Apuntes de Historia DXVIII
Manuel Jesús Parodi.- La manzanilla en Agustín de Foxá (VIII)
La última mención que de nuestros vinos aparece en la novela que venimos visitando desde hace unas semanas no se refiere stricto sensu a la manzanilla directamente.
Como bien saben los amables lectores que tan pacientemente han venido siguiendo los párrafos de esta serie de artículos a lo largo de las últimas semanas, hemos querido considerar las diferentes ocasiones en las que el diplomático, aristócrata, escritor y poeta Agustín de Foxá [https://dbe.rah.es/biografias/9839/agustin-de-foxa-y-torroba] menciona a la manzanilla en las páginas de su novela “Madrid de corte a checa”, cuya primera edición vería la luz en el año 1937 durante la guerra civil española.
Foxá, falangista de primera hora, amigo personal de José Antonio Primo de Rivera, sería uno de los autores de la letra del “Cara al Sol” (Precisamente el verso “Cara al Sol con la camisa nueva” es de su autoría) y sin embargo acabaría convirtiéndose prontamente en un personaje díscolo para el franquismo, no dudando en expresar su criterio y sus opiniones negativas hacia Franco y su régimen desde los mismos momentos de la contienda civil, lo que le llevaría a ser postergado y descabalgado de las primeras filas de las élites sociales y políticas en cuyos rangos se había encontrado desde su nacimiento, podría decirse.
Así, por ejemplo, Foxá sería destinado como embajador a Finlandia tras ser expulsado de Italia por el mismo Mussolini a causa del enfrentamiento que mantuvo con el ministro de asuntos exteriores italiano, el conde Galeazzo Ciano, yerno del propio Benito Mussolini (Finlandia estaba en guerra con la Unión Soviética, en la llamada “Guerra de Invierno”, un capítulo aparte -por así decirlo- de la II Guerra Mundial), en pleno desarrollo de la contienda mundial, y allí tampoco se privaría de expresar privadamente (entre los integrantes del cuerpo diplomático acreditado en el país nórdico caso del escritor italiano Curzio Malaparte) sus críticas al régimen franquista.
Son hasta tres las ocasiones en las que este autor menciona explícitamente a la manzanilla en las páginas de esta novela histórica ambientada en Madrid antes y durante la guerra civil, mientras en la cuarta ocasión en la que Foxá habla de nuestros vinos lo hace en un tono más genérico, más amplio, no citando expresamente a la manzanilla.
La edición que manejamos fue publicada por Planeta en Barcelona el año 2001, estando la obra organizada en tres grandes capítulos (Primera, Segunda y Tercera parte): Primera parte. “Flores de Lis” (páginas 13 a 80 de la obra); Segunda parte: “Himno de Riego” (páginas 81 a 218 del volumen); Tercera parte: “La Hoz y el Martillo” (páginas 219 a 351 del libro); cuenta esta edición de la novela con un prólogo a cargo del eminente profesor e investigador Jaime Siles (texto que ocupa las páginas 5 a 12 de esta edición de Planeta del año 2001).
En el anterior artículo nos deteníamos en el falso costumbrismo que rodearía a la manzanilla en el Madrid de la época, una imagen de cartón piedra (por así decirlo) de una Andalucía convertida en tramoya y atrezzo para las juergas de determinados elementos de una sociedad benestante madrileña en la que se mezclaban señoritos de toda la vida con revolucionarios de nueva hornada y aun con ministros de la Monarquía Alfonsina reconvertidos en líderes de una recién llegada II República, caso del que fuera el primer presidente de la misma, Niceto Alcalá Zamora, que pasaría de la fidelidad monárquica al tricolor republicano sin apenas transición en el giro de muy poco tiempo y al que también retrata Foxá en un ambiente de falso tono andaluz salpicado de manzanilla.
De este modo señalábamos que el autor de la novela dibuja en sus páginas unos cuadros en los que se muestra un ambiente andaluz ajado y falso, un perfil tan estereotipado como rancio, formulando de este modo y con ello una clara denuncia de este falso tipismo de cartón que estereotipaba (como acaso se sigue haciendo hoy, incluso, aunque de otros modos, desde filas que pretenden defenderlo) lo andaluz reduciéndolo a un tono quasi caricaturesco al tiempo que ponen a la cultura andaluza (así reducida al estereotipo) al servicio de unas élites económicas y sociales básicamente ignorantes de una cultura andaluza a la que menospreciaban y a la que usaban esencialmente como escenario, fondo y marco de sus juergas y francachelas, convertido lo andaluz en un pastiche en el que artistas de auténtica calidad, profesionales dignos y celosos de su trabajo, se verían constreñidos a trabajar sujetos al capricho de quienes se escudaban en su poder económico para hacer su voluntad acaso sin mayor respeto por Andalucía y sus (nuestras) manifestaciones culturales y artísticas.
Así (y como hemos señalado en los anteriores artículos), la manzanilla aparece entre azulejos, farolillos, guitarras y cantes, en una exposición para nada inocente, pues Foxá parece querer dejar claro un cierto binomio entre la manzanilla y el falso costumbrismo de las élites de su época, hace ahora casi un siglo, no sin cierto tono de denuncia por parte de este autor sobre el uso torticero de lo andaluz por unas élites económicas y sociales que encabalgaban triunfalmente la época monárquica con la recién llegada era republicana, decíamos, sin abandonar los estereotipos a los que se veían sujetos pese a su aparente espíritu de cambio (caso del antes mencionado Alcalá Zamora), cuando no directamente revolucionario (como el socialista Francisco Largo Caballero).
Por cerrar esta serie, iremos a la página 178 de la edición que manejamos de esta novela, donde Foxá dice: “Julia Lozano servía a los revolucionarios copas de jerez”, en lo que viene a ser la última mención de los vinos de nuestra tierra (los vinos del Marco) que puede encontrarse en esta obra.
Como vemos, de nuevo aparece el binomio vino y revolución (dibujado en un domicilio particular, no ya en una venta o tablao), si bien en este caso no se trata explícitamente de manzanilla sino de “jerez” servido en “copas”, y no ya en vasos de caña o en “cañas”, como en alguno de los casos anteriores hemos visto que sería servida la manzanilla (tal y como hemos visto en otros artículos anteriores que se refleja en páginas de autores como Armando Palacio Valdés y su novela “La hermana San Sulpicio, a la que también nos hemos acercado en artículos precedentes de esta cabecera).