Apuntes de Historia CCCLXXXIX

Manuel Jesús Parodi

Sanlúcar y la manzanilla en Armando Palacio Valdés (VI)

Manuel Jesús Parodi.-Desde hace unas semanas (con algún paréntesis: desde el año pasado, en realidad…) venimos acercándonos a los contenidos de la novela “La hermana San Sulpicio”, de la que es autor el escritor asturiano Armando Palacio Valdés (Laviana, 1853 – Madrid, 1938) que de alguna manera guardan relación (directa o indirecta) con Sanlúcar de Barrameda y la manzanilla.

Esta obra, la primera edición de la cual apareció allá por el año 1889, disfrutó de notable éxito entre los lectores de la España de aquellos momentos, llegando a ser llevada a las pantallas de cine -unas décadas más tarde- hasta en tres producciones cinematográficas realizadas entre los años 1927 y 1952 (siendo la actriz andaluza Carmen Sevilla la protagonista femenina de la última versión de las mismas).

 Como venimos señalando en los artículos que dedicamos a este tema, la edición que manejamos es la publicada por Orbis-Fabbri en Barcelona en 1994 (con ISBN 84-402-1663-7 y Depósito Legal B-523-1994); una vez más, recordaremos que el texto en sí de esta obra da comienzo en la página 5 de esta edición que manejamos, finalizando en la página 285 de la misma.

Buena parte de las referencias que en relación con Sanlúcar se muestran en este libro tienen que ver con la manzanilla, que aparece mencionada en varios pasajes de la novela, por lo general trascendiendo (como hemos observado previamente) de las divisiones sociales e incluso de las distancias geográficas en la España de finales del Ochocientos.

La manzanilla, de este modo, aparece en los vasos de la élite económica del momento mientras es degustada igualmente por personas de una condición y situación social y económica más modesta, todo ello tanto en Andalucía (en Sevilla, fundamentalmente, donde transcurre la mayor parte de la acción de la novela) como fuera de los límites geográficos de nuestra tierra, como hemos señalado en precedentes artículos de esta pequeña serie, caso de ciudades como Madrid o Barcelona.

Nos animamos a ocuparnos de este tema, tan cordial como ligero si se quiere, al comprobar -durante la lectura de la obra- la presencia de estas referencias a la manzanilla y a Sanlúcar en las páginas de Palacio Valdés, lo que nos motivó a dedicar algunos párrafos a esta cuestión.  

Cerrábamos nuestro anterior artículo en la página 170 del libro, donde encontrábamos nada más y nada menos que una asociación verdaderamente “clásica” del panorama de la cultura enológica y gastronómica de Sanlúcar, como ya adelantábamos previamente, esto es, la asociación que sin duda existe entre la manzanilla y los langostinos de Sanlúcar.

 De esa forma, en la misma taberna sevillana en la que el protagonista (como veíamos la semana pasada) había sido invitado a unas cañas de manzanilla (de nuevo igualmente la asociación entre los vasos de caña y la manzanilla, muy presente en las páginas de esta novela), encontraremos un poco más tarde a los personajes de la acción degustando “…alcaparras y langostinos, remojándolos con tragos de manzanilla”.

No creemos que sea cuestión baladí que en las páginas de esta novela del siglo XIX aparezca ya el binomio acaso más afamado de la cultura enogastronómica sanluqueña (con todo respeto a otras opciones y gustos), el de la asociación existente entre la manzanilla y los langostinos, binomio que ciertamente constituye todo un lugar común, toda una referencia, toda una seña de identidad (no precisamente menor) de Sanlúcar de Barrameda, y que, como vemos, ya parece que lo era hace casi siglo y medio.

En el mismo párrafo se hace un comentario aparentemente trivial, pero que puede resultar revelador si lo contemplamos con cierto detenimiento; así, el protagonista, queriendo corresponder a la invitación que había recibido un rato antes y dirigiéndose a uno de los trabajadores de la taberna, encargaría al mismo “…que sacase unas copas de jerez”.

Así, hemos venido viendo hasta ahora cómo la manzanilla se sirve en vasos de caña (hasta el punto de que en varias ocasiones se habla directamente de “cañas de manzanilla” o de tomar “unas cañas” -se entiende que de manzanilla- en la novela), mientras ahora cuando parece que se hace referencia –stricto sensu– al vino propiamente de Jerez, se piden “copas” para beberlo, y no vasos de caña, estrechamente ligados a la sanluqueña manzanilla.

Ello puede, hasta cierto punto, ayudar a comprender la dicotomía “vasos de caña-manzanilla de Sanlúcar” versus “copas-vino de Jerez”, que resulta muy ilustrativa de un estado de cosas y de la forma en que se servían (y por ende se degustaban) dichos caldos sanluqueños y jerezanos en la época en que se redacta y publica “La hermana San Sulpicio”.

En la siguiente página de la novela, la 171, se hace una mención explícita, directa, a Sanlúcar de Barrameda, una vez más en relación con los condes de Padul (padre e hija, Jenaro e Isabel), personajes principales de la obra y que tenían origen sanluqueño, cuando se dice que “Isabel se había ido aquellos días con su padre a Sanlúcar, a la boda de una prima suya”, lo cual pone de manifiesto los fuertes vínculos existentes entre los referidos condes y la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, en la que no viven en el momento de desarrollo de la novela pero con la que mantienen una estrecha relación.

En la página 177 de la obra volvemos a encontrar otra referencia indirecta en relación con el tema que nos ocupa, la presencia de Sanlúcar en el texto de Armando Palacio Valdés; de este modo, y en el contexto de una reunión social mantenida en una taberna sevillana, se dice que los participantes en la misma “…elevaron sus cañas…”, como gesto de invitación a participar en dicho encuentro dirigido cordialmente al protagonista de la novela.

Así, de dicha forma, encontramos plasmada de nuevo en los párrafos del asturiano Palacio Valdés esa unión que antes mencionábamos entre los vasos de caña y la manzanilla, pues de seguro el brindis que se relata en dicha escena del libro habría de estar regado con la manzanilla contenida en aquellas cañas que los convidados elevaron como gesto de saludo al recién llegado a su alegre círculo.

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