desarrollo de la procesión, a la que no acudió por razones personales.
Los que le exigen mayor participación como alcaldesa se equivocan. También se equivocan los que le critican haber participado en la medida en que lo hizo. La alcaldesa simplemente ejerció de alcaldesa.
Los que le echaron de menos en la procesión tendrían que haberla echado de menos, no como alcaldesa, sino como católica. En ese caso, ¿es justo que le estemos exigiendo a un alcalde que sea católico? ¿Acaso no somos libres en nuestra fe o ausencia de la misma?
En una sociedad cada vez más diversa, en la que el ateísmo, el agnosticismo y otras religiones están muy presentes, llama la atención que se de por sentada la obligación de acudir a actos religiosos, por el simple hecho de ser parte de la tradición de un pueblo.
Por otro lado, aquellos que se declaran ateos, ¿acaso no echarían de menos que el Ayuntamiento de Sanlúcar se interesase por el buen desarrollo de un acto social de cualquier otra índole?
Como es habitual, el responsable político está en el centro de las críticas, y en esta ocasión se encontró entre la espada y la pared. Esta vez la alcaldesa ejerció de alcaldesa, entre la espada y la Caridad.
Teresa Barba Cornejo es Cónsul Adjunta de España en México pero este artículo de opinión es a título personal por ser una sanluqueña más.