De las pinturas rupestres a los emoticones
José Antonio Córdoba.-A lo largo de la historia del ser humano, la simbología ha sido un referente en nuestra evolución. Desde las pinturas rupestres hasta los emoticonos en nuestros dispositivos electrónicos, por citar algunos.
Los símbolos permiten al ser humano poder comunicarse de una forma rápida y efectiva, como por ejemplo, el uso de las palabras. Las palabras no son más que símbolos que representan objetos o acciones, algo esencial a la hora de transmitir ideas complejas sin necesidad de experimentar directamente cada cosa, “como las canciones de Bad Bunny”.
Los símbolos ayudan a la abstracción de conceptos, facilitando poder pensar más allá de lo tangible, así como un número es un símbolo que representa una cantidad sin necesidad de mostrar dicha cantidad físicamente.
Hoy, que tanto sarpullido produce en este país hablar de la bandera como símbolo de nación, tachándola de una simple tela, eso sí, siempre y cuando no sea la tricolor que ondean ellos, es menester recordar que la bandera es un símbolo de identidad nacional, de historia y de valores compartidos.
Un símbolo es como una carpeta donde se alberga un contenido en concreto, donde se detalla una cosa explícitamente, pero que hoy, y aquí, en esta villa del Guadalquivir hemos olvidado, como por ejemplo: El significado de un paso de peatones, una señal de dirección prohibida… Símbolos, señales que advierten de un peligro o preferencia concretos, sin necesidad de dar largas explicaciones, y que aquí nos lo trae al fresco.
Lo realmente importante de un símbolo es su facilidad para convertir un elemento con significación universal. Podría citar una sonrisa, un beso, pero qué mejor símbolo con contenido universal como el dinero que equivale a corrupción, opresión y sangre. “¿Hay un símbolo más universal que el dinero?”
Sin embargo dónde realmente encontramos un afloramiento constante de simbología son en las Artes (la música, la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la danza, la poesía/literatura, el cine o la fotografía) , que han servido al hombre para transmitir significados profundos o subjetivos.
En resumidas cuentas, el uso de símbolos ha servido para que el ser humano pueda comunicarse, pensar y evolucionar de manera colectiva, además de establecer un puente entre lo tangible y lo intangible, entre lo individual y lo colectivo. “Hasta que llegó la IA, porque con tanto emoticono dejamos de pensar”
A veces me pregunto: ¿Podría el ser humano haber evolucionado sin el uso de la simbología? Seguramente, el futuro cercano dará respuesta a esta cuestión.
La simbología forma parte, o mejor dicho, es la base del pensamiento abstracto, pues como he citado más arriba ha permitido transmitir significados profundos y subjetivos, los mismos en los que se basa la espiritualidad del ser.
Pero, ¿existe una relación entre el pensamiento abstracto y la espiritualidad? Pues, sí, una relación profunda, pues ambos permiten explorar ideas, conceptos y experiencias más allá de los sentidos.
Así la abstracción, en lo espiritual permite imaginar lo trascendental, ya sea la existencia del alma, de un creador o una fuerza universal. Se puede conceptualizar ideas como la eternidad, el infinito, o incluso, el propósito de la vida. Pero además ofrece la formulación de símbolos y metáforas que expresen lo anterior, es decir, lo divino, lo sagrado o lo espiritual. El cielo, es el símbolo de trascendencia por excelencia.
La espiritualidad lleva en la mayoría de las ocasiones a preguntas sobre la existencia del ser, su propósito, su conexión con algo superior. Es en esta exploración de lo intangible dónde el pensamiento abstracto tiene campo para correr a sus anchas. Creando mitos, rituales y sistemas de creencias que estructuran dicha espiritualidad. Recordemos que las Artes han otorgado significado a eventos como el nacimiento, la muerte o la naturaleza, estableciendo un vínculo con algo superior al propio ser humano.
Si la espiritualidad plantea a menudo preguntas abstractas sobre el bien, el mal o el propósito de la vida, el pensamiento abstracto se torna especial para reflexionar sobre estas cuestiones, favoreciendo que se puedan desarrollar unos principios éticos universales.
Cuando el ser humano se asombra con la inmensidad del cosmos, de la naturaleza o de lo divino es fomentado por el pensamiento abstracto, que al fin de cuentas es el núcleo de muchas ideologías o tradiciones espirituales.
En fin. El pensamiento abstracto no es más que el vehículo que nos permite acceder, explorar y dar sentido a las dimensiones espirituales de la vida. Aunque en muchos casos, también ha sido caldo de cultivo de embaucadores, farsantes y falsos mesías.