Apuntes de Historia XXIII
Manuel Jesús Parodi.-En el LX aniversario de la Carta de Venecia, un documento fundamental para la protección del Patrimonio (I)”
En párrafos anteriores tratábamos de aproximarnos al sentido profundo del concepto del Patrimonio, poniendo el foco en la relación del mismo con el cuerpo social del que los bienes patrimoniales emanan, con la sociedad (contemplada en abstracto) generadora de los bienes culturales y patrimoniales.
Queremos ahora abundar en algunos de los principios y conceptos que hemos expuesto con anterioridad al entender que siempre será poco todo lo que podamos hacer en pro del Patrimonio Cultural, máxime en unos momentos como los presentes, máxime en nuestra ciudad, donde tanto se dice y a la par tanto se ignora en relación con el Patrimonio Cultural, una ciudad donde quienes dicen defender determinadas cosas y cuestiones pronto las abandonan a su suerte justo cuando comienzan a tener responsabilidades directas en la gestión de dichas cuestiones patrimoniales que -antes de la asunción de esas mismas atribuciones que tanto anhelaban- parecían (a tenor de sus palabras, ésas que se lleva el viento) constituir un objeto básico de sus desvelos y preocupaciones, algo que a la postre se revela huero y falso.
En cualquier caso, digamos que en párrafos anteriores señalábamos que al hablar de Patrimonio estamos hablando esencialmente de señas de identidad, de identidad, de todo aquello que liga a una sociedad determinada con su propio pasado, con su propia Historia y por ello y por añadidura, estamos hablando de aquello que constituye la raíz de una sociedad como cuerpo y realidad social y cultural, de aquello que define a una sociedad como realidad en su propio presente y que la capacita para conectar con el pasado histórico del que es consecuencia y manifestación.
Señalábamos así mismo que la UNESCO, que es el organismo que tiene el mayor peso a nivel internacional en materia de Patrimonio Cultural (tomamos de forma literal la definición de este organismo de la propia página web de la misma UNESCO: https://www.unesco.org/es/world-heritage#:~:text=El%20patrimonio%20es%20el%20legado,transmitiremos%20a%20las%20generaciones%20futuras) es “la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se dedica a promover, en todo el mundo, la identificación, la protección y la preservación del patrimonio cultural y natural considerado de valor excepcional para la humanidad. Esta misión viene recogida en un tratado internacional denominado Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural, aprobado por la UNESCO en 1972”.
Igualmente de acuerdo con lo que señala la UNESCO (y nuevamente citamos literalmente), “El patrimonio es el legado que heredamos del pasado, con el que vivimos hoy en día, y que transmitiremos a las generaciones futuras. Nuestro patrimonio cultural y natural constituye una fuente irremplazable de vida y de inspiración” (cita igualmente tomada del sitio web de la UNESCO: https://www.unesco.org/es/world-heritage#:~:text=El%20patrimonio%20es%20el%20legado,transmitiremos%20a%20las%20generaciones%20futuras).
Así, y de acuerdo con la propia UNESCO, al hablar de Patrimonio Cultural (y Natural) estaremos hablando de conceptos como los de “legado” (o “herencia”), “vida”, “inspiración”, así como de obligaciones y de compromisos fundamentales como son los que tienen que ver con la preservación de dicho legado patrimonial para que resulte factible su conocimiento y su disfrute por las generaciones futuras, ante las cuales (y llevo diciéndolo y escribiéndolo tres décadas) somos por completo responsables.
Por ello, insistimos, estamos ante una enorme responsabilidad moral y ética (que no son la misma cosa, ya que lo moral es social, convencional, y lo ético es a la vez permanente, universal, e individual, pero eso es materia para otros textos…) que nos atañe como ciudadanos, como personas, a título individual y como conjunto y cuerpo social (a título colectivo), por no detenernos a considerar en qué medida una cuestión de esta naturaleza afecta (o debe afectar) a nuestros gobernantes, más allá del uso partidista del Patrimonio, más allá del uso egoísta del Patrimonio, más allá de la incapacidad de los gestores de la cosa pública en los terrenos de la Cultura y el Urbanismo, para cuidar de nuestro Patrimonio.
Se ha cumplido recientemente, además, el 60 Aniversario de la Carta de Venecia, la “Carta Internacional para la Conservación y Restauración de Monumentos y Sitios”, que es considerado como el documento fundacional del Consejo Internacional de los Monumentos y los Sitios (ICOMOS, por sus siglas en inglés), organismo asesor de la UNESCO en materia de Patrimonio Cultural (al que quien suscribe se honra en pertenecer), un documento fundamental redactado y aprobado en el seno del “II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos”, celebrado en la ciudad italiana de Venecia entre el 25 y el 31 de mayo de 1964 y que sería adoptado por ICOMOS al año siguiente, en 1965 .
En su preámbulo, la Carta de Venecia señala que (y citamos literalmente): “Cargadas de un mensaje espiritual del pasado, las obras monumentales de los pueblos continúan siendo en la vida presente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad, que cada día toma conciencia de la unidad de los valores humanos, los considera como un patrimonio común, y de cara a las generaciones futuras, se reconoce solidariamente responsable de su salvaguarda. Debe transmitirlos en toda la riqueza de su autenticidad”.
Seguimos, pues, en nuestros planteamientos (no podía ser de otro modo) los postulados de la Carta de Venecia en su preámbulo, en este caso en lo relativo al nexo indisoluble que existe entre Sociedad y Patrimonio Cultural, creadora la primera del segundo y modelador el segundo de la primera, una interacción que enriquece a cada generación y que no debe ni puede ser descuidada.Al mismo tiempo en el citado preámbulo la referida Carta de Venecia hace hincapié en la necesidad de coordinar internacionalmente el cuidado del Patrimonio, estableciendo organismos, documentos y normativas que trasciendan lo particular y que sean susceptibles de aplicación a escala nacional, señalando literalmente que: “…es esencial que los principios que deben presidir la conservación y la restauración de los monumentos sean establecidos de común y formulados en un plan internacional dejando que cada nación cuide de asegurar su aplicación en el marco de su propia cultura y de sus tradiciones”.