Cartas de una sombra
José Antonio Córdoba.- Una pluma y una vela
Cual caóticas han sido las vidas que llevaron aquellos que hoy llamamos «grandes escritores»
En épocas donde la mejor compañía para uno de cualquiera de estos ilustres de la literatura era una cuartilla, una pluma y una humilde procesión de velas con las que han dado vida a las mejores obras que la humanidad conoce y admira.
Asiduamente me pregunto ¿Cómo en situaciones tan humildes aquellas mentes gestaron tan magníficas obras literarias?
Quizás, es mi ignorancia la que me lleva a ver la pobreza del escritor de antaño, acompañado de un vino levemente agrio y un trozo de pan donde florece un hermoso jardín verdoso.
Digo esto, porque, mi vino no es agrio, mi pan a lo sumo endurecido de dos días, las telarañas de mi celda aún no llegan de pared a pared; por velas, una solitaria bombilla, y aún así, pienso en ellos cuando en la penumbra de mi prisión tomo cuartilla y pluma.
Quizás nos una, no la calidad de estas letras que escribo, -ya que no cuelgan en estas frías paredes título que me doctore en literatura, filosofía o ciencias, aunque en los estantes de mi mente se amontonen pergaminos de mis experiencias en esta vida y algunas pasadas-, pero sí la melancolía de la soledad que nos consume como la llama lo hace con cera de la vela que la sostiene.
Quizás, como muchos de aquellos, escribo por el placer de ver el baile indeciso de mi pluma sobre una cuartilla amarillenta, al compás de la música que orquesta mi mente…