Apuntes de Historia DLXXVI

Articulos, Cultura, Manuel Jesús Parodi

La Sirena de Dobla Cola del sanluqueño castillo de Santiago (IV) (I) (II) (III)

La representación, la imagen, cumple por sí misma una funcionalidad, y del mismo modo que la fachada de una edificación (y en ello el Gótico y el Barroco serán maestros) presenta al mundo los poderes, el carácter y la identidad de quienes han construido el edificio, o lo poseen, la monumentalización de un determinado aspecto (o espacio concreto) de un inmueble constituye un mecanismo de afirmación de poder, representando así mismo una manifestación y una expresión de refrendo del referido poder. 

La sirena de doble cola nos lleva, dentro de la Península Ibérica, al posible origen leonés del linaje guzmano, y fuera del ámbito ibérico, nos conduce hasta el Atlántico francés y la Bretaña medieval, hasta las leyendas tejidas en torno al hada Melusina y su relación con el linaje de Lusignan (en cuyo origen se encuentra envuelta este hada de cola -doble- de pez) sendas ramas del cual linaje reinaron en Chipre (entre los siglos XII y XV) y (de forma efímera) en Armenia (en el siglo XIV) tras su frustrado intento de mantener la corona de Jerusalén en manos cristianas a la muerte del infortunado y gran soberano Balduino IV, el hierosolimitano rey enfermo que, pese a su mal, fue capaz de mantener su reino mientras vivió manteniendo para ello un sostenido pulso con el gran Saladino. 

Este elemento a la vez heráldico y mitológico entronca, en un plano simbólico, a la Casa de Guzmán con los orígenes paganos de Europa, con los mitos más antiguos del continente europeo, y, de forma más específica, con (como señalamos) las leyendas que subyacían en el origen de una de las Casas nobles más relevantes de la época, los Lusignan, señores de Poitou (en el Atlántico francés) y luego reyes de Chipre, que tenían a Melusina, ser mítico que contaba con un remoto pasado y una larga historia en la que se entretejían relaciones con reyes como los de Escocia, como uno de los elementos fundadores de la Casa. 

Melusina, sirena encantadora de mortales, habría desposado con uno de los fundadores de la Casa de Lusignan con la condición de que su esposo no la interrumpiese en su baño; el marido, curioso, no cumplió su palabra y cuando irrumpió en el baño de su esposa, se encontró con la desagradable sorpresa de ver cómo su mujer, en la bañera, tenía cola de pez… 

Melusina, con un terrible graznido, saltó por la ventana (en esto difieren distintas versiones del mito, como suele suceder), abandonando a su marido y maldiciendo ad infinitum al linaje del (es de suponer) muy sorprendido esposo y a su descendencia.

Que las familias nobles europeas hicieran remontar su linaje hasta seres míticos era una costumbre en la Antigüedad; así, los nobles romanos, por ejemplo, contaban a los dioses entre sus antepasados: Julio César, por citar uno de los ejemplos quizá más conocidos, contaba entre sus antepasados a los dioses Venus y Marte. La nobleza europea de la Alta Edad Media, ya cristiana, volvería a reverdecer estos laureles: así, la aristocracia europea de estos siglos tradicionalmente tenidos por oscuros no vacilaría, pese al cristianismo, a la hora de buscar parentescos mitológicos y construir orígenes maravillosos para sus linajes. 

Y en este contexto es de señalar el parentesco (pretendido o real) que la Casa de Guzmán sostenía tener con los duques de Bretaña, recogido por los historiadores de la Casa, caso de Pedro de Medina (siglo XVII), todo lo cual se enmarca en el proceso de construcción de la imagen y del imaginario de la Casa de Guzmán, empeñada en lustrar el origen del fundador, Alonso Pérez de Guzmán “el Bueno” y su perfil como personaje histórico, modélico.

En este caso, la sirena de doble cola sirve como elemento simbólico de refuerzo del prestigio y el lustre del linaje guzmano, al que conecta y emparenta con otras casas nobiliarias (y aun reales) del Norte, contribuyendo a consolidar el aura mítica de una Casa, la Guzmana, llamada ab initio a desarrollar grandes desempeños y a alcanzar las más altas cumbres del prestigio y el poder en la Europa de su época, mediante la combinación del mérito y el derecho de cuna. 

Guzmán el Bueno, con sus hazañas, ponía el mérito. El derecho de cuna se construiría poco a poco gracias, entre otras cosas, a la labor continuada de los historiadores y cronistas de la Casa de Medina Sidonia, comprometidos en el empeño de ensalzar al fundador del Linaje y dar el lustre y la solvencia convenientes a 

Elementos como la sirena de doble cola, con todas sus conexiones implícitas e intrínsecas, ponían (ayudaban a construir) la evidencia, la constatación, del derecho de cuna, del derecho ab origine

De ahí el peso y el papel de este elemento mítico de naturaleza acuática (que ha de contarse entre otros como los que hemos mencionado: los dragones de cola de pez de las Covachas, los calamares de San Isidoro del Campo y aun si cabe la Sierpe de Fez) en el imaginario estético de la Casa de Guzmán, y de ahí que se la eligiese (por voluntad del constructor de la fortaleza) como elemento protector del ingreso a la misma.    

Venimos desarrollando una línea de trabajo sobre la construcción de la imagen de la Casa de Guzmán y su fundador, Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, desde (y a través de) el trabajo de los historiadores y cronistas de la propia Casa, que se ha expresado a través de diversos textos de nuestra autoría anteriores a estos párrafos de hoy. 

Quizá sea éste el marco simbólico y estético en el que sea posible ubicar mejor y con más claridad y solvencia a la Sirena de doble cola del sanluqueño castillo de Santiago. Quizá, así pues, desde sus alturas pétreas este ser maravilloso nos está hablando del reclamado parentesco de los Guzmán con la nobleza francesa (y, por extensión, europea) altomedieval. 

Quizá la Sirena quiera proclamar, desde su imagen de piedra, un remoto origen mítico de la Casa de Medina Sidonia, en un código de lenguaje abierto (entonces como, si cabe aún más, ahora) para muy pocos. 

En cualquier caso, Melusina sigue protegiendo a los escudos de la Casa, y todavía guarda la entrada del castillo, hoy, a principios del siglo XXI, como hace más de medio milenio, a finales del siglo XV.

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