Apuntes de Historia XXXIV
Al mismo tiempo, Isabel la Católica había restablecido progresivamente, poco a poco, la paz interior a su reino, consumido por las rencillas entre la nobleza y la Corona, de una parte, así como por las querellas internas entre los nobles, de otra. Sin ir más lejos, en el viejo reino de Sevilla, el abierto enfrentamiento entre las Casas de Arcos y de Medinasidonia amenazaba con convertirse en una pequeña guerra civil; la hostilidad entre ambas casas señoriales, como sabemos, provocó incluso la muerte de algunos miembros destacados de ambas familias, un derramamiento de sangre “de calidad”, que llevaba a la situación a un extremo, y hacía aún más difícil para los jefes de ambas Casas, Don Enrique de Guzmán y Don Rodrigo Ponce de león, “el Viejo”, el encontrar una salida de compromiso a la situación.
Mientras los Guzmanes y los Ponces se mataban y fortificaban sus posesiones, sus ciudades y villas, en el ámbito de las actuales provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, la reina, lo que es decir, el estado, trataba de reconstruir su poder y su presencia en estos mismos territorios. Si los Ponce habían usurpado el marquesado de Cádiz, apropiándose de dicha ciudad realenga, los Guzmán habían puesto sus miras no sólo en el Estrecho de Gibraltar, las costas gaditanas y las almadrabas: la Casa de Guzmán tenía sus miras puestas en la ciudad de Sevilla, corazón del reino homónimo, y a ello obedecía el control que los Medinasidonia buscaron y lograron tener sobre dos lugares extremos desde los cuales podía controlarse si no Sevilla sí el río Guadalquivir y su navegación: Sanlúcar de Barrameda y Santiponce, junto a la antigua ciudad romana de Itálica.
Sevilla, ciudad real, no es segura para la reina: el II duque de Medinasidonia hinca su rodilla y hace entrega de las llaves de la ciudad a la soberana (medida claramente profiláctica en lo político), con lo cual si bien manifiesta su lealtad y afirma haber guardado la ciudad para la reina (dejando en evidencia a un Rodrigo Ponce que no hace lo propio con la ínsula gaditana: no la entrega y la conserva para sí), pone de manifiesto que es él, Enrique de Guzmán, quien controla la situación en Sevilla.
