Apuntes de Historia CCCXLIII

Cultura, Historia, Manuel Jesús Parodi

La Iª Circunnavegación. Perspectiva factual (II)

Como decíamos en las primeras líneas del precedente artículo, habiendo tratado acerca de muchos aspectos de la Primera Circunnavegación en diferentes y no pocos momentos y textos anteriores, queremos dedicar algunos artículos de esta serie a la historia de la I Vuelta al Mundo considerada desde una perspectiva “factual”, esto es, a algunos de entre los diversos acontecimientos, hechos, casos e hitos de mayor relevancia y peso de aquella gran aventura que sería el Viaje de Hernando de Magallanes a la Especiería y de Juan Sebastián de Elcano alrededor del globo terráqueo entre 1519 y 1522, hace ahora nada menos que medio milenio, especialmente cuando acaba de cumplirse, el 27 de abril, el V Centenario del fallecimiento de Hernando de Magallanes.

Dejadas atrás las orillas del río Guadalquivir y de la costa peninsular, la singladura de las cinco embarcaciones que componían originalmente aquella “Armada del Maluco” hasta llegar a alcanzar las islas Canarias, archipiélago que supondría la primera escala tras la salida al mar desde Sanlúcar de Barrameda, no habría de presentar mayores dificultades.

Habiendo zarpado de las Canarias, Hernando de Magallanes ordenaría poner rumbo suroeste sin departir con sus capitanes y oficiales, lo que daría pie a que comenzasen a producirse fricciones que a la postre concluirían con buena parte de los oficiales españoles enfrentados al luso Magallanes. 

El día 13 de diciembre llegarían las naos de la expedición a la bahía de Guanabará (bautizada como de Santa Lucía y donde andando el tiempo surgiría Río de Janeiro), donde estuvieron durante trece días, tras lo cual zarparon con rumbo Sur; pasaron frente al emplazamiento que sería de Montevideo, llegando hasta el entonces llamado río de Solís -hoy río de la Plata- para encarar al cabo el duro e ignoto litoral patagónico. 

En marzo del año siguiente, el día 31, alcanzaron la bahía de San Julián, donde Magallanes ordenaría pasar la invernada; allí estallaría finalmente un motín contra el comandante de la escuadra, dirigido por Juan de Cartagena, Veedor de la expedición, y en dicha sublevación tomaron parte no pocos de los marinos, entre ellos Juan Sebastián de Elcano. 

El motín casi triunfaría (se alzaron tres de las cinco naos, quedando Hernando de Magallanes al mando de solamente dos buques), pero Magallanes pudo controlar finalmente la situación; condenaría el portugués a muerte a Quesada, capitán de la nao Concepción y ordenaría abandonar en tierra a Juan de Cartagena, el Veedor (el segundo al mando), y al sacerdote Pedro Sánchez, pero no fue más allá ante el temor de perder demasiada gente si cumplía con rigor con los castigos que el motín debía llevar aparejados. 

En la peligrosa y durísima navegación a través de las revueltas y recovecos del que luego sería llamado Estrecho de Magallanes mandó el almirante luso al navío Santiago a explorar la zona en descubierta, pero dicha nave (la más pequeña y maniobrera de la flota) naufragó en el curso de esa misión, si bien su tripulación pudo salvarse. 

El portugués mandaría entonces en descubierta a otros dos barcos, las naos Concepción y la gran San Antonio; el piloto de esta última, Esteban Gómez, causaría la deserción de la misma, regresando el barco a España. 

Las tres naos restantes, las Concepción, Trinidad y Victoria, culminaron finalmente el durísimo paso del Estrecho de Magallanes alcanzando el Cabo Deseado y con ello el Mar del Sur el 27 de noviembre de 1520; el océano, en calma, fue llamado “Pacífico” por Magallanes.

La escuadra navegaría, hacia el norte, al largo de la actual costa chilena poniendo luego rumbo noroeste hasta llegar a los 32°, cuando cambiarían el rumbo a oeste-noroeste para encarar un duro viaje de cuatro meses de navegación oceánica ininterrumpida. 

La sed, el hambre y una dramática enfermedad, el escorbuto, causarían un daño terrible a la marinería de la Armada de la Especiería; en este sentido, el cronista de la expedición, el italiano de Vicenza Antonio Pigafetta, anotaría en sus párrafos cómo se veían acuciados por las tremendas condiciones que afectaban a la alimentación y a la bebida, con la galleta pulverizada y mezclada con gusanos y orines de rata, con el agua podrida y con las antedichas ratas convertidas en un bocado muy cotizado por los marinos.

El 6 de marzo de 1521 llegaron a las islas que llamaron de los Ladrones (por las experiencias que tuvieron con los nativos del archipiélago citado) y que años más tarde serían llamadas islas Marianas (fueron españolas hasta 1899), donde tomaron agua, alimentos frescos y madera; desde allí zarparían el 9 de marzo, llegando el 16 de ese mes a otro archipiélago, llamado por ellos de San Lázaro (por el santoral del momento de su arribada). 

Al cabo llegarían a las Filipinas… Magallanes se dedicaría a recorrer algunas de las islas de dicho archipiélago (Samar, Leyte, Cebú…) con el fin de ir estableciendo una serie de alianzas con los jefes indígenas de aquellos territorios con vistas a consolidar la autoridad de la majestad cesárea en dichos remotos lugares, lo que al cabo habría de costarle la vida al marino portugués al servicio de Castilla.

La iniciativa de Magallanes buscaba aprovechar las divisiones internas entre los grupos de pobladores de las islas filipinas para afianzar la autoridad del rey Carlos (y la suya propia como representante del soberano), todo ello de la mano de las conversiones al cristianismo de los jefes y reyes de aquellas tierras y de la promesa de sumisión de los mismos al rey hispano a cambio a su vez del compromiso del representante de la Monarquía Hispánica, Magallanes, de proteger a los nuevos vasallos del rey Carlos I.

Como consecuencia de este juego de alianzas y subordinaciones entre Magallanes (y la Corona castellana, representada por el marino luso al servicio de Castilla, comandante de aquella expedición, por ende) y los reyes de las islas filipinas con los que entró en contacto la Armada de la especiería, el luso se vería abocado a intervenir en un conflicto tribal en Mactán, enfrentando a Lapu-Lapu, uno de los reyes de la zona en defensa de los intereses de otro jefe convertido al catolicismo y que había jurado fidelidad al soberano español habiéndose bautizado como católico, además; por ello y de ese modo el día 27 de abril de 1521 Hernando de Magallanes moriría en Mactán combatiendo a las fuerzas del rey Lapu-Lapu como consecuencia, según decíamos, de su propia política de alianzas tribales (y de sometimiento de dichos grupos a la autoridad y la soberanía de la Monarquía Hispánica), un engranaje en el que se vería atrapado y que habría de resultarle, a la postre, fatal.

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