Apuntes de Historia DXIII
Manuel Jesús Parodi.La manzanilla en Agustín de Foxá (III)
Venimos acercándonos desde hace un par de semanas a las páginas de un heterodoxo, el escritor y poeta catalán Agustín de Foxá y Torroba -y decimos catalán porque pese a haber nacido en Madrid (en 1906, y allí moriría en 1959) siempre se consideró como tal, como hijo de Cataluña, tierra de la que provenían su familia y sus ancestros [sobre Agustín de Foxá véase por ejemplo su reseña biográfica en la web de la Real Academia de la Historia https://dbe.rah.es/biografias/9839/agustin-de-foxa-y-torroba].
Nos hemos acercado a las páginas de este escritor de la primera mitad del siglo pasado no a capricho, sino buceando en las páginas de una de sus principales obras, la novela “Madrid de corte a checa” (cuya primera edición data de 1937, en plena guerra civil española), con la intención de rastrear la huella sanluqueña en las páginas y párrafos de esta obra.
Una huella sanluqueña, por así decirlo, que se traduce no en las alusiones que el autor lleve a cabo sobre la ciudad de la desembocadura del Guadalquivir, sino mediante las menciones que este poeta heterodoxo hace del vino sanluqueño por excelencia, la manzanilla, elemento que sirve al autor para dibujar unos cuadros, unas escenas, de una naturaleza bien determinada en sus párrafos, lo que suscitó nuestro interés al leer la referida novela.
Insistimos en calificar de “heterodoxo” al autor, Foxá, aristócrata y diplomático de carrera, falangista amigo personal de José Antonio Primo de Rivera (fundador de Falange), pues nunca anduvo en buena sintonía con el régimen franquista, llegando Franco a “premiarlo” (dicho sea irónicamente) con destinos diplomáticos tan inhóspitos como Finlandia (frente de guerra durante toda la Segunda Guerra Mundial) o las Filipinas (inhóspito por lejano, donde fue enviado encontrándose ya gravemente enfermo -lo que era cosa sabida- y de donde tuvo que regresar al poco para fallecer casi a su llegada a España tras afrontar un viaje tan duro y pesado para un enfermo terminal).
Foxá construye una novela histórica sobre los últimos momentos del reinado de Alfonso XIII, la II República y el comienzo de la guerra civil, todo lo cual quiere reflejar en el título de la misma obra (“Madrid de corte a checa”) y en esta obra, hasta en tres ocasiones de forma directa (y una más, de forma tangencial), hace mención de la manzanilla, un vino a todas luces apreciado en la España de la época (al menos en determinados ambientes acaso elitistas) según se trasluce y se traduce de las palabras del autor, decididamente un buen conocedor de nuestra manzanilla, nos atrevemos a señalar.
Sin entrar aquí y ahora en el pormenor de los detalles de la novela (en su contenido, desarrollo y características), lo que nos desviaría definitivamente del objeto de nuestro interés, pasaremos directamente a considerar esas referidas menciones que de la manzanilla lleva a cabo este poeta catalano-madrileño en los párrafos de la obra.
Señalaremos únicamente, a efectos orientativos para el lector, que la novela en cuestión está organizada en torno a tres grandes episodios que se presentan como sigue en el índice de la edición que manejamos (Planeta, Barcelona, 2001): Primera parte. “Flores de Lis” (páginas 13 a 80 del libro); Segunda parte: “Himno de Riego” (páginas 81 a 218 de la obra); Tercera parte: “La Hoz y el Martillo” (páginas 219 a 351 del volumen), todo ello precedido por el prólogo de Jaime Siles (que se extiende entre las páginas 5 a 12 de esta edición).
De las cuatro menciones que lleva a cabo Foxá sobre la manzanilla, la primera se localiza precisamente en la primera parte de la novela (titulada “Flores de Lis”), y las restantes tres en la segunda parte del libro (que lleva por título “Himno de Riego”), mientras no existe en la tercera parte de la obra (“La Hoz y el Martillo”) ninguna mención a este vino sanluqueño.
Como adelantábamos ya en los párrafos precedentes, en todas las ocasiones en las que en la novela “Madrid, de corte a checa” aparece mencionada la manzanilla como protagonista (o al menos como parte integrante) de una determinada escena, ello sucede en un contexto marcadamente social, en el ámbito de una u otra ocasión que acaso cabría tildar de especial, un momento en el que los personajes que aparecen en la escena en cuestión se encuentran de una forma u otra en el contexto de una celebración.
Entendemos que de el autor obra de ese modo con la intención de dibujar una fina línea, trazando un asimismo fino hilo conductor (por así decirlo), de secuencias y momentos, unos momentos en los que la manzanilla sirve al narrador para construir una escena de celebración (una celebración dibujada a veces no sin un cierto tono de cinismo por parte de novelista) en la que el caldo sanluqueño por excelencia sirve como barómetro, como termómetro, de dicha celebración; así, se trataría de un momento en el que los protagonistas del mismo están precisamente tomando manzanilla porque están contentos y de celebración, cabría señalar.
El primero de esos momentos de celebración aparece como decíamos ya en la primera parte de la novela (el capítulo “Flores de Lis”), en la página 70 de la edición que manejamos (Planeta, Barcelona 2001, como hemos apuntado ya de forma precedente).
Se trata nada menos que de la celebración privada que en el domicilio particular de Niceto Alcalá Zamora (exministro alfonsino que luego y al cabo habría de ser el primer presidente de la II República española), en Madrid, estaría teniendo lugar al calor de los inmediatos resultados de las elecciones municipales del 14 de abril de 1931, unos controvertidos resultados que finalmente acarrearían la caída de la Monarquía de Alfonso XIII, lo que -en la novela de Foxá- precisamente estaría celebrando el citado Alcalá Zamora con una reunión de íntimos justamente brindando con manzanilla.
Sobre el ambiente de “señoritismo” que rezuma la escena trazada por Foxá volveremos en los próximos párrafos de esta serie, trayendo hasta aquí la literalidad del texto de la novela, en unos párrafos en los que el autor quiere reflejar un cierto costumbrismo, ajado y añejo, a través de la escena que dibuja en un ambiente de pretendida, pero falsa, modernidad de cartón piedra (por así decirlo), con la manzanilla como “introibo” de la escena.