Apuntes de Historia DLXXVII

Articulos, Cultura, Manuel Jesús Parodi

La Sirena de Doble Cola del sanluqueño castillo de Santiago (V)  (I) (II) (III) (IV)

Señalábamos en los párrafos de las semanas precedentes que la Sirena de doble cola del sanluqueño castillo de Santiago nos lleva, dentro de la Península Ibérica, al posible origen leonés del linaje guzmano, y fuera ya del ámbito ibérico, nos conduce asimismo hasta el Atlántico francés y la Bretaña medieval, hasta las leyendas tejidas en torno al hada Melusina y la relación de este mítico personaje con el linaje y la Casa de Lusignan (en cuyo origen se encuentra envuelta este hada de cola -doble- de pez) sendas ramas del cual linaje galo reinaron en Chipre (entre los siglos XII y XV) y (si bien de forma efímera) en Armenia (en el siglo XIV) tras su frustrado intento de mantener la corona de Jerusalén en manos cristianas a la muerte del infortunado y gran soberano Balduino IV, el hierosolimitano rey enfermo -de lepra- que, pese a su mal, fue capaz de mantener unido y en pie su reino mientras vivió manteniendo para ello un sostenido pulso, resuelto siempre a favor del soberano cristiano, nada menos que con el gran Saladino. 

Este elemento a la vez heráldico y mitológico entronca y ponen en relación, en un plano simbólico, a la Casa de Guzmán con los orígenes paganos de Europa, con los mitos más antiguos del continente europeo, y, de forma más específica, con (como señalamos) las leyendas que subyacían en el origen de una de las Casas nobles más relevantes de la época, la Casa de Lusignan, señores de Poitou (en el Atlántico francés) y luego reyes de Chipre, que tenían al hada Melusina, ser mítico que contaba con un remoto pasado y una larga historia mítica en la que se entretejían relaciones con reyes como los de Escocia, como uno de los elementos fundadores de su propia Casa y su Linaje. 

Y en este contexto es de señalar el parentesco (pretendido o real) que la Casa de Guzmán sostenía tener con los duques de Bretaña, recogido por los historiadores de la Casa, caso de Pedro de Medina, todo lo cual se enmarca en el proceso de construcción de la imagen y del imaginario de la Casa de Guzmán, empeñada en lustrar el origen del fundador, Alonso Pérez de Guzmán “el Bueno” y su perfil como personaje histórico, modélico, y verdaderamente significado y sobresaliente respecto a los nobles de su época.

En este caso, la Sirena de doble cola se muestra y se presenta como un potente elemento simbólico de refuerzo del prestigio y el lustre del linaje guzmano, al que conecta y emparenta con otras casas nobiliarias (y aun reales) del Norte, contribuyendo a consolidar el aura mítica de una Casa, la Guzmana, llamada ab initio a desarrollar grandes desempeños y a alcanzar las más altas cumbres del prestigio y el poder en la Europa de su época, mediante la combinación del mérito y el derecho de cuna. 

En relación con todo lo anterior, señalaremos que desde hace años venimos desarrollando una línea de trabajo sobre la construcción de la imagen de la Casa de Guzmán y su fundador, Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, desde (y a través de) el trabajo de los historiadores y cronistas de la propia Casa, que se ha expresado a través de diversos textos de nuestra autoría recogidos en trabajos anteriores a éste (en esta cabecera y en otros medios y espacios, tanto divulgativos como de investigación), como señalábamos la pasada semana.

 La Sirena de doble cola y otro no pocos elementos de corte y naturaleza mítica del imaginario guzmano, tales como la muerte del Dragón de Fez a manos del fundador del linaje, la domesticación del león norteafricano por el mismo “héros”, los calamares del II Duque en San Isidoro del Campo o los dragones de cola de pez de las Covachas sanluqueñas, entre otras cuestiones que venimos considerando, forman parte de este proceso sostenido en el tiempo de construcción de un pasado mítico que sustentase el prestigio -mágico incluso- de la Casa de Guzmán y su fundador, Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno”.

Hemos señalado (en los mencionados trabajos precedentes) cómo los perfiles de Pérez de Guzmán “el Bueno” se sustentan, cuando menos, en una triple raíz construida por los historiadores de la Casa: de una parte el Antiguo Testamento (la tradición judeocristiana), con el tema del sacrificio del hijo, cuestión en la que Guzmán “el Bueno”, fundador de su Casa y su Linaje, va a experimentar un proceso de equiparación implícita con el Patriarca Abraham, padre fundador del Pueblo de Israel, quien al cabo no llegaría a tener que sacrificar a su hijo Isaac, siendo prevenido de ello por el propio Yahvé que inicialmente exigiera tal sacrificio y lo evitase finalmente, “in extremis”, mientras el Guzmán sí se vería forzado al sacrificio de su propio hijo en el contexto del “Hecho de Tarifa”, la defensa de aquella plaza campogibraltareña frente a los enemigos norteafricanos.

De otra, el horizonte mitológico clásico, grecolatino, con el mismo Guzmán “el Bueno” equiparado a Hércules (véanse al respecto las hazañas del Guzmán, como lo relativo al Dragón de Fez o al León de Marruecos, trabajos de innegables resabios hercúleos, unas hazañas guzmanas que constituyen un paralelo con los trabajos del esforzado semidios griego), otro héroe fundador en el ámbito Mediterráneo quien tan íntimamente estuviera ligado al Estrecho de Gibraltar y las dos orillas del mismo, territorio natural de acción y crecimiento en el poder y la gloria del propio Alonso Pérez de Guzmán.

Y de otra, la raíz romana desde una perspectiva histórica con la búsqueda de la asimilación, por proximidad, del personaje fundador del linaje guzmano con la figura heroica del emperador Trajano, fundador de la mal llamada dinastía Antonina y que mejor debía llamarse Hispana.

De este modo, si Marco Ulpio Trajano, emperador de Roma (considerado desde la propia Antigüedad como uno de los mejores soberanos del Imperio, lo que encontraría refrendo ya en época cristiana) nació (para el mundo) en Itálica, la morada para la posteridad de Guzmán “el Bueno” y sus descendientes estará precisamente en el monasterio-fortaleza de San Isidoro del Campo, sobre las ruinas de la Itálica gloriosa (hoy Santiponce, en Sevilla), de manera que se busca de este modo la “impregnación” trajanea para el fundador de la Casa de Guzmán (y por extensión para el conjunto de la propia Casa) por proximidad a la cuna del insigne emperador bético, como sucede con los cristianos primeros, que buscan la santidad por proximidad en sus enterramientos respecto a la tumba de un santo.

Y nada menos que todo ello nos contempla desde los ojos de la Sirena de doble cola del castillo de Santiago.

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