Adulación versus aduladores
«…..con la realidad de nuestro querido Ayuntamiento es totalmente cierto, aduladores o perros haberlos los hay y no es difícil encontrarlos.»
José Luis Zarazaga Pérez.-Hoy este humilde desarticulista, cuando ya se ha cumplido un año del cambio de gobierno tras las elecciones de mayo de 2023, quiere entrar en un tema un tanto complicado y más bien extraño, pero que siempre va unido al que ostenta lo que se denomina poder, en este caso político.
Al llegar a este punto hay que tener mucho cuidado ya que no hay duda de que el ejercicio de la política se sirve de la adulación para jugar a la traición simulando lealtad.
En mi pueblo a los que practican dicho juego se les denomina comúnmente chaqueteros o perros con todas las letras. En fin, tengo claro que nuestro anterior Alcalde se tiene que haber dado cuenta de quiene conforman esa jauría que pulula por nuestro queridísimo Ayuntamiento y es que me viene a la mente recordarle aquella película titulada: “Entre pillos anda el juego”
El adulador o perro como ustedes quieran llamarlo se debilita como individuo, en tanto en cuanto actúa como mecanismo para aplaudir el oficio, en este caso de nuestra alcaldesa, que como buen exponente del poder político busca seducir al gobernado con bagatelas y baratijas.
Tengo claro que debo de recordar tanto al gobernante actual al igual que su antecesor las palabras de Epicteto de Frigia: “Los aduladores destruyen las almas de los vivos cegándoles los ojos”, ante esto tengo que exclamar: ¡Señor Don Víctor Mora, que ciego andabas!
Yo desde estas humildes líneas aconsejaría al que ostente el poder que no se fíe un pelo del adulador ya que cuando hay adulación de por medio hay también hipocresía, pues este elemento se vale de ella para sibilinamente intentar manipularlo en su propio beneficio.
En los últimos 37 años, comenzando con el primer gobierno municipal de la Democracia, el tan debatido gobierno de Medina Lapieza, pasando por los distintos partidos que han ocupado el sillón presidencial de nuestro Salón de Plenos, he conocido a multitud de esos mal llamados aduladores, yo los denomino perros con todas las letras, pero todos tienen algo en común, no se puede confiar en ellos, ya que lo que buscan es pervertir a quien cae en su trampa con un objetivo claro que no es otro que el beneficio propio caiga quien caiga.
Aunque es un recurso, a la larga bastante torpe, debemos de constatar que nuestros gobernantes, se valen de ellos para dar con lo que a sus intereses y necedades conviene.
Digo que es bastante torpe su uso porque es un recurso muy peligroso ya que el chaquetero, llamémoslo así, solo mira por sus intereses y utilizará la adulación para deformar toda creencia, logrando que la mentalidad cándida del adulado conciba su gestión como el gobierno de los mundos de Yupi, alejándose de la cruda realidad.
En este primer año de mandato de nuestra arcardesa, la adulación ha llegado a su paroxismo emocional, las omisiones escandalosas y las lecturas parciales de las diversas actuaciones que conforman la gestión municipal han pasado desde la censura hasta lo que podríamos definir como el bochorno más escandaloso. Ante el caos de la gestión que estamos viviendo, han aflorado más papistas que el Papa. Los comentarios en las redes sociales han sustituido a los análisis de la situación creada, tanto las críticas como las lisonjas nacen como setas, se ha perdido la reflexión serena y hay quién ha doblado tanto el espinazo que ha llegado a confundirse con una alfombrilla.
Alcaldía y adulación han ido de la mano desde el inicio de la Democracia. Esto es como el cuento de Hans Christian Andersen: “El Traje nuevo del Emperador”, las metáforas que presenta y las reflexiones asociadas se pueden extrapolar a lo que está ocurriendo en la actualidad. En el cuento, el monarca reacciona ante el grito del niño, inquietando al emperador. En la realidad que nos concierne nuestra Alcaldesa barrunta ante los gritos del pueblo que estos tienen razón, pero piensa que hay que aguantar hasta el final.
La adulación corrompe al adulador porque su motivación o el beneficio asociado es una compensación interesada. Se compra su lealtad, a cambio de su mentira o engaño y corrompe al adulado porque le confunde o le conviene para mantener una posición insostenible desde la razón y la crítica. La adulación, además, no tiene garantizado el éxito porque no se fundamenta en la realidad, sino en su sublimación. Y porque nada solvente, serio y riguroso se logra con espuma de jabón.
Nuestros gobernantes deberían de protegerse de sus aduladores. Un Alcalde está perdido si no rechaza la adulación y sobre todo si no prefiere a quien dice audazmente la verdad. Como decía Fenelón: “Confundir pleitesía con cortesía o lealtad con sinceridad, es grave en cualquier aspecto de la vida”.
Para finalizar y no quemar las neuronas de mis sufridos lectores comentar que cualquier parecido con la realidad de nuestro querido Ayuntamiento es totalmente cierto, aduladores o perros haberlos los hay y no es difícil encontrarlos.