Apuntes de Historia DLXXXVI

Articulos, Cultura, Manuel Jesús Parodi

Manuel Jesús Parodi.-De nuevo en torno a Las Covachas (I)

Este texto que presentamos ahora, y que vuelve a traernos al tema de Las Covachas, forma parte [como capítulo 1.2.2.3. Reseña histórica -de nuestra autoría] del Proyecto de Rehabilitación de Las Covachas como sede de la Fundación y Centro de Interpretación de la Manzanilla. Cuesta de Belén, s/n – Sanlúcar de Barrameda. Tomo I. Memoria, ejecutado por el Excmo. Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda (Gerencia Municipal de Urbanismo, Departamento de proyectos y obras), bajo la dirección de Rafael González Calderón, arquitecto. 

Para la composición de dicho informe nos apoyamos en su día esencialmente en trabajos anteriores (no sólo de nuestra autoría) recogidos en la Bibliografía sucinta que acompañaba el trabajo original. 

De cara a su publicación en esta cabecera nos hemos limitado a revisar asuntos menores de estilo, a redondear algunas cuestiones puntuales (por ejemplo, cuestiones de referencias y asuntos de naturaleza bibliográfica) y a la corrección de algún lapsus calami (casi siempre inevitable, como bien sabe quien escribe…, y quien lee) que se había deslizado en el texto original. 

Respetaremos en la medida de lo posible la estructura del trabajo original, siempre (eso sí) adaptándolo al formato de este trabajo que ahora presentamos dividido (por mor de la propia naturaleza de este espacio) en distintos y sucesivos artículos.

Notas generales sobre Las Covachas

Sanlúcar de Barrameda cuenta con una división bien determinada entre sus Barrios Alto y Bajo, una división no sólo física, sino también tradicionalmente observada. Sanlúcar es una ciudad con acrópolis, con un espacio antiguo, y por tanto, “noble”, que desde sus alturas contempla el discurrir del río, del paisaje que besa las faldas de la ladera, de la barranca, y que se vuelca desde el castillo de Santiago, desde el Palacio de Medina Sidonia, desde la Plaza de la Paz hasta el Barrio Bajo, derramándose por la Cuesta de Belén, por el Carril de San Diego, o por la Cuesta de La Caridad, hasta hacerse orilla junto al Guadalquivir, un río que se ha ido desplazando hacia la ribera onubense con el paso de los siglos.

Sanlúcar de Barrameda es hoy una ciudad con acrópolis (con un “Casco Alto”, con una “ciudad fortificada”, de ákron, fortaleza, y pólis, ciudad, en griego), una acrópolis que no conserva la traza amurallada en su perímetro completo en la actualidad (aunque se conservan vestigios de la misma, como es el caso del entorno del colegio “Albaicín” en las proximidades del castillo de Santiago, o de algunos edificios de la calle Escuelas), pero una acrópolis en fin de cuentas, tan digna de tal consideración como otras de nuestro común espacio cultural mediterráneo como la italiana Cagliari (en la isla de Cerdeña, con su Casteddu), o la propia Atenas (que cuenta con la Acrópolis por antonomasia). 

Estos recintos fortificados pueden, andando el tiempo, devenir espacios esencialmente monumentales (con castillos en abandono), o religiosos, como es el caso incluso de ciudades no sólo de nuestro entorno en las que la antigua fortificación dejó paso a una edificación de naturaleza religiosa tal y como, por citar un ejemplo, sucediera con el medieval castillo de la villa de Uclés (en la provincia de Cuenca), que dejó lugar y espacio al monasterio y luego seminario menor; ya en un entorno más próximo al nuestro, pueden citarse -entre otros- los casos de la sevillana Lebrija (la romana Nabrissa) o de la gaditana Medina Sidonia (la feno-púnico-romana Asido Caesarina), donde sendos templos cristianos ocupan -en todo o en parte- el espacio reservado en principio para la primitiva construcción de carácter defensivo.

En nuestro caso, el Casco Antiguo no es un espacio meramente ornamental ni monumental: éste se conserva habitado y jalonado de referencias monumentales en uso y función procedentes de diferentes momentos históricos, desde el amplio espectro cronológico de la Edad Media hasta el siglo XIX, tales como el castillo de Santiago, la iglesia de La O, el Palacio de Orleans-Borbón (sede del Ayuntamiento), las antiguas Casas Consistoriales, en la confluencia de las Plazas de La Paz y de los Condes de Niebla, o el Palacio Ducal de Medina Sidonia, por señalar las quizá más señeras, junto con la Basílica Menor de La Caridad o los escasos vestigios conservados de la cinta muraria, como pueda ser el Arquillo de Rota (o los cascos de bodega que igualmente descuellan en las calles del Barrio Alto).

No es intención de estas líneas, escritas con un ánimo eminentemente funcional, estudiar ni examinar exhaustivamente las características, naturaleza, evolución y realidad de la acrópolis sanluqueña, para lo cual se necesitaría mucho más tiempo y espacio, sino aproximarnos a uno de los ejes de articulación de la relación entre los Barrios Alto y Bajo, entre la acrópolis de la que venimos hablando y su arrabal, nacido al calor de la expansión de la ciudad (concentrada en lo alto) y del retraerse del río, acaso llevado por las fuerzas de Coriolis cada vez más lejos de la barranca sanluqueña. 

La “fortaleza” de Sanlúcar, su “acrópolis”, hoy Barrio Alto (esto es, una parte de la ciudad), fue la ciudad (es decir: la totalidad de la misma) a caballo entre los siglos XIII y XIV, cuando se produjo la donación del señorío sobre Sanlúcar a Alonso Pérez de Guzmán “el Bueno”; esta barranca, esta pequeña meseta (sic), enclave privilegiado sobre el Guadalquivir, puerta -a lomos del río- de Andalucía (al menos, del Reino de Sevilla), y por ende, de Castilla y de España, va a ser cedida, como es de sobra sabido, para su defensa y guarda a la noble Casa de Guzmán como forma de tratar de asegurar su protección de cara a evitar que se produzcan nuevos ataques portugueses o norteafricanos, como la razzia que en 1278 y lanzada desde la orilla meridional del Estrecho de Gibraltar asoló parte del sur del entonces Reino de Sevilla (hoy provincia de Cádiz) y que llegó a afectar directamente a Sanlúcar de Barrameda. 

En la Cuesta de Belén de Sanlúcar de Barrameda, eje de comunicación entre la acrópolis y el arrabal, antesala de la ciudad alta, se encuentran unas arcadas labradas en piedra, fachada de las salas que son denominadas “Las Covachas” o las “Tiendas de las Sierpes”. El conjunto exterior del espacio que conocemos como las “Covachas” está conformado por diez arcos que recaen sobre pilastras, de estilo gótico, y que muestran figuras fantásticas de evocación marina. Dentro del proceso de configuración de las figuras de protección de Las Covachas es de señalar que éstas y su entorno fueron declarados Monumento Histórico-Artístico el año 1978, junto con el Palacio Ducal. El 7 de noviembre de 2005, se emitió una resolución de la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía por la que se incoaba el correspondiente expediente de declaración de Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento de Las Covachas (Resolución de 7 de noviembre de 2005, de la Dirección General de Bienes Culturales, por la que se incoa expediente de declaración de Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, de Las Covachas, en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, publicada en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía número 228 de 22/11/2005) (https://www.juntadeandalucia.es/boja/2005/228/26), recibiendo finalmente este hito patrimonial sanluqueño la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC) en 2007, por el Decreto 140/2007, de 2 de mayo, por el que se declara Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, Las Covachas, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), lo que se recogió en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) número 87 de cuatro de mayo de 2007   (https://www.juntadeandalucia.es/boja/2007/87/21).

Comparte nuestro contenido

Deja una respuesta