Volviendo a la isla. Qué coñazo
Juan Antonio Gallardo «Gallardoski».-Ya titular así un artículo le pone en bandeja al propio coñazo la broma, el chiste fácil.
En fin, yo lo que quiero preguntarle, señor pelmazo, es lo siguiente:
¿Qué es lo que me quiere usted decir cuando me censura por preocuparme ahora de una guerra que desde el año dos mil catorce viene más o menos larvadamente, sufriéndose en esas frías tierras de Eurasia o como quiera usted llamar a ese basto país?
¿Quiere usted decirme que no me ocupe ahora, tal y como viene haciéndolo el mundo mundial, de ese conflicto, o que llego tarde y lo que me sucede a mí es que me dejo llevar por el río que baja contaminado siempre, de la actualidad?
Usted, querido pelma, dirá lo que quiera usted decir, pero ni una vez le he escuchado hablar del conflicto- y mira que usted habla por los codos casi de cualquier cosa- de la guerra de Crimea, ni de la revolución o contra revolución, que uno nunca sabe ya si llega tarde a los conceptos ni a las liberaciones de los pueblos oprimidos, ni de nada de lo que aquello supuso.
Usted está como yo: Estupefacto y, quiero creer, porque que usted sea un pelmazo no quiere decir que no tenga usted corazón, conmovido ante las imágenes de los bombardeos y de la gente huyendo de sus casas, y del horror de los disparos en las plazoletas donde hace nada se tomaba la gente sus buenos lingotazos de vodka tan plácidamente.
Usted, por mucho que divida el mundo en bonísimos e impíos y considere al enemigo de su enemigo (creo yo que más imaginario que otra cosa) su amiguito, usted tiene que andar horrorizado ahora.
También lo estaría cuando el levantamiento de carácter más bien fachilla- eso no me lo niegue usted si nos atenemos a los apoyos de que gozó – y que se llamó “Revolución de la dignidad” y que acabó derrocando al gobierno de Víktor Yanukóvich, que creo – o usted cree- que era muy bueno. El nombre de este tío lo he tenido que buscar en Google, porque no me lo sé.
No me sé ni el del ministro de asuntos exteriores español, pero lo veo por la tele y digo; ese con cara de pajillero de colegio de curas es el ministro de asuntos exteriores de España. Pues con Yanukóvich , tres cuartos de lo mismo. Sé quien es, aunque no quiero tenerlo cerca.
Seguro que sabe usted hasta cómo se pronuncia en ruso ese nombre. A mí me cuesta pronunciar Donal Trump. Ya ve.
Y tú, querido lector, cómplice anónimo de estas columnas, te preguntarás qué me sucede hoy, ajeno a esta polémica y un poco sorprendido. Pues verás, te cuento; el otro día puse una cosa en el Facebook que, por lo que sea, unas cuantas personas compartieron. Les gustaría el post. A veces pasa. Lo transcribo, no para chulear, ni para quitarme trabajo y aprovechar para rellenar folio. Esto fue lo que escribí:
“La guerra, qué estafa. No teníamos bastante con la enfermedad y ahora los enfermos de sí mismos inoculan un nuevo virus mortal a la pobre gente. No morirá Biden, no caerá Putin. Ni siquiera el presidente ucraniano, más jovencito. Caerá la pobre gente, como siempre, como saben, como está escrito. Y eso puede ocurrir, porque hay pobre gente que defiende todavía a estas alturas del timo -qué estafa, la guerra- la nacionalidad de un misil. Fuego amigo. No hay fuego amigo, queman todas las llamas, tonto. No seas tonto, no vayas, que se maten ellos. Que nosotros andamos en otra cosa; aquella barbacoa, la chirigota, el conjunto pop…que no queremos matar ni el tiempo”
Lo de “La guerra, qué estafa” se lo copié a Eduardo Haro que recurría a este adagio cada vez que escribía sus columnas sobre la primera y la segunda guerra de Irak. Lo demás es cosa mía.
Bueno, pues resulta que uno que cada vez que puede lanza sus pelotitas de mierda sobre mí, se ha pasado dos días mandándome mensajes y tonterías por ese texto.
Que si antes no me preocupaba, que le compro el discurso a la unión Europea y a los EEUU de América, que Putin es mejor que Biden, que por culpa de sentimentalismos como el mío está la izquierda revolucionaria como está (¿cómo está?) que si me tomo a broma el drama como hacen los supuestos escritores modernitos, que si soy un modernito, que si un antiguo.
Un mamón soy, vamos.
Lógicamente yo no le contestaba nada, y ese silencio algunas veces para él era cobardía y otras lo traducía como arrogancia.
Terminé bloqueándolo, cansado ya de su diatriba post soviética y nostálgica de ejércitos rojos y otras fábulas llenas de sangre. Roja, sí, la sangre ya decía Blas de Otero, es siempre colorada.
Si escribo ahora, aquí, todo esto no es por otra cosa que, porque sepa, pese a mi bloqueo en las redes- es que amigo pelmazo, tengo muchas cosas que hacer- que no es que yo sea indiferente a sus enfados y cabreos. A mí me afecta todo.
Si alguien me pone o me dice que le ha gustado mucho un artículo, una copla, un poema mío, me pongo más contento que un chiquillo con un globo. Pero, querido mío, lo que no se puede ser en esta vida es un coñazo, hombre.
Y te lo digo por tu bien, que uno tiene una edad y de otra cosa no, pero de aguantar pesados se un rato. Ea, por mi parte es todo. Un abrazo, pero desde lejos.