Apuntes de Historia DXVII
Manuel Jesús Parodi.-La manzanilla en Agustín de Foxá (VII)
En los párrafos de hoy continuaremos con nuestra intención de aproximarnos al tono, espíritu y tenor de las diferentes menciones que de la manzanilla lleva a cabo el polifacético escritor y poeta Agustín de Foxá [https://dbe.rah.es/biografias/9839/agustin-de-foxa-y-torroba] en los capítulos de su novela “Madrid de corte a checa”, un libro que se convertiría en un clásico de la literatura española de la primera mitad y mediados del pasado siglo XX y cuya primera edición vería la luz en el contexto de la guerra civil española, en el lejano año de 1937.
Volveremos a señalar ahora (en atención especialmente a quienes no hayan leído los artículos anteriores de esta pequeña serie) que esta novela, de la que empleamos una edición publicada en Barcelona en 2001 por la editorial Planeta, se organiza en tres grandes capítulos, a saber: Primera parte. “Flores de Lis” (entre las páginas 13 y 80 del libro); Segunda parte: “Himno de Riego” (páginas 81 a 218 de la obra); Tercera parte: “La Hoz y el Martillo” (páginas 219 a 351 del volumen), contando así mismo con un prólogo que corre a cargo del escritor, profesor e investigador Jaime Siles (prólogo que se encuentra entre las páginas 5 y 12 de la edición de que nos servimos).
Como sabemos, en las páginas de esta novela, Foxá hace mención en varias momentos (hasta en cuatro ocasiones) de la manzanilla: en tres casos de forma explícita y en una (la última) de forma tangencial, y ello siempre en un ambiente de marcado corte pretendidamente andaluz, costumbrista, inmerso en el tópico que el autor parece si no condenar sí rechazar.
Rechaza Agustín de Foxá (aristócrata él mismo), de este modo, el falso costumbrismo de lo andaluz convertido en un escenario vacío para diversión de los señoritos, e incide de este modo el autor (en lo que no deja de ser una forma de denuncia del caso, como adelantábamos en párrafos anteriores), en el costumbrismo de lo falsamente andaluz.
Es ése el contexto en el que de hecho inserta sus menciones de la manzanilla este escritor queriendo poner de ese modo de manifiesto y en evidencia (y de ahí el tono y carácter de denuncia en Foxá) cómo lo andaluz, reducido a tramoya, a caricatura casi, parecería encontrar su espacio en (siendo equiparado con) lo frívolo, lo mundano, lo procaz, reflejando así el autor de la obra el ambiente del “señoritismo” madrileño (pues la acción se desarrolla en Madrid) en los convulsos años 30 del siglo pasado.
Y lo hace Foxá planteando unas escenas que se desarrollan en escenarios de acción diversos y diferentes en tres sí, como es el caso del domicilio particular del que fuera primer presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora (andaluz de Priego de Córdoba, adscrito a las derechas y converso reciente al republicanismo tras haber sido nada menos que ministro en los gobiernos del rey Alfonso XIII), o de un afamado restaurante y tablao del Madrid más castizo de la época, el famoso “Villa Rosa”, espacio en el que se daban cita los potentados del momento al calor de las guitarras y los cantes de Andalucía, buscando ese falso ambiente andaluz que Foxá pone en evidencia.
Como se ha señalado en los precedentes párrafos de esta serie, señalaremos que de las hasta cuatro menciones que hace Foxá de la manzanilla, la primera de las mismas se ubica en la primera parte de la novela (en el capítulo titulado “Flores de Lis”), mientras la segunda y la tercera de dichas menciones se localizan, ambas, en la segunda parte del libro (en el capítulo que lleva el igualmente significativo título de “Himno de Riego”, alusivo al momento que se retrata en las páginas de esta novela histórica).
La manzanilla aparece de este modo (y en estas tres ocasiones, aun tratándose de escenarios espaciales distintos) entre azulejos, farolillos, guitarras y cantes, en una exposición en absoluto inocente, pues Foxá parece querer dejar claro un cierto binomio que se conformaría entre la manzanilla y el amor por ese falso costumbrismo que hemos mencionado por parte de ciertas élites de su época, unas élites sociales y económicas a las que desde el perfil ideológico al que se adscribe Agustín de Foxá (la Falange) se considera caducas y causantes en buena medida de la negativa deriva del país.
Por ello podemos señalar que en las páginas escritas hace ahora casi un siglo por aquel aristócrata y diplomático madrileño de raíces catalanas (que siempre se consideró catalán), encontramos un tono cierto, revestido de literatura, de denuncia por parte de este autor en lo que se refiere al uso torticero, vulgarizante, de lo andaluz (metáfora y resumen de lo español, no se olvide) por parte de unas élites económicas, políticas y sociales de la España de los años 30 del siglo pasado que alegre y triunfalmente encabalgaban en dichos momentos cruciales de la Historia de España los fenecidos tiempos monárquicos con la recién llegada época republicana entre cantes y vinos, sin abandonar los privilegios de los que gozaban y abundando en los estereotipos de los que se servían y a los que en fin de cuentas se veían también sujetos a pesar de su aparente ánimo y voluntad de cambio (como es el caso de un Niceto Alcalá Zamora, ejemplo de “gatopardismo” -de camaleonismo político- en este caso donde los haya…), cuando no directamente pese a su presumible y presumido espíritu revolucionario (caso de Francisco Largo Caballero, retratado -que no caricaturizado- también por Agustín de Foxá en estas páginas).
En sus párrafos, insistimos, el autor dibuja un cuadro de un ajado y falso ambiente andaluz, estereotipado y rancio, haciendo a todas luces con ello una denuncia nítida de este tipismo de cartón piedra que estereotipaba (y acaso lo sigue haciendo) lo andaluz reduciéndolo a un tono casi caricaturesco al tiempo que poniéndolo al servicio de unas élites económicas y sociales esencialmente ignorantes de una cultura andaluza a la que menospreciaban y a la que usaban como escenario, fondo y marco de sus juergas, con lo andaluz convertido en un pastiche plano donde unos artistas de auténtica calidad, unos profesionales dignos y celosos de su trabajo, se veían obligados a trabajar sujetos al arbitrio y al capricho de algunos quienes se amparaban en su poder económico para hacer su voluntad (…nihil novum sub sole).
En las próximas, y últimas, páginas de esta serie abordaremos la última de las menciones de los vinos de nuestra tierra en esta novela histórica y política, abundando en lo que señalamos: la dignidad de lo andaluz reivindicada, al cabo, por Foxá.