Apuntes de Historia DXV
Manuel Jesús Parodi.-La manzanilla en Agustín de Foxá (V)”
Continuaremos acercándonos a las varias referencias que el escritor y poeta Agustín de Foxá y Torroba [https://dbe.rah.es/biografias/9839/agustin-de-foxa-y-torroba] dedica a la manzanilla en las páginas de su novela “Madrid de corte a checa”, un libro cuya primera edición data de 1937.
El aristócrata y diplomático Agustín de Foxá escribe esta novela histórica de forma contemporánea a los hechos que narra su argumento, el cual se centra y se desarrolla en los momentos finales del reinado de Alfonso XIII, al advenimiento de la II República y su tormentoso período de duración y los comienzos de la guerra civil española, todo lo cual queda reflejado de forma tan gráfica como metafórica en el mismo título de la obra, “Madrid de corte a checa”.
La obra (manejamos una edición de Planeta, publicada en Barcelona en 2001): se organiza en torno a tres grandes capítulos como sigue: Primera parte. “Flores de Lis” (páginas 13 a 80 del libro); Segunda parte: “Himno de Riego” (páginas 81 a 218); Tercera parte: “La Hoz y el Martillo” (páginas 219 a 351), con un prólogo a cargo de Jaime Siles (páginas 5 a 12 de esta edición).
Como señalábamos en los anteriores párrafos de esta serie, de las cuatro menciones que realiza Foxá sobre la manzanilla en el libro (tres directas y una tangencial) la primera se encuentra ya en la primera parte de la novela (“Flores de Lis”), mientras las otras tres se localizan en la segunda parte del libro (el capítulo titulado “Himno de Riego”), mientras en la tercera parte de la obra (“La Hoz y el Martillo”), el segmento específicamente centrado en la guerra civil, no encontramos mención alguna a este vino sanluqueño.
Ya veíamos en el artículo anterior la primera mención de la manzanilla, en un ambiente de celebración por al advenimiento de la II República y la caída de Alfonso XIII, una escena localizada en el domicilio particular de un neorrepublicano, Niceto Alcalá Zamora, ministro de la caída Monarquía que llegaría a ser el primer presidente del nuevo régimen republicano.
Así, en un ambiente costumbrista de rancio corte tradicional (dice el autor para construir el tono de la escena que: “Tenía todo aquello un aire cortijero en el cumpleaños de la hija del administrador”), entre farolillos y azulejos “morunos” de evocación andaluza (Alcalá Zamora era cordobés, de Priego de Córdoba, y es retratado precisamente ceceando en la escena) y “lonchitas de jamón”, diferentes líderes socialistas entre los cuales se cuenta Francisco Largo Caballero son mostrados por el autor brindando por el advenimiento de la II República con manzanilla servida en “cañas”, en vasos de caña, por una sirvienta (una escena que se presenta en la página 70 de nuestra edición).
La segunda escena de esta obra en la que aparece la manzanilla se encuentra en una escena que se desarrolla a lo largo de varias páginas de la segunda parte del libro, que tienen su nudo entre las 116 y 117 de este capítulo (titulado como señalamos antes “Himno de Riego”).
Aquí directamente encontraremos un ambiente de fiesta, pues la escena se desarrolla en un establecimiento madrileño de gran solera “Villa Rosa”, localizado en pleno casco histórico de la capital de España, en el barrio de las Letras del distrito Centro de la villa, en la esquina que forma el callejón de Álvarez Gato con la calle Núñez de Arce, en cuyo número 17 tiene el local su entrada principal, junto a la plaza de Santa Ana.
La larga y rica historia de “Villa Rosa” arranca en 1911 y está muy vinculada desde sus mismos inicios a los ambientes taurinos y flamencos de la capital, habiendo sido freiduría, tasca, colmado, casa de comidas, tablao flamenco y restaurante, y contando con una esmerada e interesante decoración de tono arábigo-andaluz (una evocación propia de los años 20 del siglo pasado que encontramos -cada una a su propio modo- en otros establecimientos y locales, caso del Casino Gaditano, en la Plaza de San Antonio de Cádiz).
En este sentido es de destacar la decoración de tono andaluz, con el perímetro de la fachada del local, en planta baja, decorado con paneles de azulejería muy coloristas, en los que hay que reconocer la autoría del artista sevillano Alfonso Romero Mesa, elaborada sobre de bocetos de Juan Ruiz de Luna.
No podía, pues, el autor elegir un escenario mejor para mostrar una escena de tono y tenor costumbrista que sirviera de marco para esta segunda aparición de la manzanilla, siendo que la propia manzanilla sirve a Foxá para reforzar el tono de la escena que está construyendo, con todos los elementos arquetípicos y tópicos de la “juerga”, entre los que se cuentan las tapas, los geranios, “carteles de antiguas corridas de toros”, el jamón (“…la fuente con finas lonchas de jamón…”, página 117) y el pescado frito (“…y un plato de pescado frito”, también en página 117), y los no menos típicos “soldaditos de pavía” (pescado, en esencia bacalao, rebozado y frito, una delikatessen de las ventas andaluzas, podría decirse), todo ello sobre una “mesa verde”, elemento igualmente típico (decorada con o sin flores pintadas) de las ventas y colmaos de ambiente andaluz (real o impostado).
En ese contexto flamenco y costumbrista no podía faltar el cante, de modo que Foxá pinta un cuadro en el que “rasgueaba castizo Perico ‘el del Lunar’ [nombre artístico del guitarrista Pedro del Valle Pichardo, nacido en Jerez de la Frontera en 1894 y fallecido en Madrid en 1964], con el pañuelo sobre el pantalón, donde apoyaba la guitarra” a la par que “Gemía con trémolos Bernardo ‘el de los lobitos’” (Bernardo Álvarez Pérez, cantaor nacido en 1887 en Alcalá de Guadaíra y fallecido en 1969 en Madrid), dos artistas reales, dos personas de carne y hueso de seguro bien conocidas del autor y dotadas de fama y renombre en aquellos momentos a las que Foxá sitúa en el contexto que construye en sus párrafos probablemente para dotar de veracidad a los mismos, tratándose de nombres a todas luces reconocibles por los lectores de la novela.
Y en ese contexto de cante, baile y juerga vuelve a aparecer la manzanilla.
Así, dice Agustín de Foxá que los presentes “Bebían manzanilla hasta medio vaso y el resto lo tiraban al suelo”, acaso un poco al modo de los príncipes rusos, acaso para que los vasos de caña (donde sabemos desde la página 70 del libro que se bebía la manzanilla) no se calentasen, y con ello su contenido, en las manos de los bebedores.