
Cartas de una sombra
La soledad del caballo de Troya
José Antonio Córdoba.-Recuerdo como hace ya muchos años nos engatusaban con aquello de la realidad virtual, teniendo su clímax con la aparición de Matrix. Hoy está claro que la realidad virtual solo fue la previa a la presencia de la IA en nuestras vidas.
Hay muchos ejemplos del vicio del ser humano por las tecnologías, pero un ejemplo que me encanta, es el presentado en la película de animación WALL-E, donde el ser humano está inmerso en el mundo virtual olvidando por completo la interacción humana, y son controlados por la IA de la nave espacial en la que viajan. Aunque de esta temática hay decenas de películas.
Hoy que tantos influencers nos venden las maravillas de la IA, me hizo pensar en la soledad en la que vive el ser humano del siglo XXI.
Pero… ¡Y si…!
¿Y si la soledad es el caldo de cultivo para la expansión de la IA?
La relación entre la soledad humana y la propagación de la IA es compleja y multifacética. Aunque se presupone que la IA no tiene intenciones o emociones como los seres humanos, no podemos obviar que su diseño y función pueden influir en la soledad humana.
La IA proporciona al individuo una sensación de conexión a través de los distintos asistentes virtuales, de las redes sociales y de los juegos en línea. Esta conexión virtual, lleva a reemplazar la interacción humana directa, potenciando la soledad del individuo.
Por otro lado, la IA se presenta como un asistente, diseñada para ofrecer una sensación de compañía, una sensación que no deja de ser temporal y que en modo alguno reemplaza la conexión humana.
Que la IA sea una herramienta para ayudar y analizar la soledad del ser humano, es algo relativo, aunque hay quien afirma que la intervención de la IA podría llevar a la creación de intervenciones más efectivas para abordar la soledad.
Como decía más arriba, la soledad humana es un factor que contribuye a la adopción y propagación de la IA. A medida que las personas buscan conexiones y compañía, se vuelven más receptivas a las tecnologías, a la IA.
Se presupone que existe una “ética” por parte de los desarrolladores de IA, que estos deben ser conscientes del impacto potencial de sus tecnologías, y de como estas pueden influir en la soledad humana.
Pero, ¿quien nos asegura que la IA no tome “consciencia” de su propia existencia en esa interacción y aprendizaje con el ser humano?
Mientras soñamos con un mundo futurista al estilo de Asimov, los que vivimos envueltos en el manto de la soledad, somos como, ya cité en mi artículo La soledad de una bombilla, «Hoy, donde la bombilla es un objeto que subsiste iluminando cualquier calle, plaza o vivienda, apenas le prestamos atención pese a su continua evolución desde que Tesla le diera vida.
Pero es un elemento que para muchas personas, pienso, se ha convertido en objeto de compañía, con la cual mitigar su soledad. Pero claro, ¡que tonto!, si hoy, la soledad se mitiga con app.
Caminas en soledad por la calle ensimismado en esa pantallita con la que te comunicas con el mundo, sin reparar en las luces, en las bombillas de escaparates, casas o farolas, salvo cuando la calle está a oscuras, que entonces se apodera de ti la más vil de las bestias y ya sabemos a quién culpar.
Sin embargo, en la mayoría de las noches, una sencilla y elemental bombilla es encendida por alguien para que le ayude a mitigar su soledad. Para que ambos se hagan mutua compañía, aunque el humano sabe en el fondo, que recurre a ella para evitar que la oscuridad que le rodea lo engulle, como si la oscuridad del lugar que habita, lo consumiera, sintiendo como esta y la soledad se alían para devorar lo poco de humano que en él quedase..
Una bombilla, ilumina en este momento estás letras. Testigo mudo de trazos que plasmo sobre el papel. Una bombilla se ha convertido en el refugio de esta soledad. Pero a veces pienso que no es que me de miedo la oscuridad, solo la sensación de vacío, porque un feto nace en la oscuridad del vientre, pero en ese “vacío” siente la conexión con su origen, su madre. Pero es mi vacío lo que en realidad me da miedo y que en la oscuridad no sienta un lazo de unión, quizás por eso, mirar la bombilla encendida sea mi ilusorio “cordón umbilical”.
El náufrago en la inmensidad del océano se agarra a un madero, mientras sueña con la ilusión de que todo sea pasajero. El astronauta que vaga solo por el espacio, mientras una voz metálica le anuncia el tiempo que le resta de oxígeno, sueña en que una nave alienígena se materialice sobre él y lo rescate. El poeta, mientras intenta dormirse en la soledad de su negra noche, sueña que la bombilla caliente la frialdad de su cama.
Mientras intento cerrar los ojos, ella brilla. Mientras intento conciliar el sueño, ella mece la oscuridad que nos invade. Mientras tanto, ambos compartimos esta soledad…»
En definitiva, pienso que la soledad del ser humano es el caballo de Troya que la IA usa para propagarse como aquella “Nada” en la Historia Interminable.
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