
Cartas de una sombra. «Aquel molino que ves…»
José Antonio Córdoba.-Con el paso de los años hemos podido observar como los parques eólicos se han extendido por la comarca sanluqueña.
Allí donde antes se levantaban olivos y viñas, hoy se alzan impetuosamente gigantes de acero y fibra de vidrio. Figuras de una elegante simplicidad y sombras que denotan frialdad.
“ La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes…”
De esta forma nos describe Cervantes, la visión que tuvo don Quijote de los viejos molinos de viento, en la Mancha. Unos elementos arquitectónicos, que pese a su tamaño y aquellas aspas de madera y tela, dejaron en la huella popular un cierto halo de romanticismo.
¡Es curioso! Cuando miras hacia atrás y analizas las distintas culturas, como te das cuenta de la importancia que poseían los árboles para el hombre de antaño.
El avance tecnológico nos ha llevado a desprendernos de ese elemento tan asiduo al ser humano durante milenios como es el árbol. En el árbol, hemos encontrado propiedades terapéuticas y afrodisíacas.
Es difícil hablar de los árboles y que no se nos venga a la mente los Celtas, el pueblo que vivió más relacionado con los bosques y sus árboles. El árbol simboliza el pilar base de su cultura y religión. Era el nexo de unión entre este mundo y el más allá. En torno a estas arboledas se festejaban todo tipo de acontecimientos, pero todos los tenían como trasfondo tan elegante y copada planta. Las sombras de estos dieron cobijo a muchas conversaciones, negociaciones y disputas. A la sombra de algún árbol nació la vida, el amor, el dolor, la muerte y el honor se batió en armas.
Tal fue su poder en la mente colectiva de nuestros antepasados, que para ellos cada tipo de árbol poseía una cualidad determinada, pero sobre todo reflejaban el Conocimiento.
Para el hombre del s. XXI, el árbol es un mero adorno de su chalet de veraneo o un incómodo obstáculo en su ir y devenir urbano. Sin embargo, es este modelito de hombre quien en esos calurosos días de verano, donde las suelas de sus zapatos, de firma, se derriten al contacto con la acera, y corre en busca de una socorrida sombra, propiciada por los escasos árboles urbanos que pueblan los cientos de kilómetros cuadrados de hormigón y acero, que forman las ciudades.
Empezaba este artículo con los molinos de vientos y estoy aquí filosofando sobre los árboles. ¡Nada disparatado!, pues en estas latitudes árboles y vides corren un futuro paralelo.
Si el árbol, tiene poderes afrodisíacos y terapéuticos. La Vid, no es menos. Se ha escrito que en el s. XX a. C., ya se consumía el fruto de la vid, convertido en un brebaje que hacía perder los papeles al más pintado de los hombres y no menos a las mujeres, que aunque había culturas que les prohibía su consumo, buena cuenta daban de él las mozas y no tan mozas.
El cultivo de la Vid fue expandido por los monjes y frailes. Durante la cristianización, igual que hubo cultos “paganos” que se perdieron, otros tuvieron muy buena acogida en el seno de la Iglesia, ese fue el caso de la Vid. Además se ha convertido incontables veces en motivo inspiración de los grandes los pinceles de la historia, y la perdición de aquellos de la pluma y el pergamino.
En la lejanía del observador, enfrentado a esas enormes aspas que giran a un ritmo casi sincrónico, hay momentos en los que se tiene la impresión de que la loma donde se ubican va a remontar el vuelo cual bandada de aves.
Ya no hay Quijote que sobre un Rocinante se equilibra contra tan agitados “aspasvientos” de gigantes. Sin embargo, siempre existirán unos ojos que revivirán las hazañas de tan ilustre Hidalgo, en el romanticismo no de una lanza, sino con la tinta de una pluma.
¡Que frío me da!, contemplar tan fría estampa.
¿Qué futuro espera a nuestros hijos?
¿Cómo explicarles la sensación de paz que nos da el cobijo de las ramas de un árbol? Si ya no hay árboles.
¿A dónde irán los pájaros a cantar? ¡Quizás al Teatro Municipal!
¿Explicarán mis hijos a los suyos, lo que es un árbol, contemplando las frías y arrogantes estructuras de metal que van poblando nuestras campiñas?