La felicidad del ser, una utopía

Articulos, Cultura, José Antonio Córdoba

José Antonio Córdoba.-La felicidad del ser humano las veinticuatro horas al día, no deja de ser una utopía. Sin embargo, no es más que el reflejo de una tensión muy presente en la sociedad actual, y sobre todo, en las culturas del “primer Mundo” que viven bajo la influencia de la búsqueda de la felicidad como meta central en la vida.

No es la primera vez, ni será la última que escriba al respecto. Pero está constatado que en las sociedades modernas, concretamente en las occidentales, existe una promoción impuesta sobre el ideal de la felicidad como un estado permanente. Es en las redes sociales dónde vemos a personas que conocemos vendiéndonos una realidad que ni ellas mismas se la creen, pero las campañas publicitarias también están inmersas en esa necesidad imperiosa de mostrarnos una vida perfecta y siempre feliz, lo que no hace más que acrecentar una expectativa poco o nada realista con lo que es el ser humano, y sobre todo con sus emociones, ya que estas son inherentemente fluctuantes. Vamos, que interiormente somos lo más parecido a transitar por montaña una rusa.

Pero el trasfondo de todo esto, de buscar constantemente la felicidad para ser aceptados y populares, vendiendo esa imagen de seres de luz, no es más que la cara visible de una serie de problemas que afectan al individuo. La necesidad de fantasear con ser lo suficientemente felices lleva a generar culpa e insatisfacción. El rechazar las emociones negativas, no es más que obviar una parte esencial del ser, pues emociones como el miedo, la ira o la tristeza tienen un propósito específico, además de ser esenciales en el crecimiento personal, así como para la adaptación al entorno. Y lo peor, es que muchas de estas personas tratan de paliar este vacío emocional fomentando desproporcionadamente el consumo de bienes o a través de experiencias que a fin de cuentas, no son más que parches provisionales y que no garantizan una felicidad duradera.

Se tiende a pensar que la felicidad es un estado constante, vamos, un encefalograma plano, pero es todo lo contrario, la felicidad no es más que un cúmulo de momentos y experiencias, donde los desafíos, las pérdidas o los momentos difíciles hacen al individuo dar sentido a esas alegrías que le surgen en la vida. Es la aceptación de que es una montaña rusa de sentimientos lo que le permitirá entender, y sobre todo, tener una vida equilibrada.

Muchos de estos “ángeles de luz”, divulgan como propias citas de filosofía, pensamientos y dichos sobre la felicidad, pero cuando revisas algunas de las filosofías como el estoicismo o el budismo, por ejemplo, proponen que no se debe de centrar los esfuerzos en ser felices constantemente, sino en encontrar un significado, un propósito o incluso la serenidad frente a los desafíos de la vida, lo que permite al individuo disfrutar de ella y vivir con más naturalidad.

La vida del ser humano es por naturaleza intrínsecamente imperfecta y compleja. Por lo que debe de olvidar buscar incansablemente la felicidad y trabajar más en aceptar esos altos y bajos emocionales, entenderlos y aprender a vivir con ellos, porque se afana en la búsqueda de un destino paradisíaco, mientras se pierde la belleza del camino por el cual transita.

Otro factor a tener en cuenta en esta “Utopía de ser feliz 24/365”, es el efecto que causa en nuestra evolución, ya no como especie, sino como individuo dentro de esta.

La negación de la realidad contribuye en sobremanera a la involución del individuo, pues al ocultar las verdaderas emociones para ser un “ser de luz” las veinticuatro horas, pierde resiliencia, empatía e introspección, llevándolo a un estado dónde es incapaz de enfrentar nuevos desafíos, así como la gestión de los altibajos de la vida.

Otro efecto es la dependencia de factores externos para esta supuesta felicidad, pues se tiende a pensar que la felicidad es proporcional al éxito profesional o a ser valorado socialmente; se vuelve un consumidor material obsesivo, o un buscador del placer inmediato. Todo esto convierte al individuo en un elemento de gran vulnerabilidad frente a la comparación social, además de acrecentar el miedo al fracaso.

Y aunque me vengo refiriendo al individuo, no se debe de olvidar que en realidad el ser humano es un animal mamífero, que es interdependiente, que es parte de la manada, cosa que este individualismo promocionado por ese marketing de la “felicidad individual”, lleva a ignorar las necesidades colectivas, perpetuando esas desigualdades que después, hipócritamente, se denuncian en las redes sociales.

Si bien, esta utopía de la felicidad lleva a una regresión en la evolución de la especie humana, hay quien ve en ello una etapa de transición. Es decir, la insatisfacción surgida de perseguir una felicidad superficial podría empujar a algunos a replantear sus prioridades o valores, llevándolos a una evolución interior más profunda. Y quién sabe, incluso la sociedad mejoraría.

Comparte nuestro contenido