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Apuntes de Historia CDIV

Cultura, Historia

Manuel Jesús Parodi.- De nuevo en torno a Sanlúcar y la I Vuelta al Mundo (IV)

A caballo entre los siglos XV y XVI Castilla (y con ella la Monarquía Hispánica, de la que se convertiría en motor) se convertiría en la primera potencia naval oceánica en Europa, lo que llevó aparejado un gran papel para la Sanlúcar de aquella Era de los Descubrimientos, pues el eje fundamental en el ámbito de la expansión oceánica de la Monarquía, el verdadero punto axial de ese Cosmódromo de la Modernidad sería el constituido por el Golfo de Cádiz y el río Guadalquivir, en cuyo vértice natural se encuentra situada precisamente Sanlúcar de Barrameda, cabalgando su barranca en la orilla del viejo Baetis

Una Sanlúcar donde se preparaban esas expediciones a viajes no poco inciertos y de resultados desconocidos, donde se aprestaban las expediciones y se abastecían los barcos, en gran medida directamente a partir de los recursos locales y comarcales, bajo la supervisión y el control de la Casa Ducal de Medina Sidonia, de los Guzmán, Señores de la entonces Villa sanluqueña, algo que hemos de entender -la realidad del momento- desde la perspectiva de lo cotidiano, de la vida cotidiana en la Sanlúcar de Barrameda de fines de la Edad Media, cuando se produjeron las grandes expediciones que fueron los Viajes Colombinos, algunos de los cuales guardan directa relación con la ciudad, y la Expedición Magallanes-Elcano, que se hizo a la mar desde Sanlúcar el 20 de septiembre de 1519 y que culminaría su singladura excepcional en la orilla sanluqueña el 6 de septiembre de 1522, de todo lo cual estamos conmemorando ahora el V Centenario.

La expedición que se convirtió finalmente en la primera circunnavegación de la Tierra no partió de Sanlúcar de Barrameda por azar: esa localidad andaluza era, en aquella época, el vértice del eje conformado por el Golfo de Cádiz y el río Guadalquivir, verdadero cosmódromo de la modernidad y cruce de caminos de las rutas marítimas que desde la vieja Constantinopla llevaban hasta el Caribe y desde el Golfo de Guinea hasta los brumosos mares del Norte. 

Desde este enclave geoestratégico partieron las expediciones transoceánicas que cambiaron la cartografía del mundo y transformaron lugares míticos en espacios reales, finitos y abarcables, dando paso a la cartografía científica desde la geografía mítica precedente.

A Sanlúcar de Barrameda, en una zona tan “candente” como la desembocadura del Guadalquivir, no habría de ser ajeno el espionaje que -como en otros lugares caso de Sevilla o de Lisboa- se produciría especialmente en torno a la actividad naval, la actividad comercial, la cartografía, los derroteros, los mapas, cartas náuticas y demás parcelas del conocimiento relativo a las grandes navegaciones oceánicas entre los siglos XV y XVI, sin pasar por alto naturalmente el movimiento de barcos por las aguas atlánticas del Golfo de Cádiz y por las aguas interiores de un río Guadalquivir navegable entonces como ahora por embarcaciones marítimas. 

La presencia de una nutrida colonia comercial extranjera (caso de bretones o flamencos, por ejemplo) de seguro prestaría una muy buena base para ello; no por casualidad bajo el reinado del soberano inglés Enrique VIII se establecerían una iglesia, la de San Jorge (santo patrono de Inglaterra y de su Monarquía), y un Colegio Inglés (un espacio, dicho con trazo grueso, para atender a los nacionales de aquella nación) anexo a la misma a principios del siglo XVI en Sanlúcar de Barrameda, en el entonces conocido como Arrabal de la Ribera, justo en el entorno ribereño, costero, y por ende portuario, de la localidad. 

De seguro en dicha doble fundación habría unos intereses políticos y económicos que guardarían relación con la geoestrategia de la desembocadura del Guadalquivir y con los propios intereses económicos, políticos y estratégicos de la Corona inglesa, con una comunidad de religiosos ingleses acaso velando por unos intereses no sólo espirituales de los nativos de aquella nación del septentrión insular europeo residentes en nuestra ciudad o en tránsito por la misma.

Las expediciones que, desde las postrimerías del siglo XV (y aun antes, en lo que atañe al contexto costero africano y hacia las islas Canarias), partieron desde el eje conformado por el Golfo de Cádiz y la desembocadura del Guadalquivir, con Sanlúcar de Barrameda y Sevilla como vértices de dicho eje -al que hemos señalado que cabe considerar como el “Cosmódromo de la Modernidad” en la Era de los Descubrimientos- contribuyeron a transformar la cartografía del mundo (y con ello la concepción del mismo), haciendo del planeta un espacio, sí, enorme, pero al mismo tiempo finito y por ello abarcable. 

No obstante, la propia realización con éxito de aquellos viajes nos lleva a pensar que existía un conocimiento mayor (geográfico) del que se ha creído (y se sigue considerando). 

En el Atlas Miller, el mapa de Piri Reis o el Globo Terráqueo de Martín Behaim o la Sala de los Mapas del Palacio Farnese en Caprarola, por ejemplo, acaso se escondan algunas de las claves del conocimiento cartográfico de la época, y del conocimiento perdido de dicha época.

Ese “Cosmódromo de la Modernidad” (a caballo entre los siglos XV y XVI), que venía a estar conformado por la geografía del arco costero atlántico del Golfo de Cádiz (desde el Cabo San Vicente hasta la Bahía de Algeciras y el Estrecho de Gibraltar, en realidad) y el ámbito del río Guadalquivir y cuyo eje costero (no sólo desde el punto de vista geográfico) encontraba su eje y vértice indudablemente en Sanlúcar de Barrameda

Sanlúcar era el punto de confluencia de la costa del Golfo con el río Guadalquivir y habría de ser sin lugar a dudas el marco privilegiado para la gran y paulatina transformación del Mundo que vendría a producirse de la mano de las grandes exploraciones oceánicas, esas auténticas “exploraciones espaciales” de los momentos de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna.

En el siglo XV en la inmensidad azul de los océanos hemos de encontrar el marco y contexto equivalente a lo que representa la inmensidad del espacio exterior en la época actual.

Entre aquellas expediciones sin duda la más destacada y relevante de todas sería la de la Primera Vuelta al Mundo, que se hizo a la mar en Sanlúcar el 20 de septiembre de 1519, culminándose así mismo en las playas de Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522, tres años más tarde de su arranque en las playas sanluqueñas.

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