Apuntes de Historia DIX
Manuel Jesús Parodi.–¿De qué hablamos cuando hablamos de Patrimonio? (I)
Como decíamos en párrafos precedentes, en demasiadas ocasiones (casi como una actitud vital permanente), el cuerpo social de una comunidad (mayor o menor) vive ajeno (en líneas generales) a su propio Patrimonio Histórico, a su bagaje cultural.
Conocemos bien casos de ciudades -también de ciudades en nuestro propio entorno- donde el cuido de su herencia y tesoro patrimonial en particular forman parte de las señas de identidad de dichas localidades. Así, hay pueblos y ciudades en nuestro contexto, en nuestro entorno y en la provincia de Cádiz en general, en las que el cuidado del Patrimonio Cultural (que es decir de sus señas de identidad, a lo que llegaremos) es algo plenamente identitario, atendido y respetado por los gestores públicos de dichas ciudades y por la ciudadanía de las mismas.
Pero, como decíamos hace unos días, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de Patrimonio y de cuidado del Patrimonio? ¿Estamos acaso hablando de la voluntad e incluso el “capricho” o el “gusto particular” de unos pocos, de algo que sólo afecta, atañe y preocupa a unas minorías de -por así decirlo- “sibaritas” culturales y de espíritus sensibles que son los únicos a los que parece afectar esta cuestión?
¿Estamos acaso hablando de un asunto que el cuerpo social percibe y siente como menor, secundario, e incluso -y quizá- intrascendente, algo que solo sirve para el solaz y preocupación de unos pocos que no tienen (dicho pronto y mal, dicho en modo y tono coloquial) otra cosa de qué ocuparse y otra cosa en qué entretenerse…?
Incluso, como también decíamos, ¿estamos hablando acaso de una “pescadilla que se muerde [eternamente] la cola” y que solo sirve para el aparente y supuesto “lucimiento” de algunos y para que otros tengan piedras que arrojar a sus enemigos particulares?
En demasiadas ocasiones, insistimos, el Patrimonio se convierte incluso -por la mala acción y cabe decir que -incluso- por la mala fe de algunos -y ello no sólo en Sanlúcar de Barrameda- en una suerte de arma arrojadiza, tan pesada como vacía de contenido en realidad, puesto que -también en no pocas ocasiones- algunos de aquellos a quienes “se les ha llenado la boca” (de nuevo pedimos disculpas por el tono coloquial) con discursos y proclamas en los que manifestaban su devoción por el Patrimonio, al cabo y una vez llegada la hora de la oportunidad -y por tanto de la verdad- (es decir, la hora de poder gestionar, de tener autoridad y medios para gestionar) finalmente terminan haciendo lo contrario de lo que pregonaban dejando una vez más al Patrimonio en el desamparo, cuando no en el abandono.
Ahora, a la redacción de estos párrafos, pasada ya la semana en la que en todas partes (menos en Sanlúcar de Barrameda) se ha celebrado el Día Internacional de los Monumentos y los Sitios, el 18 de abril, proclamado como tal por la UNESCO, nos hemos encontrado -parafraseando el título de la novela de Martín-Santos- con un “tiempo de silencio” estrepitoso que pone al descubierto y de manifiesto muchas cosas a todo entendedor…
Es necesario tener presente y acaso comenzar diciendo que cuando hablamos ahora y aquí de Patrimonio no estamos hablando de la riqueza que determinadas personas o entidades acumulan, como también es necesario señalar que cuando hablamos de Patrimonio no estamos únicamente ni principalmente hablando de Patrimonio Histórico, Monumental, Artístico, Arqueológico, es decir, de Patrimonio creado por el Humano, sino que cuando hablamos de Patrimonio estamos hablando tanto de Patrimonio Cultural, esto es, el Patrimonio creado por el ser humano, pero también estamos hablando de Patrimonio Natural o Medioambiental, un Patrimonio este último no creado por el ser humano pero que hoy por hoy se muestra -en líneas generales- profundamente afectado por la intervención antrópica, por la intervención de la mano humana.
Es de señalar que, como a ningún conocedor de esta zona se le escapa, Sanlúcar de Barrameda es un escenario privilegiado tanto en lo que atañe al Patrimonio Cultural como en lo que se refiere al Patrimonio Natural.
Dicho lo anterior y a fuer de actuar con precisión, señalaremos que vamos a centrar el objeto de nuestro interés en estas líneas (modestas, divulgativas…) en el Patrimonio Cultural, es decir, en el Patrimonio creado por la mano humana, y ello precisamente porque quien escribe tiene en dicho marco su ámbito y contexto de trabajo y especialización: soy un patrimonialista cultural, no un patrimonialista ambiental, dicho lo cual no se ha de restar un ápice de relevancia al Patrimonio Medioambiental sanluqueño.
Hechas estas premisas (las que retomamos de los párrafos de artículos anteriores y las que planteamos en las líneas inmediatamente superiores) queremos centrar la atención del lector en la cuestión planteada en el título de este pequeño artículo: de qué hablamos cuando hablamos de Patrimonio, a qué nos referimos cuando hablamos de Patrimonio, qué queremos decir cuando hablamos de Patrimonio.
Para empezar (y una vez más a fuer de ser sincero, como siempre) señalaremos que tras una treintena de años trabajando desde diversas perspectivas el (y en el) ámbito del Patrimonio Cultural (desde la investigación, desde la gestión, desde la docencia, desde la publicación, desde la reflexión, desde la divulgación…) nos queda la certeza de que en buena medida y en líneas generales la ciudadanía entiende el Patrimonio como algo acaso magnífico, acaso muy serio, acaso importante, pero que en último extremo, acaso, le resulta fundamental esencial y básicamente ajeno, como algo que “interesa a unos pocos”, pero con lo que el ciudadano medio no termina de “contactar”, ni de sentir no sólo como algo que le sea propio, sino como un derecho inalienable de la ciudadanía.
En el marco de nuestra experiencia docente en el ámbito del Patrimonio tuvimos durante varios la oportunidad de impartir una breve docencia en contexto universitario sobre el sentido de la naturaleza del Patrimonio, una docencia específica sobre esta cuestión impartida a lo largo de varios cursos académicos y que titulamos “A qué huelen las piedras. Qué es y para qué es del Patrimonio Histórico”.
Con este título, quizá llamativo, queríamos centrar la atención del alumnado destinado a formarse en la gestión cultural en la cuestión de la naturaleza y por tanto de los usos y funciones del Patrimonio Cultural en general e Histórico (monumental, artístico, arqueológico, documental, etnológico, inmaterial) en general.
En esa docencia -como en otras- y en algunos textos -ya no pocos, nos vamos haciendo mayores- hemos precisamente tratado de acercarnos a la función social e íntima del Patrimonio, donde precisamente consideramos y entendemos que se encuentra la raíz de la propia esencia de la naturaleza y función del Patrimonio Cultural, una cuestión en la que abundaremos en próximos párrafos.